Emanuel Rodríguez estudió letras modernas en la Universidad de Córdoba, la tierra de la reforma del 18 y el manifiesto liminar, la de Agustín Tosco y el Cordobazo. Tal vez por eso, con semejantes hitos de la historia a su alrededor, hace más de 10 años descubrió su pasión por la comedia como elemento conductor de la reflexión política. Y aunque no “ejerce”, sus monólogos abundan en referencias literarias y filosóficas, haciendo gala de la máxima de Lavoisier, “Nada se pierde, todo se transforma”.
De esa manera, con una propuesta profunda y atractiva, con mirada atenta puesta en lo actual, pregunta, por ejemplo: “¿Qué clase de persona puede estar de acuerdo siquiera en uno de los puntos del DNU?”. Seguramente el sábado, a las 21, El Teatrino (Aniceto Latorre 1211) será el sitio perfecto para ensayar algunas respuestas posibles a esa y otras preguntas, en un encuentro entre “El peroncho” y su público.
La visita de Rodríguez será reconfortante en un contexto de desguace y de lucha en el que la risa es más necesaria que nunca. Porque, como alguna vez expresó Arturo Jauretche: "Nada grande se puede hacer sin alegría, nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos. Los pueblos deprimidos no vencen ni en el laboratorio ni en las disputas económicas. Por eso venimos a combatir alegremente, seguros de nuestro destino y sabiéndonos vencedores a corto o largo plazo".
Justamente, la ecuación será pensar, reír y preparar la vuelta con formas inteligentes y revolucionarias, que van de la mano con aquello que se puede describir como el refugio de la alegría popular.
-¿Cómo describirías el show con el que llegarás a El Teatrino?, esto es, ¿cómo se renueva tu humor en el contexto político actual?
-Voy con el show más intenso que haya hecho hasta ahora. La dimensión grosera del saqueo fascista de Milei y Macri en estos primeros dos meses de gobierno me ha llevado a escribir desde lugares muy oscuros. Lo explico en el show: tengo miedo de no estar de acuerdo, porque te reprimen y te persiguen, pero ese miedo es superado por el miedo a estar realmente de acuerdo en algo de lo que proponen. ¿Qué clase de persona puede estar de acuerdo siquiera en uno de los puntos del DNU? Me daría terror ser esa clase de persona. Me pasa lo mismo con la Ley Ómnibus y con todo lo que ha hecho este gobierno desde el 10 de diciembre. No es una exageración: no hay un sólo detalle que uno pueda rescatar. El show transita esa oscuridad con el desafío de transformar la tristeza y la angustia en una especie de alegría rebelde.
-En ese marco, ¿prepararás material anclado en lo local, en el presente de NOA, de Jujuy, de Salta?
-Siempre lo intento, aunque sin la intensidad con la que encaro el material más "nacional", porque me parece que uno puede más o menos estar al tanto pero jamás conocer en profundidad las sutilezas de la política local si apenas visita la provincia una o dos veces por año. Tengo la impunidad del turista, es cierto, pero intento no abusar de ese permiso. El material del show que está dedicado a la situación de Milagro Sala lo pongo en escena en todo el país, de modo que no entra en la categoría "material ad hoc".
-Recientemente afirmaste que "El peronismo tiene entre sus misiones brindar la felicidad al pueblo", ¿ese es tu objetivo al subirte a un escenario?
-Sí, por supuesto. Ese es el objetivo de la fuerza política en la que milito, y, como militante, comparto ese desafío. Sé que lograr la felicidad en un espectáculo es una quimera, una utopía, pero persigo ese objetivo para intentar aproximarme a alguna instancia de alegría.
-En esa tónica, ¿el humor político debe llevar también a la reflexión, con la risa es suficiente o tiene otras utilidades?, ¿para qué sirve el humor en general y el tuyo en particular?
-No puedo decir qué debe hacer o qué no debe hacer el humor en general. Cada humorista tiene su propia ética. Ahora, mi humor, el que yo quiero producir, el que yo intento, sí, debe, para ser realmente efectivo, apuntar a ser un estímulo intelectual. El humor en ese sentido, además de aliviar, de generar espacios de catarsis, de "desdramatizar", puede servir como vehículo sumamente efectivo para un mensaje político, porque simplifica y al mismo tiempo complejiza el discurso. Lo simplifica en su búsqueda de una cierta eficacia comunicativa, y lo complejiza porque la dinámica del humor es intensamente intertextual, habilita relaciones probablemente impensadas, novedosas, entre mundos discursivos distantes, y esa proximidad un tanto forzada por el chiste abre algunas puertas. Yo quiero que mi humor sirva para, al menos, tocar esas puertas.
-A dos meses de la victoria libertaria ¿Cómo manejás tu propia desazón o lo que sea que sientas ante cuestiones como el DNU y la Ley Ómnibus, entre otras?
-Siento la misma angustia que la enorme mayoría de los argentinos. Mi trabajo consiste en desarmar esa angustia propia y ver cómo carajo la puedo convertir en una herramienta de militancia. Por ejemplo: desde que ganó Milei tengo pesadillas que son mejor que estar despierto. Creo que hay un chiste ahí, lo busco, lo escribo, lo incorporo al show. De alguna manera, al menos para mí, transformé la pesadilla en una potencia. Si logro transmitir esa potencia... hay un gol.
-Si bien no hacían stand up propiamente, Tato Bores, Enrique Pinti o Mordisquito, entre otrxs, son grandes nombres en la historia de tu oficio ¿tomás o tomaste elementos de alguno de ellos?
-De Discépolo intento seguir todos los ejemplos que pueda. La construcción del relato, la intensidad de la ironía, el lugar que le otorga a la ternura, el compromiso, la potencia sarcástica para desnudar la hipocresía de la clase dirigente. Admiro profundamente a Mordisquito por todo eso.
-En esa línea, tanto vos como el Rubio Peronista son referentes de hoy ¿cómo te llevás con eso, por un lado, y con los odiadores, por otro?
-No me siento un referente a la altura de mis referentes ni de mis contemporáneos. Me siento un comediante del ascenso, con cierta tragicómica conciencia de sus limitaciones. Disfruto cuando la gente me dice que se va contenta de los shows. Los odiadores, por otro lado, son un problema virtual. No he tenido la suerte de verle la cara a ninguno de los que me insultan en redes.
-En tus planteos, además de humor hay cruces con la literatura, el psicoanálisis, la filosofía, ¿cuánto tomás de tu formación académica y periodística al momento de pensar en un espectáculo?
-No me dediqué a lo que estudié, de modo que algo tenía hacer con eso. Intento involucrarlo porque me parece gracioso el contraste entre la obra de grandes pensadores y la obra de un Macri o un Milei, o sea, de todo lo opuesto a un gran pensador. Además, me interesa cómo se enriquece el chiste con lo ñoño.
-Según tu fan page de facebook, tu primer show "formal" sucedió el 4 de abril de 2014 en Colonia Caroya, ¿Tendrás tu década ganada?
-En realidad mi primer show "solista" fue el 4 de febrero de 2014. Desde 2009 hago stand up, y empecé a hacer humor político específicamente en 2011. "Peroncho", como show unipersonal nació en febrero de 2014 y no, no estoy preparando nada especial. Me quedé con un sabor amargo tras producir una gran función para celebrar las 1000 funciones, una gran inversión que hice para llegar por primera vez a una sala de más de 500 butacas en el Sindicato Luz y Fuerza de Córdoba. La función iba a ser en marzo de 2020, pero a un campesino en Wuhan se le ocurrió que era buen momento para probar la sopa de murciélago y bueno: una cosa lleva a la otra, tuvimos que suspender.
-En su momento opusiste pasiones alegres a "la revolución de la tristeza amarilla". Ahora a la motosierra, ¿qué imaginás que harás en 2027?
-Estaré militando la reelección del gobierno peronista que asuma dentro de unos meses cuando este experimento espantoso con seres humanos llegue a su fin.