Siguiendo con el tema de la nota principal, se debe agregar que trampear los registros y demoler edificios catalogados no sólo es un ilícito sino una admisión de mediocridad profesional. O en términos de las publicaciones que representan a la industria especulativa, es no “aprovechar los valores inigualables de los edificios con valor histórico y protegidos”. Como continuó “Clarín Clasificados” en una reciente tapa, es un caso de perderse “una tendencia que le saca el jugo a nuestro ilustre pasado. 

Por supuesto que estas notas tienden a concentrarse en emprendimientos que no podrían demoler aunque quisieran, por tratarse de edificios de cierto tamaño y fama. Entre los ejemplos está el viejo asilo de la calle Cabrera, en lo más movido de Palermo “viejo”, en el que se agrega un volumen moderad, liviano y retirado, y se concentra en reciclar un edificio de buen metraje. También hay un caso en Las Cañitas, se habla del Palacio Paz –más para incluirlo que por otra cosa, que no se toca el palacio– y esa muestra de mal gusto en diseño que es el futuro Aberg Cobo, un aburrido cajón de vidrio por encima de una elegante fachada francesa.

En los casos de la calle Yerbal y Joaquín V. González, es evidente la falta de imaginación de qué hacer con una fachada y un edificio muy superiores a lo que se hace hoy. Ni para integrarlos les da...