Su colorido pañuelo en la cabeza y su fortaleza discursiva son marcas registradas de Piedad Córdoba. La ex senadora colombiana que hablaba de paz cuando nadie lo hacía, según sus propias palabras, quiere ser presidenta de su país y se postula para las elecciones del 27 de mayo de 2018 con la intención de cambiar el modelo económico neoliberal.
Piedad Córdoba ha tenido un rol humanitario innegable en su afán por la liberación de rehenes de las FARC, la principal guerrilla colombiana, devenida en partido político con la misma sigla. Córdoba participó en la puesta en libertad de varios secuestrados, como Clara Rojas, ex candidata a la vicepresidencia. Piedad debió enfrentar acusaciones de que era una aliada del grupo insurrecto, fue inhabilitada en 2010 por la Procuraduría para ejercer su cargo de senadora hasta que el Consejo de Estado dejó sin efecto la medida en 2016, después de seis años. “Las mujeres como Cristina, Dilma y yo hemos sido satanizadas, perseguidas. Todavía la sociedad no se acostumbra a las mujeres con criterio propio, fuerza y pensamiento autónomo” sostiene Córdoba en diálogo con PáginaI12.
Córdoba se enorgullece de que la Universidad de La Plata le notificara que recibirá el premio Rodolfo Walsh en Bogotá, aún con fecha a definir. “Walsh es muy representativo en la lucha por los derechos humanos”, sostiene esta dirigente que pertenece al movimiento independiente Poder Ciudadano, una corriente progresista que nació hace quince años del Partido Liberal. “Mi alianza es con la gente, el cara a cara con la gente… su preocupación por el día a día, por los temas de servicios públicos, movilidad, la salud, que es un desastre en Colombia, el empleo, la educación”. Y agrega: “Me da gracia cuando dicen que vamos a llevar a Colombia el castro-chavismo. Colombia está mal hace rato, la apertura comercial acabó con la industria, está desindustrializada. El país tiene una economía de casino financierizada, el 48 por ciento de los activos están en propiedad del sector financiero, en manos de cinco bancos; el sector manufacturero colapsó por la importación y por el contrabando. Importamos materias primas, estamos como en la época de la colonia. El país tiene una deuda externa –de 120 mil millones de dólares, el 42 por ciento del PIB– hay 9 millones de indigentes y 13 millones de pobres”.
La apertura de la economía colombiana a partir de los años noventa con los Tratados de Libre Comercio dejó sus efectos negativos. Córdoba propone recuperar lo perdido: reconvertir la industria nacional, apoyarla, volver a poducir en el campo. “Un país que era capaz de autoabastercerse hoy importa comida. El campo está solo. Obligan a los campesinos a la erradicación de cultivos, lo que es una infamia.” Se le pregunta a la ex senadora qué país de la región tiene como referente, más afín a sus ideas. “A mí me encantaría que tuviéramos gratuidad en la educación y en la salud como en Argentina, lo que hizo Bolivia con los recursos naturales, revisar la carga tributaria de las empresas, comprometerlas a que un alto porcentaje de esos recursos se quede en el país. En Colombia lamentablemente estamos convirtiendo el territorio en enclaves turísticos. Me encantaría tener las carreteras que hay en Ecuador. La renta minima para la gente que hay en Venezuela, así como la pensión para todo el mundo.”
A Colombia le cuesta cicatrizar las heridas de décadas de conflicto armado. Es un país polarizado, con dificultades para la reconciliación. “Yo me he mantenido en el tema de la paz. Yo hablaba de paz cuando nadie lo hacía. Por eso celebro con alegría que se acabara la lucha armada. Fue parte de mi lucha de muchos años. Respeto de la decisión de llamarse FARC como partido, pero es complicado para el imaginario de la gente. Pero si se hubieran cambiado el nombre dirían que es para engañar al electorado. La sociedad está muy polarizada, ha sido manipulada por los medios y por sectores que no quieren ningún cambio.”
Una podría pensar que con los acuerdos de paz pierde terreno la derecha guerrerista. Córdoba se muestra escéptica: “A la derecha conservadora, al uribismo, no los conmueve el hecho de que se acabe la guerra. La derecha colombiana es una elite sectaria que ha apelado al paramilitarismo para despejarse el camino e impedir que lleguen nuestras voces”. Córdoba confía en que la izquierda pueda llegar al Palacio de Nariño pese a que aún no hay alianzas definidas ni un claro favorito.
Este artículo fue publicado originalmente el día 19 de noviembre de 2017