El 19 de septiembre de 1887 se inauguró el servicio de agua potable en Rosario. La ciudad tenía 51 mil habitantes y el beneficio alcanzaba a unas 10 mil personas. Fue una de las primeras ciudades argentinas en tener agua potable. Eran tiempos de reformas y transformaciones culturales, en el que las ciudades se alejaban definitivamente de la figura del aguatero. Y, por unanimidad, caducaba definitivamente la imagen de la bañadera de lata y del lavabo portátil de loza o metal. Sin embargo, esta ciudad, una de las pioneras en agua potable en Argentina por décadas ha incurrido en abandonar otra agua, la los bebederos públicos (derecho de jarras de agua pública potable, libre y gratuita).

La población actual en Rosario es de 1.009.037 personas. Tenemos un problema estructural ambiental de inequidad social de varias décadas. Aún hoy, 120 mil personas no acceden integralmente al agua. Padecen de indigencia y pobreza de agua. La territorialidad urbana de la ciudad marca una heterogeneidad asimétrica y simultánea muy consolidada y deteriorante de vida. Estamos famélicos de consensos a los que no se acceden, por las tormentas de banalidades y narcisismos biográficos divorciados de lo colectivo. Porque hay una intimidad íntima que nos llega desde el pasado no querido, pero que nos atrapa: la desconfianza. Sin embargo, es la virtud de las necesidades la que nos demandan arribar a consensos: erradicar la pobreza e indigencia de agua y la falta de bebederos en las plazas, plazoletas y en los grandes espacios verdes. Nadie pide el paraíso ni la existencia naif. Pero, que en la urbanidad haya 120 mil personas que no accedan integralmente al agua es gravísimo. Y, que en Rosario, en sus aproximadamente 450 plazas, plazoletas, y en los 15 grandes espacios verdes haya solamente 77 bebederos es muy preocupante. Ambas situaciones son de lesa ambientalidad urbana. La ciudadanía, para poder gozar en igualdad y libertad social de los espacios públicos, necesita de la vigencia plena del derecho humano al agua. Las personas no deben ni pueden portar un monto económico para comprar otras bebidas ante la ausencia de bebederos. Estamos ante la presencia de una lesión al derecho a la vida pública. 

Si los bebederos, derecho de jarras en la urbanidad, están ausentes y la gente no tiene dinero para otras bebidas, cómo hacen las familias, la infancia, la juventud, los deportistas, los que hacen actividades físicas, los que corren, los caminantes y las parejas ante semejante falta de agua comunitaria. En un país como el nuestro, con más del 300% de inflación góndola, con profunda recesión y ajuste en sueldos y jubilaciones, poder realizar los beneficios de la vida pública en los espacios verdes y secos públicos, requieren de una transformación de configuración cultural ambiental que es la de entender que acceder a lo público no debe ser mercantilizado. Caso contrario se produciría una regresión ambiental hacia la feudalización de la vida. Porque solamente el que tiene portación económica tendría pleno ejercicio de goce de lo público. La dirección de la Cátedra del Agua UNR y luego el CeIAgua UNR vienen, desde el 2011, bregando por equidad social y ambiental urbana al Estado de Rosario, ante una patología administracional de muchas décadas, consistente en la normalización de que en los espacios públicos no esté garantizado el derecho humano al agua potable, libre y gratuita por medio de bebederos. Aún la calle Recreativa, con aproximadamente 28 kilómetros, demuestra la insuficiencia de bebederos públicos.

En el año 2013 la dirección de la Cátedra del Agua UNR realizó un trabajo técnico con un relevamiento sobre 62 espacios públicos verdes y secos, y verificó que el 97% no tenía bebederos. El déficit hídrico ambiental público resultaba y resulta palmario. A partir del trabajo técnico y de gestión que hicimos desde la dirección, logramos que el Estado Municipal de Rosario en el período 2013-2014 se comprometiera a colocar 140 bebederos de agua (derecho de jarras de agua en espacios públicos). Colocaron 77, fue un positivo avance pero insuficiente para una ciudad de 1 millón de habitantes. 

La mayoría de los bebederos están concentrados en la zona céntrica, el norte en mucho menor medida, y quedando el sur, sudoeste y oeste secundarizados. El déficit hídrico público es notable. Necesitamos que construyamos una cultura del Agua con equidad ambiental y social y que el Estado de Municipal de Rosario coloque bebederos en espacios públicos verdes y secos. En los grandes parques se requiere un bebedero de agua cada 200 metros. Ello responde a un promedio etario-espacio de personas de la infancia, de la juventud y de adultos mayores, en sus desplazamientos físicos que tienen que realizar para acceder al agua potable, libre y gratuita. Los espacios públicos verdes y secos deberían estar convocados a recibir amablemente a la ciudadanía. Encontrarse con el espacio comunitario es recordar que la sociedad armonizada, aún es la sociedad necesaria.

(*) Magíster en Ambiente y Desarrollo Sustentable, Especialista en Ambiente y Desarrollo Sustentable, Director de la Cátedra del Agua UNR, Director del Cent.Inter. del Agua UNR.