La última vez que William Butler estuvo en Buenos Aires fue en 2017, a raíz del recital que dio Arcade Fire en el Festival BUE, celebrado en Tecnópolis. Ni en esa ocasión ni en su debut en los escenarios porteños, en Lollapalooza Argentina 2014, pudo recorrer la ciudad de la forma que a él le hubiera gustado. “Cuando estás de gira, nunca podés quedarte mucho tiempo en un mismo lugar”, se lamenta el músico al otro lado del Zoom. Ese sinsabor es comprensible, sobre todo si se toma en cuenta que su madre casi lo dio a luz durante el tiempo que vivió junto a su padre en la capital argentina. “Eso fue a principio de los años '80. Ella estaba embarazada de mí”, explica. “Llegué a conocer el antiguo departamento en el que vivieron, aunque no entré. También conocí a sus amigos argentinos y me llevaron a la parrilla a la que iban. Tenía algo sofisticado. Parecía un espectáculo en sí misma”.

-Considerando que sos curioso, ¿llegaste a descubrir o solés escuchar a algún artista argentino?

-Siento decepcionarte pero estoy en deuda con eso. No conozco nada de la música argentina. Tampoco estoy al tanto de ninguna otra escena musical. De la única movida de la que más o menos sé algo es de la de Nueva York, porque es la ciudad donde vivo. También consumo su comedia. Uno de los pocos instantes del día en el que escucho música es cuando acuesto a mis hijos.

A pesar de que Arcade Fire volverá este año al país, nuevamente de la mano del festival Lollapalooza, William no será de la partida. En 2022 anunció que dejaba la banda. Por si la decisión no quedó clara, basta con entrar a su cuenta en X (la red social antiguamente conocida como Twitter). La presentación de su perfil dice: “Hola, amigos. Dejé Arcade Fire”. Mediante esa misma plataforma, el multiinstrumentista y vocalista advirtió que decidió cortarse solo no porque tuviera alguna clase de conflicto con sus (ahora) excompañeros. La determinación la venía masticando desde hace tiempo, más que nada porque, tras dos décadas en el proyecto canadiense, ya no tenía motivaciones para seguir. Se había desencantado con el camino que tomaron. Es por eso que, una vez que terminó la grabación del álbum We (2022), se fue en búsqueda de cosas nuevas.

A William se le conoce también por su apócope, “Will”, y el año pasado plasmó esas “cosas nuevas” que le hacían ilusión en su primer disco en calidad de ex Arcade Fire: Will Butler + Sister Squares. Sobre las expectativas de este repertorio, el cantante y compositor nacido en 1982, en California, comparte: “Hacer este disco ya es una recompensa en sí y más con esta banda. Lo otro que me gustaría es que fuera lo suficientemente exitoso para que pudiéramos ir a tocar a Buenos Aires, por ejemplo. Mi idea es viajar y tocar mi música. Con eso ya tengo suficiente”. De todas formas, vale la pena aclarar que no es su primer álbum solista. Mientras fue parte del grupo, realizó tres trabajos. El último de ellos fue Generations, lanzado en 2020. “Definitivamente, ésta es una fase diferente”, dice. “Los otros discos son buenos, pero éste es el mejor”.

-¿Dónde conociste a Sister Squares?

-Toco con ellos desde hace tiempo. Miles Francis, Sara Dobbs, mi esposa Jenny Shore y su hermana Julie Shore conforman el grupo. Este disco lo construimos entre todos nosotros. Fue un proceso distinto a lo que hice en los últimos 20 años. Con mi esposa, que es coreógrafa, estuve colaborando durante mucho tiempo, y siempre quisimos hacer algo juntos.

-¿Sos el frontman del proyecto o se comportan de manera horizontal?

-Hay algo profundamente colaborativo en esto. Muy al estilo del teatro, fuimos construyendo estas canciones. Se trata de intentar conseguir el mismo trabajo de parte todos para que la propuesta se mantenga viva. Estoy muy inspirado por ese proceso.

-Si se compara este nuevo álbum con tus otros discos, hay un punto de inflexión. De hacer rock, pasaste a experimentar con la electrónica y el pop.

-Pienso mucho en eso. Supongo que tiene que ver con la influencia que me generan los artistas que me acompañan en este proyecto. A eso le sumo haber crecido escuchando a NSYNC o mi debilidad por las canciones de Beyoncé. Hace unos meses, fui a ver a Rosalía al Madison Square Garden. Mi cuñada se enfermó y nos dio sus entradas. Aluciné con lo que vi. Ese show me aportó una perspectiva distinta de lo que pasa.

-Sorprende toda esa mezcla.

-También crecí escuchando a New Order. De hecho, siempre quise sonar como ellos: tocando apropiadamente. Mi referencia rítmica no sólo proviene del afrobeat sino también de Justin Timberlake. Cuando empezás a unir todas esas referencias, quedan en evidencia los sintetizadores y las cajas de ritmo. Este disco le da mucho espacio al ritmo.

-Estas canciones parecían más bien una consecuencia de LCD Soundsystem, Hot Chip y hasta de Talking Heads.

-Quería sonar como Fela Kuti o como la versión robótica de Tony Allen (baterista histórico del Fela Kuti, pionero del afrobeat). En otros casos, intenté que alguna canción pareciera una caja de ritmos de Prince. Miles se ponía a tocar la batería sobre un beat, lo mezclábamos con algo de rap y salía un tema nuevo. En un momento de la grabación, tuve una especie de epifanía con “Once in a Lifetime” (hit de Talking Heads) y de pronto me preguntaba: “Dios mío, ¿cómo llegué hasta acá?”. Las 14 canciones del disco están conectadas por el propio proceso experimental.

-Donde más se nota esto último que decís es en el tema “I Am Standing in a Room”.

-Cuando se la puse a mis hijos, me dijeron que eso no era una canción. Eso es genial, porque esa canción es la no-canción. Me gusta esa imagen. Es un pequeño viaje al que le fui dando forma a medida que lo hacía. Sin embargo, lo que más me atrae de este disco es que se sientan que nuestras voces están en una misma habitación (el álbum fue grabado de forma artesanal en el estudio casero de Butler).

-¿Y en qué te inspiraste al momento de escribir las letras?

-Aunque ahora vivo en Nueva York, curiosamente las letras están inspiradas en el mundo natural. Le cantamos a las flores, a las hojas y al viento. Hay algo de estar rodeado de toda la humanidad, como cada vez que vas al parque el fin de semana y coincidís con ancianas, musulmanas de Bangladesh y familias completas de República Dominicana. Leí mucha poesía antigua y simplemente lo intenté.