¿Quién se va a animar algún día a decirle al presidente Javier la verdad? Hace unos años, en un programa televisivo, con cierto tono bizarro, afirmó que iba a ser el próximo presidente. Se rieron. Y ahora es el presidente. Mientras hacía la campaña usaba una motosierra para romper todas las instancias del Estado. Sus posibles votantes decían: “no, no hará eso”, y ahora lo está llevando a cabo con alto padecimiento de la población. Por cierto que también mintió, harto sabemos que “la casta” era el pueblo y que se comporta como el empleado del mes de grandes poderes económicos. Pero aún mucha ciudadanía confundida no lo puede creer.
Lo último ya fue desesperante y exasperante: le dijo a los millonarios de Davos que él casi por obra divina, tiene la precisa para acabar con un supuesto e imaginado comunismo – colectivismo destructor. Y hasta, como héroe del individualismo libertario, será capaz de llevarlos a la victoria sobre el Maligno. Por cierto desató carcajadas, incredulidades de variado tipo y hasta logró una selfie con la representante del FMI que sonreía como madre apaciguadora de tanta bizarría (lo importante para el Fondo es cobrar la deuda). Los ricos que escuchaban no son tontos, saben qué es usar a alguien y luego, cuando ya no les sirve, tirarlo (pregunten a Guaidó).
De regreso - y mientras la población argentina minuto a minuto aumenta su pobreza desde que este personaje gobierna - fue férrea y constante la actividad de tuitear y retuitear. En efecto, el Presidente tuiteó 517 veces en 24 horas. Recibió y alabó el tuit de Elon Musk: “Elon Musk siempre del lado de las Fuerzas del Cielo…!!!” Y a su vez el magnate había posteado un meme con contenidos sexuales al mejor estilo porno valorando lo “hot” del discurso de Milei. (si quiere el litio no hace falta tanto descalabro).
Lo cierto es que ya no sólo como candidato sino – dicho en modo cosplay- vestido de presidente se explaya en ondas autoritarias (hasta con periodistas mujeres de su grupo), pone énfasis repetitivo en consignas vacías, fantasmáticas, amenazantes, tiene un pensamiento de individualismo extremo, muestra ambición destructiva, violenta, un cierto regodeo perverso – “niños envaselinados”, “mientras ellos miran a la señorita por internet yo estoy en medio de sus sábanas”, dijo en la campaña - y un actuar como personaje de ficción de un extraño reino sombrío y hostil donde solo valdría la pena salvar a los mastines. Un desastre por más que Musk y Trump lo alaben porque les convenga un subalterno así.
Lo cierto es que cuanto más avanza lo real, más tuits y retuits produce, más exasperación demuestra, más servidumbre expone Javier Milei hacia los poderosos responsables de un capitalismo también bizarro que no teme exterminar a la mitad del planeta. Pero lo real avanza. La inflación tiene cifras inusitadas, una elite mínima multiplica sus riquezas, el dólar vuela, la ciudadanía trata de defenderse de tanta injusticia, el “mundo” se ríe, y hasta el socio amarillo ya está en conversaciones con la vicepresidenta. ¿Quién se va a animar a decirle la verdad? ¿Quién le explicará al presidente que cayó la URSS, que China es buen comprador de soja y carne, que no basta con copiar algunos textos de economía para ser economista, que no sirve vivir disfrazado, que la calvicie se asoma junto con la papada, que no vale la pena tanta demostración de virilidad, que están haciendo mucho daño al pueblo, que no se pueden vender así no más los bienes de la Patria?
Detrás del personaje ¿habrá una persona? Por lo pronto, pareciera haber un ser inseguro, con dificultades para los límites, caprichoso, que necesita afirmarse de modo permanente con halagos de los ricos y cierta perversión. Como en círculos concéntricos también lo acompaña un grupo especial de cuidadoras y una elite de poder tradicional entre las finanzas y el saqueo, a quienes no les interesa para nada el dolor de la población, ni tampoco cuántos deban caer para lograr sus fines. Urge entonces la respuesta popular antes de que sea demasiado tarde.