Conforme los trabajadores fueron logrando disminuir la duración de la jornada de trabajo, los grandes empresarios fueron implementando métodos nuevos de explotación de la fuerza de trabajo. Como no podían disponer de los trabajadores por tantas horas, han tenido que implementar la productividad del trabajo, la utilización de la mano de obra de manera más intensa, para mantener e incluso extender la extracción del excedente.
En el centro del capitalismo ese mecanismo ha permitido un gran ciclo de desarrollo económico, que ha combinado expansión e integración de amplios sectores de la clase trabajadora. Mientras que, en la periferia, los mecanismos han sido otros.
Llegando retrasadas al mercado internacional, las burguesías periféricas han intensificado la explotación de la clase obrera para lograr condiciones competitivas en el plan internacional, que les permitiera encontrar espacios en ese mercado. De ahí que los mecanismos de superexplotación se hayan desarrollado tan ampliamente en la periferia.
La categoría de superexplotación del trabajo es parte inherente de la teoría marxista de la dependencia, elaborada por Ruy Mauro Marini, gran intelectual brasileño, que ha vivido y producido prácticamente toda su obra en el exilio, en Chile y en México, siempre asociada a la militancia política, en Brasil en la organización Política Obrera (Polop), en los otros países en el MIR chileno. Su obra articula una concepción de cómo en la periferia se combinan la dependencia externa con las condiciones específicas de la lucha de clases, particularmente de la extracción del excedente.
Es sólo en ese marco teórico que se puede comprender cabalmente el significado y el lugar de la superexplotación del trabajo. Se trata de formas agregadas de explotación, de extensión de la jornada y de intensificación de la explotación que, combinadas, generan mecanismos que elevan la explotación muy por encima de las condiciones normales, estructurales, de extracción de la plusvalía.
Ese mecanismo, a su vez, bloquea cualquier posibilidad de expansión del mercado interno de consumo popular, porque se remunera a los trabajadores por debajo de sus necesidades básicas. De ahí que los modelos de acumulación en la periferia dependan de las altas esferas de consumo del mercado y de exportación.
La superexplotación requiere, a su vez, condiciones políticas para poder concretarse. En Brasil, fue indispensable el “bloqueo salarial” (arrocho salarial), para que se diera el “milagro económico” durante la dictadura militar. Fue el santo del milagro económico. La dictadura combinó así la represión política con la superexplotación de los trabajadores.
Las restauraciones neoliberales en países como Argentina y Brasil concentran gran parte del accionar de los gobiernos en generar las condiciones para aumentar la explotación de los trabajadores. La “reforma laboral” brasileña es el mejor ejemplo de la imposición de condiciones salvajes a los trabajadores, que incluyen, entre otras, medidas como reducir para menos de una hora el horario de almuerzo, permitir que mujeres embarazadas o que amamentan trabajen en condiciones insalubres. Prácticamente son abolidos los derechos elementales de los trabajadores, incluyendo la duración de la jornada de trabajo y el salario mínimo, que tienen que ser discutidos en cada paritaria. Se impone, como dicen cínicamente sus promotores, lo discutido sobre lo legislado, esto es, si el nivel de desempleo y la correlación de fuerzas en que se dan las negociaciones lo permiten, no hay límite para que se impongan las condiciones más salvajes de explotación de los trabajadores.
Los regímenes de excepción, en que el Poder Judicial ya no es garante del Estado de derecho, en que gobiernan los banqueros, en que se impone la tercerización de las relaciones de trabajo, en que se retira las defensas de los sindicatos para defender las conquistas de los trabajadores, en que se impone el Estado mínimo, con la centralidad del mercado, es el mejor escenario político para que la superexplotación de los trabajadores se imponga.
Hasta hace alrededor de algunas pocas décadas, la sociología del trabajo era una de las especializaciones más prestigiosas y buscadas en el campo de las ciencias sociales. Después de las críticas a la excesiva “centralidad del trabajo”, se ha pasado al polo opuesto, en que pareciera que las actividades del trabajo son unas entre tantas otras, y no ya la actividad esencial que ocupa la mayor parte del tiempo de la gran mayoría de las personas en el mundo.
Hay que rescatar la importancia de las relaciones de trabajo, en un mundo en el que, más que nunca, la mayor parte de la humanidad vive del trabajo, por más diferenciadas que sean esas actividades. Que esa gran mayoría vive del trabajo y para el trabajo. La teoría marxista de la dependencia de Ruy Mauro Marini es el mejor marco teórico para ese indispensable rescate.