Desde Londres
Las negociaciones por el Brexit están estancadas. Con este veredicto unánime alcanzado en 90 segundos, el Consejo Europeo, que reúne a los 27 miembros de la Unión Europea, dejó en claro que las conversaciones no pueden avanzar a la segunda fase que debe fijar la relación que habrá con el Reino Unido después de 2019.
El comunicado europeo no se anduvo con vueltas respecto de las causas. “La Unión Europea ha notado que el Reino Unido dice que quiere honrar las obligaciones financieras contraídas como parte del bloque, pero no traduce esta voluntad en un compromiso firme y concreto para arreglar todas las cuentas pendientes”, señaló el comunicado.
En otras palabras, dinero. Entre la UE y el Reino Unido existe un abismo al respecto y ni la frenética diplomacia británica esta semana, que incluyó dos viajes de Theresa May a Bruselas, han logrado cerrar la brecha.
El punto de partida británico son los 20 mil millones de euros que ofreció la primer ministro británica en el discurso de Florencia el mes pasado. “Una oferta generosa”, insistió May ayer ante la prensa.
Entre los europeos, las cifra extraoficial ronda los 60 mil millones de euros. La canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuele Macron no dieron un número, pero dejaron en claro que faltaba mucho para un acuerdo. El francés fue el más duro. “No hemos llegado todavía a la mitad del camino sobre el tema financiero. Ahora está en manos de May”, dijo.
En estas negociaciones dos más dos no es cuatro: cada cuenta es calculada de distinta manera por las partes.
La cuenta europea incluye las contribuciones presupuestarias del período 2014-2020, los pasivos o obligaciones por préstamos a otros miembros, la pensión de funcionarios de la UE en los más de 40 años en que el Reino Unido fue miembro, gastos varios, como la reubicación de la European Banking Authority y la European Medicines Agency, ambas basadas en Londres
En el Reino Unido se quejan que los europeos están inflando los números y que, por ejemplo, piden 7 mil millones más de lo correspondiente por el tema de las pensiones. La queja de los europeos es más fundamental: el Reino Unido no hace más que criticar las cuentas europeas sin presentar su propio cálculo del asunto. “Estamos analizando punto por punto estas cuentas”, repitió ayer la primer ministro británica.
Con un poco de optimismo, algunos analistas interpretaron estas palabras de May como una puerta entreabierta a mejorar la propuesta que hizo en Florencia. Según versiones “off the record”, la primer ministro había dicho de manera explícita que mejoraría la oferta de Florencia durante la cena que mantuvo con los 27 mandatarios del Consejo Europeo el jueves.
La UE también entreabrió la puerta a su manera al señalar en el comunicado que comenzaría a analizar la posición que adoptaría sobre la negociación concreta del Brexit, es decir, sobre qué tipo de relación comercial y financiera tendría el bloque con el Reino Unido una vez que se efectivice la retirada británica en marzo de 2019.
El tiempo apremia. En la práctica el plazo para llegar a un acuerdo termina mucho antes porque los parlamentos de los 28 países, incluido el británico, deberán debatir y aprobar el acuerdo a que se llegue. con estancamiento en la primera fase –la cuenta del divorcio, los derechos de los ciudadanos europeos y británicos, y la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda– después de siete meses de negociaciones y poca claridad sobre la fase siguiente, muchos empiezan a dudar que se llegue a un acuerdo.
En el sector financiero británico, en el empresario y, con mucho menor poder de fuego, en el sindical, la cuenta regresiva se acelera este diciembre. Banqueros y multinacionales han avisado públicamente al gobierno británico que si no hay claridad respecto al tipo de relación que habrá con la UE a fin de año, tendrán que comenzar a planificar el éxodo a otras capitales europeas.
A nivel comercial la Unión Europea representa el 45 por ciento de las exportaciones británicas y el 55 por ciento de sus importaciones. Según el Banco Mundial el comercio disminuiría a la mitad si no hay acuerdo. La Society of Motor Manufacturers and Traders, que agrupa a las automotrices y concesionarias, advirtió que el costo de los coches importados subiría en unos dos mil dólares. El sector, que exporta un 80 por ciento de su producción y emplea a 169 mil trabajadores, viene clamando por un “soft Brexit” desde que los británicos decidieron separarse de la UE en el referendo de junio del año pasado.
El sector financiero, normalmente la “Darling” de los conservadores, viene haciendo planes de relocalización desde el referendo. En un twitt que puso los pelos de punta al gobierno el CEO de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein alabó ayer uno de los centros financieros continentales que quieren sacar tajada del Brexit. “Lo he pasado muy bien en Frankfurt. Reuniones excelentes, un clima maravilloso. Es una suerte porque voy a estar pasando mucho tiempo acá dentro de muy poco”, tuiteó.
Un gigantesco obstáculo en las negociaciones es que mientras el bloque presenta un frente homogéneo a pesar de representar a 27 países distintos, los británicos están divididos entre tantas tribus que el margen de maniobra de Theresa May, una política que no se caracteriza por su sagacidad, es mínimo.
¿Qué chances hay de que se destraben las negociaciones de acá a diciembre? Todo dependerá de la correlación de fuerzas entre las tribus británicas que, por el momento, tienden al estancamiento y el impasse. Este estancamiento se ve en otra odisea que enfrenta el Brexit: la aprobación en el parlamento de la llamada “Repeal Bill”.
El proyecto de ley busca incorporar y reemplazar la legislación europea adoptada por el Reino Unido en los 43 años de pertenencia al bloque. Esta semana el parlamento decidió posponer por una semana el debate que iba a haber en los comités de las más de 300 enmiendas que presentó la oposición y diputados conservadores pro-europeos.
Desde que perdió la mayoría parlamentaria en las elecciones de junio, May ha procurado patear la pelota hacia adelante para evitar un golpe interno de los mismos conservadores, sean los que buscan un Hard Brexit –separación sin acuerdo– como los que quieren un Soft Brexit –mantener al máximo el nivel de relación actual–. Hoy hacer la plancha dejó de ser una opción.