"Habría un par de cosas que decir/ que nadie ya lee mucho/ que esos nadie son pocos/ que todo el mundo está con el asunto de la crisis mundial/ y con el asunto de comer cada día/ se trata/ de un asunto importante/ recuerdo/ cuando murió de hambre el tío juan/ decía que ni se acordaba de comer y que no había problema/ pero el problema fue después/ no había plata para el cajón/ y cuando finalmente pasó el camión municipal a llevárselo/ el tío juan parecía un pajarito". Fragmento del poema de Juan Gelman: “Sobre la poesía”.

Elijo estos versos que para mí son un padrenuestro, un manifiesto, un mantra, una ley de leyes para anunciar el 22º “Encuentro de poetas con la gente” de Cosquín que comenzó ayer en el patio de la Escuela Roca, frente a la Plaza de los Artesanos, a las 21.

Mucha gente ha estado trabajando para el necesario acontecimiento: Hugo Francisco Rivella coordinador y alma mater junto a Miguel Vera y Graciela Robles de la “Morada de los poetas” creo, el patio más bello y amoroso de Cosquín. También es necesario mencionar y agradecer al señor intendente Raúl Cardinalli, al Secretario de Cultura de la ciudad, Jorge González, a Laura Fussi por su gestión administrativa y a Perita Luna en logística porque este año tendremos la presencia de poetas de Ecuador, Uruguay y Perú acompañando a los argentinos convocados.

Categorizar no es lo mío, pero creo que se trata del más importante y significativo acontecimiento poético de nuestro país, por muchas razones. En principio, por la vocación comunicante y fraterna que sostienen los organizadores: el encuentro, dado que éste no es un simple título elegido anodinamente para convocar a los que escriben y a los que leen sino un propósito para el cual se trabaja.

Además, este año en particular es muy importante porque, por primera vez, la poesía llegó también a la plaza mayor, el pasado domingo 21, en la noche inaugural, con los versos de los poetas, Hugo Francisco Rivella y León Vargas que recibieron un aplauso victorioso tras escuchar sus palabras.

La palabra encuentro socava la línea divisoria entre el que escribe y el que lee. Particularmente en poesía esa línea es lábil, según el maestro Bachelard, puesto que el lector de un poema sueña que es poeta, sueña que escribió el poema que lee. Desde este lugar, el lector de poesía se vuelve poeta. Al leer a Gelman, soy Gelman. Al leer a Pizarnik, soy Pizarnik. Al leer a mis compañeros poetas soy todos y cada uno de ellos. A ese nivel, el encuentro. A ese nivel, la poesía. Ser conscientes de esto profundiza el valor del evento poético que lleva desarrollándose veintidós años.

También lo considero importante y significativo, porque la idiosincrasia del mismo está lejos de ciertos formatos institucionales (institucionalizados) que son proclives a generar distancias, no encuentros. Para ilustrar la diferencia, se puede mencionar que, entre lectura y lectura, en el intervalo musical, es muy posible que el público y los poetas se muevan de sus asientos para bailar una zamba, un chamamé, una chacarera según sea el repertorio de los músicos invitados.

Otra de las razones para considerar el “Encuentro de poetas con la gente” el más significativo de nuestro país es, justamente, por la índole de quienes convocan: los poetas, “esos conspiradores” (tomo las palabras de la ponencia de Silvia Ruibal en las V Jornadas de Sociología de la UNLP, investigadora del Instituto Superior de Estudios Pedagógicos de Córdoba). Si hay un colectivo cultural capaz de significar la palabra encuentro, es justamente el de los poetas. Y no lo conjeturo desde una idealización, sino desde la capacidad que tienen para complejizar, expandir y hacerla experiencia a la palabra.

Finalmente, sin dudas el marco en el que se desarrolla el “Encuentro de poetas con la gente” es privilegiado. La ciudad se colma de un público ávido de canciones, de música regional, de palabras que subliman el dolor y el desasosiego, palabras que hablan de la belleza y la más profunda conexión con nuestra tierra. Cada casa de la ciudad abre puertas y ventanas, la música lo atraviesa todo. La multitud que transita por las calles vibra una sensibilidad proclive al abrazo real y simbólico. Así, el público que accede a la escuela Roca, es altamente diverso, están los poetas que escuchan a sus pares, los lectores que se van a encontrar con sus amigos poetas, los curiosos que entran y se sorprenden.

Cada año se renueva la cofradía de conspiradores provenientes de distintos y distantes puntos del país que llegan por manos extendidas, por esfuerzo propio, por cooperativismo hasta un punto de encuentro que si no recibiera el apoyo del estado en su dimensión municipal, en este caso, no tendría la envergadura ni el alcance que los ciudadanos, sujetos de derecho, merecen porque “nadie ya lee mucho/” y porque “esos nadie son pocos/”. Porque cuando escuchamos a los que hablan del “problema de la educación” deberían saber que ese “problema” no comienza en el aula, cuando los niños aprenden a leer y escribir las primeras letras, sino mucho antes: comienza con los padres, con los abuelos de esos niños que no han tenido oportunidad de acceder a las manifestaciones literarias por las escasas o nulas ofertas que los responsables de difundir y apopar la producción de bienes culturales les han brindado. Por lo tanto, si de verdad la educación es un tema tan importante, habrá que poner especial interés y hacer los mayores esfuerzos para lograr el incentivo del contacto con la palabra escrita, con la palabra leída. Y entre todas las palabras literarias si hay una primordial, es la poesía, porque,

"volviendo a la poesía/ los poetas ahora la pasan bastante mal/ nadie los lee mucho/esos nadie son pocos/ el oficio perdió prestigio/ para un poeta es cada día más difícil/ conseguir el amor de una muchacha/ ser candidato a presidente/que algún almacenero le fíe/ (“Sobre la poesía”, Juan Gelman)

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