La primera fotografía que Ataúlfo Pérez Aznar sacó en Punta Lara es de 1982. En ella, un hombre y su perro son sorprendidos por el fotógrafo platense que los captura mientras descansan junto a una camioneta, entre cenizas y tierra. La mirada fugaz del hombre configura la imagen y habilita la costa de Ensenada que se imagina en el fuera de campo, aquel espacio agreste donde cientos de bonaerenses pasaron sus veranos mirando el horizonte. Desde entonces, Pérez Aznar regresó una y otra vez a Punta Lara para construir esta serie que hoy cuenta con ciento catorce fotografías y que está dedicada a iluminar modos de vacacionar hasta entonces excluidos del imaginario visual nacional.

El verano, el tiempo libre y el ocio, como formas de la identidad bonaerense, interesaron a Pérez Aznar desde los inicios de su carrera artística. En 1981, comenzó su primer trabajo fotográfico en el país, dedicado al veraneo de la clase media en Mar del Plata. Si hasta entonces “la feliz” había sido construida visualmente como un paraíso del descanso, Pérez Aznar presentó en este trabajo las fotografías de una ciudad habitada, sufrida y gozada en proporciones desiguales.

Publicado en 1988, “Mar del Plata ¿Infierno o paraíso?” es el primer libro fotográfico de Pérez Aznar y una de las series más reconocidas de su carrera, expuesta en todo el mundo y ganadora del premio al “Mejor Libro Latinoamericano de Fotografía” del Centro Municipal de Fotografía de Montevideo. En este recorrido artístico, Punta Lara se abrió para el fotógrafo como una ventana a través de la cual fue capaz de desarrollar y complejizar la temática del ocio bonaerense poniendo foco ya no en la clase media “sino en los sectores populares”, según cuenta Pérez Aznar, y trabajando un espacio que, a diferencia de Mar del Plata, estaba despojado de un relato visual previo: en Punta Lara no se trataba de construir una contra-imagen, sino de instaurarla fotografiándola por primera vez.

“La Argentina es un territorio muy vasto donde, sin embargo, casi siempre está normalizada la mirada porteña. Si algo tiene de fascinante la vida, es la diversidad. Así yo vivo la fotografía. Todos somos distintos, sentimos distinto. Por lo tanto es imposible que se agoten los temas fotográficos. Yo empecé con Mar del Plata, donde indudablemente vacaciona la clase media. Después, ví en Punta Lara la posibilidad de tratar los sectores más populares que se acercaban todos los fines de semana desde distintos puntos de la provincia. Así busqué trabajar una parte de la cultura bonaerense, un tema con el que siempre estuve involucrado. Se trata de una mirada histórica sobre un espacio, más allá de cualquier coyuntura política”, cuenta el fotógrafo, que expuso por primera vez “Punta Lara” en 2006.

En esta primera muestra, que tuvo lugar en el Centro de Fotografía Contemporánea de La Plata, comenzaron a aparecer dentro de su encuadre toda una serie de imágenes totalmente desplazadas del imaginario visual asociado al veraneo: autos, motos, camiones o colectivos abiertos como carpas sobre la costa, familias vestidas dentro del mar o tomando sol junto a la Diagonal 74, parejas de “trampa” buscando en el río un espacio de resguardo y la mirada al horizonte como constante.

“No hay paisaje sin horizonte”, escribe el poeta Michel Collot. “Porque posee un horizonte, que limitándolo lo vuelve ilimitado, abre en él una profundidad, en la juntura de lo visible y de lo invisible. Esta distancia es el palmo de nuestra presencia en el mundo, el latido de lo próximo y de lo lejano”, agrega. Es en este horizonte, que desborda lo real, donde el arte, pero también la política, depositan sus deseos, en esa frontera que es capaz de reconfigurar las coordenadas del “paisaje”, eso que el lingüista y poeta Mario Montalbetti define como “la reducción formal del territorio”.

En Pérez Aznar arte y política convergen. “Yo empecé a dedicarme a la fotografía cuando nos vinieron a buscar durante la dictadura y tuvimos que irnos de La Plata”, cuenta el fotógrafo, que en la década del setenta militaba orgánicamente mientras estudiaba las carreras de Geografía, Antropología Cultural e Historia en la Universidad Nacional de La Plata. Así, enfoque estético, postura política, interés social y un mapeo geográfico del territorio bonaerense habitan cada una de las fotografías de Punta Lara bajo una confianza plena en las capacidades de la imagen. Al preguntarle de dónde eran las personas que vacacionaban en Punta Lara, Pérez Aznar responde: “no sé, yo nunca hablaba, sólo lo hacía si alguien me preguntaba algo. A veces me consultaban para dónde eran las fotos y yo respondía que para el diario, que era lo más fácil de explicar. Creo que puedo decir más profundizando el discurso fotográfico que complementando algo con la palabra”.

En “La función del arte”, uno de los primeros relatos que componen “El libro de los abrazos”, Eduardo Galeano narra la historia de Diego, un niño que conoce por primera vez “la mar” de la mano de su padre. Cuenta Galeano que luego de mucho caminar, niño y padre alcanzaron la cumbre de una duna. Fue ahí que la mar “estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura”. Cuando Diego logró hablar, “tartamudeando” pidió a su padre: “¡Ayudame a mirar!”. En la serie “Punta Lara” de Ataúlfo Pérez Aznar está presente esta doble función que Galeano asocia al arte: la de enceguecer y la de enseñar a ver. En sus fotografías lo no-visto se presenta como problema, pero también como invitación a complejizar una identidad bonaerense construida desde el relato y desbordada por la imagen.