Protagonizada por miles de africanos y afrodescendientes, la revolución haitiana fue la única revolución de esclavizados que triunfó en la historia de la humanidad y la primera independencia de América Latina. En un proceso súmamente complejo iniciado en 1791, los esclavizados primero liderados por Toussaint Louverture y luego por Jean Jacques Dessalines lograron derrotar a Francia, abolir la esclavitud, el racismo y el colonialismo y dar nacimiento a Haití en 1804.
Empero, a aquel inédito triunfo político militar le siguió el bloqueo y el asedio de las potencias colonialistas que convirtieron al joven país en un estado paria. Asimismo, las elites blancas del mundo atlántico se cansaron de difamar a dicho proceso acusándolo de ser una mera masacre de blancos, negándole su genuino carácter revolucionario, emancipatorio y universal. De esta forma, la más radical de las revoluciones del siglo XVIII y XIX fue sistemáticamente silenciada, hasta caer en el olvido. Un olvido que aún hoy persiste y explica por qué, a pesar de su enorme originalidad e importancia, sigue siendo una de las menos recordadas y estudiadas.
Ahora bien, aquel manto de silencio no sólo encubrió a dicho proceso sino también a los intelectuales haitianos que luego de 1804 utilizaron la pluma para continuar el combate contra el racismo, la esclavitud y el colonialismo todavía imperante en el mundo atlántico de aquella época. Luis Feéix Boisrrond Tonnerre, Juste Chanlatte, Julien Prevost, Felix Dufour y Jean Louis Vastey, fueron algunos de los pensadores que luego de la independencia continuaron las ideas revolucionarias enarboladas por las masas durante los años 1791 y 1804 dándoles profundidad y solidez teórica a través de la producción de una pléyade de obras ensayísticas, históricas, poéticas y teatrales. Éste, ciertamente, fue un esfuerzo colectivo apoyado, a su vez, por la sucesión de gobiernos haitianos. No obstante, Jean Louis Vastey se destacó como la estrella más rutilante de esta constelación de autores críticos. Nacido el 21 de enero de 1781, Vastey participó tímidamente del proceso revolucionario pero a partir de 1804 se comprometió fuertemente en la construcción del Estado haitiano. Primero fue funcionario de Jean Jacques Dessalines; cuando éste fue asesinado en 1806 y el país se dividió en dos estados, el del norte liderado por Henri Christophe y el de sur por Alexandre Petión, Vastey siguió los pasos del primero, quien había sido uno de los principales lugartenientes de Toussaint Louverture y del caudillo ejecutado. Christophe inicialmente construyó una república y luego en 1811 fue nombrado Rey en una monarquía que recuperaba elementos del realismo liberal europeo y de la tradición monárquica africana. A partir de 1813 Vastey comenzó su meteórico ascenso siendo nombrado Barón, miembro del Consejo Real y finalmente Canciller del Estado. El Rey, analfabeto y ex esclavizado, le dio una enorme importancia a la cultura no sólo como una forma de emancipación del pueblo haitiano, sino a su vez como una manera indirecta de difundir el ideario de la revolución. Así, además de crear un amplio sistema de educación pública y gratuita, auspició un círculo de políticos e intelectuales que tenían como objetivo dar la batalla de ideas en la arena internacional escribiendo y publicando numerosas obras editadas por el Estado. Además de ser la segunda figura política del reino, en sólo seis años Vastey produjo once textos, entre los cuales se destacaron seis libros de gran importancia. En 1814 publicó su primera obra intitulada Le système colonial dévoilé (El Sistema Colonial Develado, Buenos Aires, Ediciones del CCC, 2017), en el cual impugnó el relato hegemónico sobre el colonialismo en Haití, mostrando su perspectiva profundamente eurocéntrica, pro colonial y racista. A contrapelo de aquellas narrativas, se propuso construir una historia crítica, elaborada a partir del testimonio oral e incluso de las heridas supurantes de las víctimas. Así, demostró que detrás de la supuesta civilización de la expansión colonial francesa y europea se escondía la barbarie, planteando que el colonialismo era un sistema del horror, deshumanizante y genocida: “Helo ahí conocido por fin el secreto lleno de horror: El Sistema Colonial, es la Dominación de los Blancos, es la Masacre o la Esclavitud de los Negros (1814)”.
Dos años después volvió al ruedo publicando un nuevo libro intitulado Réflexions sur une lettre de Mazères: ex-colon français, adressée à M. J.C.L. Sismonde de Sismondi en el cual no sólo insistió en sus críticas al colonialismo, al racismo y a la esclavitud, sino que puso en tela de juicio el discurso de la civilización y barbarie y la idea progreso. Allí de forma pionera planteó que Europa, como Jano, tenía dos rostros: uno civilizado y otro bárbaro. Europa ciertamente había alcanzado un amplio desarrollo económico y técnico, pero esto ocultaba su rostro bárbaro constituido por su política deshumanizante hacia otros pueblos de la tierra. Asimismo, Vastey planteó con lucidez que la expansión colonial y esclavista, lejos de promover la difusión de la civilización a nivel global, barbarizaba tanto a las víctimas como a los victimarios. Por último, también impugnó la narrativa tradicional de la historia eurocéntrica difundida magistralmente por autores como Hegel, insistiendo que Europa no era ni el comienzo ni la locomotora de la historia, sino que otros pueblos habían sido cruciales en el devenir del progreso universal. Insistía en que África, y particularmente Egipto, había sido central en aquel proceso y les recordaba a sus interlocutores occidentales que: “África civilizó Europa y es a la raza negra (…) que los europeos le deben las ciencias y las artes, incluso el arte de hablar (1816:47)”. A su vez, postulaba que los pueblos occidentales no constituían la vanguardia de la emancipación de la humanidad, sino que ese lugar le correspondía a Haití, pueblo africano y afrodescendiente que había protagonizado la revolución más radical de la época.
Al año siguiente publicó Réflexions Politiques sur quelques Ouvrages et Journaux Français Concernant Haïti, donde volvió a subrayar la universalidad del proceso haitiano, denunciando las enormes limitaciones eurocéntricas, coloniales, racistas y esclavistas de las revoluciones de Francia y Estados Unidos. Asimismo, con gran lucidez advirtió acerca del peligro del neocolonialismo económico, señalando que Francia intentaría recuperar la isla por vías diplomáticas y comerciales. Aquella amenaza se conjugaba además con el colonialismo mental, que pervivía en la elite de la república del sur, que admiraba la cultura francesa y que anhelaba reencontrarse con la ex metrópoli, estando dispuesta incluso a pagarle a Francia una indemnización por la independencia. De forma pionera, también crítico la herencia colonial de estructura económica agraria y exportadora de la isla, insistiendo en la necesidad de diversificar la producción, promover la industria y apostar a la autosuficiencia.
Sin embargo, el destino de Haití estaba estrechamente vinculado al de los otros pueblos extraeuropeos del mundo. Por ello, en una clave prototercermundista planteaba que “500 millones de hombres negros, amarillos y rojos distribuidos por todo el globo, claman de su gran Creador aquellos derechos y privilegios que ustedes le han robado injustamente (1816: 14)”. E insistía en la necesidad de una revolución internacional que expandiese el ideario del proceso haitiano a escala global. “¿Cómo se abolirá el tráfico de esclavos, la esclavitud, el perjuicio de color? (…) ¿De qué manera se le restaurarán los derechos originales al ser humano, si no es mediante una gran revolución (…)?(…) ¿Quién puede dudar que tal revolución será una fuente de grandes bendiciones a toda la humanidad?. (1817: 26)” Gracias al apoyo del Estado, el mensaje de Vastey se difundió ampliamente siendo incluso traducido al inglés, al holandés, al alemán y al italiano, generando, por igual, esperanzas entre los sectores racializados y pánico en las elites blancas. Su voz terminó siendo acallada cuando el reino de Christophe se derrumbó y fue asesinado por la elite afrancesada que tanto había denunciado. Para peor, esa elite liderada por Boyer finalmente aceptó la indemnización de 150 millones de francos que Francia le impuso a Haití en 1825 como pago espurio por el reconocimiento de la independencia. Así los temores de Vastey se cumplieron y el colonialismo retornó a la isla mediante lógicas económicas y culturales.
Injustamente silenciada
durante casi dos siglos, la obra de Vastey sigue interpelándonos con su enorme
fuerza teórica. Por eso merece ser recuperado como un pensador profundamente
original y crítico y como un gran pionero del panafricanismo y el antiimperialismo
de Nuestra América.
*Doctor en Historia, Docente UBA, UNSAM, UNMa. Autor
de ¡Libertad o Muerte! Historia de la
Revolución Haitiana (Ediciones del CCC, 2017), editor de El Sistema Colonial Develado de Jean Louis Vastey (Ediciones del
CCC, 2017)