Señor Ministro: así, con todas las letras, en negrita y con mayúscula. Al menos a mí no tiene que darme explicación alguna. Según ya lo he dicho públicamente, formaba parte de las competencias del Poder Ejecutivo Nacional, que usted honró, la relación con las naciones extranjeras y en su caso, específicamente. Posiblemente yo no esté de acuerdo con todos los fundamentos de la firma del tratado con Irán, que usted vuelve a aclararnos, pero estoy muy pero muy lejos de creer que ella y su ratificación por el Congreso de la Nación sea contraria a nuestra Constitución, menos aún, con su comprensión como delito y aún menos con la estúpida pero hiriente calificación de “traición a la patria”. Todo ello me parece el resultado de juristas y jueces y/o funcionarios judiciales corruptos políticamente, o muy mal formados e informados en Derecho penal, perezosos e impúdicos, según alguien ya lo predicó.
Me destempló su intento de explicar su conducta pública. Lamento que esté enfermo. No pertenezco a la comunidad judía, pero no creo cometer un yerro al indicar que sólo una parte de ella, y por razones inconfesables, lo ataca con fundamento en esta decisión, precisamente la parte que ya mostró sus fauces, aun con otros nombres, en gobiernos claramente antidemocráticos. La otra parte, la mayoría según me parece, si bien es exagerado decir que lo apoya, cree en su buena fe y en la imposibilidad de titular esto como traición a nuestra nación y menos aún jurídica y judicialmente. Por fuera de esa comunidad, aun cuando pueda discutir algunos puntos del tratado desde el punto de vista político, estimo que usted honró el cargo de Ministro. No conocí a su padre personalmente, ni lo conozco a usted de ese modo, pero le ruego que me permita abrazarlo. Atentamente.
* Profesor emérito UBA.