Hubo un tiempo (los años 70 y 80) en el que las maricas ansiaban brillar sin ostentación. Es decir: recorrer la vida con elegancia y una necesaria cuota de frivolidad, en busca de satisfacer aquellos deseos que no se podían decir en voz alta. El ego estaba regulado por el miedo que implicaba salir a las calles y encontrarse con escenas de una película de terror o, en el mejor de los casos, un melodrama de los años 20.
Por otro lado, hubo un tiempo (también los años 70 y 80) donde las maricas encontraron en la política una herramienta de liberación contra el corset de la realidad y las imposiciones del regimen heterosexual. Entre las mostras, había una que se destacaba por sobre todas: Jorge Gumier Maier (1953-2021), artista visual, militante, activista por los derechos de la comunidad gay y, sobre todo, un Deux Ex Machina de una brillantez insoportable.
Desde los márgenes. Gumier Maier en los 80, su nueva exhibición en el Museo Nacional de Bellas Artes, reúne cerca de 90 pinturas, collages y dibujos que el artista realizó entre 1978 y 1989, además de fotografías, afiches y documentos de sus primeros años de trayectoria, bajo la curaduría de la investigadora Natalia Pineau. En esta oportunidad, el cuentito institucional de la galería del Centro Cultural Rojas es dejado en suspenso y la muestra repone a un Gumier en proceso de gestación, una larva caníbal que buscaba sobrevivir al gobierno militar y la apertura democrática de 1983.
La curva siniestra
En 1978, Gumier Maier realiza unas témperas sobre papel donde ilustra rostros. Algunos podrían remitir a dibujos del artista frances Jean Dubufett, pero a veces es necesario forzar algunas relaciones locales y rechazar las que provienen de Europa. Se podrían pensar estos trabajos tempranos en vínculo con las obras que había creado unos años antes el artista italiano nacionalizado argentino Líbero Badií. Este construyó unas caras de tinte oscuro y a la vez infantil que fueron motivos recurrentes entre collages, grabados y esculturas durante las décadas del 60 y 70. A lo largo de toda su carrera, y en alianza con Luis Centurion, Badíi investigó las posibilidades de lo siniestro en el arte, su dimensión oscura y opuesta a un canon clásico, y cómo esta invadía toda lógica humana para pervertirla por completo.
Una porción de ese siniestrismo parece haberse pegado a las máscaras de Gumier, las cuales hacen muecas de simpatía e incomodidad, similares a las caras de los varones cuando miran con deseo a otros varones. Para el artista, lo siniestro se presenta en el rostro, la carta de presentación más importante ante la belleza ajena y, a su vez, una sumatoria de gestos abstractos que constituyen los pilares de la seducción. ¿Cómo opera lo siniestro en una marica a finales de los 70? Seguramente en la convivencia del goce con el miedo, el placer de salir a la calle en búsqueda de un encuentro furtivo y el terror a las consecuencias que podría tener dicho evento.
También es necesario pensar esos rostros, tan atravesados por el deseo y la oscuridad, en relación con un futuro particular: el de Liliana Maresca, quien en sus últimos días durante 1994 se dedicó a pintar las caras de los amigos que iban a visitarla al hospital. Claramente son obras distintas y de épocas muy diferentes, pero el vínculo entre ambos puede pensarse como una zona de contacto entre sus dos imaginarios, tan capaces de nutrir la escena artística porteña de los 90. Las máscaras de Maresca, hechas con el deseo de recordar y avanzar hacia el final, pueden ser una manera para revalorizar las acuarelas de Gumier, hechas con el deseo de sobrevivir en un tiempo adverso.
La mirada del amante
Entre 1982 y 1983, Gumier Maier ubicó su deseo en la representación del cuerpo masculino. Tal vez parejas, amantes, hombres a los que jamás podría acceder de manera carnal, por lo que se conformaba con imaginarlos y atraparlos en el bastidor. Para una marica, el arte puede ser mas que una forma directa de desplegar su mapa de intereses y referencias: es tambien una manera de dominar la frustración.
La muestra reúne retratos de varones bellos, de espaldas enormes y naranjas como un sol a punto de morir. A veces, los cuerpos son fríos y otras, calientes. Los modos para ejecutar el acto cambian de acuerdo a las ganas del artista, pero en todos se advierte un erotismo que se sostiene en motivos metafísicos, la mitología y la pintura manierista.
Estos dibujos pueden vincularse con las columnas que Gumier escribió en el diario El Porteño, las cuales retrataban la vida gay en la Buenos Aires de 1984 con una inteligencia propia de un filósofo académico y la furia de un punk que busca partir al mundo en dos.
Entre los tópicos mas relevantes se encontraban las sexualidades disidentes, los límites de la democracia, la relación conflictiva entre la política heterosexual y el campo de pensamiento gay, así como un cuestionamiento profundo a la homosexualidad en tanto concepto estabilizador de la experiencia marica. Este cúmulo de problemas sin respuesta es una prueba de cómo los intereses de Gumier se movían en diferentes espacios de socialización, desde sus propias obras y grupos de estudios académicos hasta la redacción de un diario.
El maestro del desorden
A lo largo de toda la exhibición del Museo Nacional de Bellas Artes, se puede ver el recorrido de una marica agotada de los lugares comunes a la hora de pensar a los homosexuales en los años 70 y 80 y, a su vez, atenta a todos los obstáculos que su comunidad padecía a causa de las políticas represivas y los prejuicios del imaginario cotidiano. La práctica de Jorge Gumier Maier sorprende por una fuerte disconformidad para con lo que se entiende como gay, aun cuando su génesis recién comenzaba a brotar en materia de teoría y activismo.
Además de las obras y su contexto, Desde los márgenes. Gumier Maier en los 80 presenta la mente de un artista que advierte sobre los peligros de asimilacion de la perspectiva gay dentro de una cultura heterosexual, al mismo tiempo que le reclama a la izquierda una revolucion que incluya a las maricas. Esa Gumier Maier primaria, todavía distante del ornamento y a la geometría de las abuelitas y las tías, es quizá su versión más potente y más disruptiva: la maestra que viene a despertar a sus alumnos (las maricas) de un largo letargo de brillo sin gracia, promesas vacías de un capitalismo identitario y la ausencia de imaginación para proyectarse en el mundo.
“Desde los márgenes. Gumier Maier en los 80” se puede visitar hasta el 3 de marzo de 2024 en las salas del primer piso del Museo Nacional de Bellas Artes, de Martes a viernes, de 11 a 20, y los Sábados y domingos, de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.