Más que nunca este verano tenemos necesidad de descanso, pero a la vez nos agarró sin un peso como a todo el mundo, por eso la que no atendió un paciente online, escribió notas para un medio o corrigió un libro a pedido. Roi se la pasó pensando qué hacer de su vida si a su regreso a la ciudad de la furia su permanencia en el Estado caducara. O, peor, si lo que caducara fuera el Estado mismo y junto con el Estado la clase media después de que la clase baja haya terminado de caducar por obra y gracia de la mega devaluación provocada que a nosotras, que todavía comemos, este enero nos hizo trocar las rabas de siempre por un filet de merluza semanal.
A Roi, que históricamente ha dormido como una morsa, la situación le quita el sueño y también se lo quita a la pobre Muni que todos los días se levanta a las cinco para ponerse a laburar delante de la computadora hasta las once y recién ahí enfilar para la playa. Ella me dice que no me preocupe porque igual las ojeras se le disimulan con la piel tostada como si lo más quemado que tiene a esta altura fuera su epidermis y no su cerebro.
La cuestión del bronceado Caribe que estamos tomando se debe a que el protector solar se terminó y en vez de comprar otro, lo estamos duelando. Por suerte, Lau heredó de su tía abuela una sombrilla de lona gruesa que nos protege del agujero de ozono porque es mucho más fuerte que las brasileras baratas que terminan religiosamente como lanzas salvajes impulsadas por el aire ventoso del sur bonaerense.
Roi dice, irónicamente, que este es un año ideal para visitar la playa nudista La escondida, porque ninguna de nosotras pudo comprarse malla nueva. Por eso cuando el otro día vimos a la diputada Lemoine toda vestida preguntar a una periodista en qué le cambió el DNU la vida a les argentines, dijo que le hubiera gustado responderle que no necesitamos ni hablar del descontrol de precios que multiplicó el costo de la nafta tanto desde que estamos acá, que a veces nos hace dudar si podremos volver a nuestras rutinas o habrá que renunciar y conformarnos con una carpita en el camping El durazno, que parece que tiene buena wifi.
Total, siguió protestando Roi, si se nos presenta una urgencia médica nos encomendaremos a lo que quede de la Salud pública en el hospital zonal, ya que por mucho que trabajemos pinta imposible sostener las prepagas. Cuando el otro día, mientras estábamos tomando mate en la arena, Muni recibió un correo con la notificación del 26% de aumento de la suya sobre el 40 del mes anterior, su reacción fue responderles concisamente con la palabra “chorres”. Yo le dije que a mí no me parecía conveniente en ese caso usar lenguaje inclusivo porque seguramente quien lo leyera no entendería el agravio.
Me contestó medio enojada que no era un agravio sino una definición objetiva y que lo único que lamentaba del mail era que fuese leído por una administrativa explotada a la que seguramente le descuentan la mitad del sueldo a cambio de una cobertura pedorra. Lau le respondió que se estaba yendo demasiado lejos con su imaginación y le aconsejó que cuando se sintiera ansiosa intentara respirar en tres tiempos para bajar la ansiedad.
Primero contar hasta tres al inhalar, seis para sostener y nueve al exhalar. Lo intentó en ese mismo momento sin grandes resultados y después reconoció que aunque a veces se siente Violencia Rivas, le parece saludable que así sea y que quién puede permanecer en su centro en medio de un desquicio semejante. Que al final ella, que siempre había anhelado la revolución se encuentra ahora con que la revolución también puede ser la de un perro muerto.
Y que si en vez de duelar nosotras un protector solar el tipo hubiera superado lo de Conan, otro sería el cantar, porque no se puede gobernar un país desconociendo que lo único eterno es el principio que reza que todo lo que empieza termina alguna vez.