Una marcha o movilización es un fenómeno colectivo onírico en la vigilia. Se sueña en dos tiempos, al menos dos, y se marcha en dos tiempos, al menos: el tiempo del caminar colectivo y el tiempo de recordarlo y testimoniarlo. Marchar es organizar esos jirones de experiencia en palabras e imágenes que tendrán una doble función: testimoniar y producir alguna fuerza contraofensiva.
Una marcha es un fenómeno sincrónico de historización: pasado, presente y futuro enlazan sus hilos, se anudan en ese lapso de tiempo material humano. Al igual que los sueños que nos visitan por la noche. Nuestra tarea diurna es organizarlos, o más no sea empaparnos de esa frescura enigmática que puede propagar su misterio y su presencia si la atrapamos. Los sueños son ruinas vivas, escribí en otro lugar, hoy añado algo más: los sueños son la vivificación de la ruina, la digna ruina que se enfrenta al resplandor del edificio que se levanta con su impune novedad. Todos nuestros derechos conquistados y construidos pervivirán como ruinas. Testimonio de pasado y profecía de porvenir. Marchar es hacerles lugar, reclamar su existencia componiendo alianzas y sosteniéndolos como barricadas. Trincheras de memoria.
Una marcha es una representación en acto, viva y vital, que junta o sella imágenes y palabras, es decir: fijará huellas para nuestro psiquismo singular pero además tiene valor de acto psíquico colectivo que como sociedad nos rescata de la más profunda desesperanza. Marchar es un acto “psíquico” que será bastión de resistencia colectiva hoy y en el futuro, también recuperación y actuaización de lo que el pasado nos legó, legado que mantenemos vivo, en cada fulgor de presente que es o que será capaz de oponerse a un gobierno que ama la destrucción y la muerte.
Marchar es poner el cuerpo a disposición de la multitud, descubrir las potencias ignoradas que laten como promesa. No sabemos nunca qué iremos a soñar esta noche. Pero sabemos que vamos a hacerlo. No vamos a dejar de hacerlo. Marchar es rescatarnos del terror y de la amenaza.
Charlotte Berardt escribió, asumió la tarea de narrar los sueños bajo el estado de terror durante el Tercer Reich para que no se extingan, conservación clandestina para las páginas del porvenir, para mostrar su valor de resistencia, revelando que eran portadores de verdad colectiva. A nosotrxs nos toca, esta vez, marchar y narrarlo, juntar esos jirones de imágenes y palabras, como si fuera un diario vivo, para el archivo memorioso de este país en su historia de resistencia al fascismo.