La vuelta del discurso reivindicador de la dictadura, de la mano de figuras como la vicepresidenta Victoria Villarruel, representa, además de una amenaza para el sistema democrático y un debilitamiento de los acuerdos de convivencia que la sociedad se dio en 1983, la reedición de un drama personal y familiar para mucha gente. Es el caso no sólo de los organismos de derechos humanos. También del colectivo “Historias Desobedientes” (HD), compuesto por hijos y familiares de genocidas de la última dictadura cívico militar.
La organización nació en el 2017, después de la multitudinaria marcha contra el 2x1. “El grupo originario estaba compuesto por cinco mujeres y un varón, había muchos hijos y familiares con la necesidad de encontrarnos", cuenta a Buenos Aires/12 Néstor Rojo. "Hoy nos nucleamos en este colectivo, que ni siquiera en la Alemania de posguerra los hijos de los nazis pudieron constituir”, advirte con orgullo desde la localidad bonaerense de Azul.
“La Argentina fue el primer país en conformar un colectivo de familiares de genocidas, después se extendió a Chile, Uruguay, Brasil, Paraguay, El Salvador, España y actualmente tenemos contactos con nietas de genocidas nazis”, agrega.
La referencia repetida al nazismo no es casual. El psicólogo y teólogo alemán Bert Hellinger, creador de la técnica de las constelaciones familiares, que se propone exponer e iluminar traumas provenientes de generaciones anteriores, trabajó mucho con descendientes de oficiales nazis y advirtió que los descendientes de los perpetradores acarrean las consecuencias de los crímenes, tanto como los descendientes de víctimas. De esa experiencia surgió el libro “Después del conflicto, la paz”.
HD difundió recientemente un comunicado, a través del cual expresan entre otras cosas, que “viendo hoy la repetición de aquellos esquemas autoritarios y expulsivos materializados en un gobierno elegido democráticamente, no podemos dejar de expresar nuestras reflexiones al respecto, con la vocación de no permanecer indiferentes y anhelando la no repetición del daño causado bajo este modelo ideológico”.
En su documento, los miembros de HD ponen de manifiesto la dimensión económica del proyecto que sirvieron sus familiares genocidas, muy similar al que se pretende instalar hoy. “El terrorismo de Estado del cual nuestros familiares formaron parte activa se manifestó como opresión extrema en todos los órdenes de los derechos humanos, instalando un modelo político, económico, ideológico y social en beneficio de grupos concentrados de poder”.
“El mismo se presenta hoy como una afrenta a nuestra Constitución, por lo que alertamos sobre la pretensión de implantar una vez más, un plan económico que hace más poderosos y ricos a los ricos y más oprimidos y pobres a los pobres. Exigimos la nulidad del DNU y la Ley ómnibus por inconstitucionales dado que un decreto presidencial no puede modificar la Constitución Nacional y abolir los derechos de todos. Esto ya lo vivimos, sabemos a dónde van”, concluyen.
Para ellos, la ruptura con el mandato familiar de silencio y complicidad no fue sencilla, gratuita, ni mucho menos. Tampoco es algo que haya quedado en el pasado, sino que conviven con ese legado a diario, de la mejor manera posible.
“Todos los días de mi vida vuelve ese pasado, viene a buscarme constantemente, quedarme sin padres, romper viejos mandatos, es durísimo. Me despertaba llorando, abrazado a mi compañera y a mis hijos. Y sí, es cosa de todos los días. Cada desaparecido es un drama, responsabilidad de mi familia, porque fue un engranaje de esa maquinaria nefasta de aquellos años”.
Desde Pehuajó, Paola Boccalari refiere una historia similar, sembrada de dudas e indicios, hasta encontrar su propio camino. "Fue un proceso arduo, largo, complejo subjetivamente, avergonzada porque mi apellido estaba ligado al genocidio. Hasta que pude destituir como tal ese lazo familiar, gracias a una intervención de mi psicoanalista: uno puede elegir quién se constituye como familia”, explica.
Recién entonces pudo separarse "de todo lo horroroso
que conllevaba ese lazo sanguineo, y tomar posición en pos de Memoria, Verdad y
Justicia. En un principio el proceso fue solitario, hasta que conocí al Colectivo Historias
Desobedientes y allí encontré un lugar donde
nombrar mi lucha, soy desobediente”.
La inquietud, la necesidad de ruptura, empieza muchas veces en el plano inconsciente. En el caso de Boccalari, que es profesional de la salud mental, recuerda que "el primer quiebre subjetivo fue irme del hogar familiar y encontrarme en la plaza San Martín de la ciudad de La Plata un 24 de marzo del año 1994 con las fotografías de muchas, pero muchas personas que están desaparecidas. Toda la plaza con sus nombres y sus rostros, simbólicamente la plaza era un cuerpo, muchos cuerpos, los que en la realidad no estaban"
A pesar del costo emocional y familiar de la decisión de romper, los HD la reivindican y reivindican el coraje que requiere, a la vez que alientan a los otros familiares, que “siguen cooptados por el discurso familiar, castrense, conservador y católico” a romper con esa tradición oscura para recuperar su salud emocional y mental.
A ellos los llaman, en contraposición, “familiares obedientes”. Es el caso de la vicepresidenta Victoria Villarruel y del jefe del estado mayor del ejército, general de brigada Carlos Alberto Presti.
Los desobedientes no necesitan preguntar cómo piensan y sienten quienes permanecen fieles al mandato, cuán tortuosa es su situación, porque una parte de sus vidas transcurrió allí, y denuncian las campañas por la liberación de genocidas como parte de esos pactos atávicos y lealtades mal entendidas.
Por eso, para ellos, un tópico central, recurrente, es compartir la historia familiar con sus hijos, iluminarla, contradiciendo el mandato tácito de barrer bajo la alfombra. "Con mis hijos lo hablamos constantemente. Cuando rompo mi relación familiar, mis hijos y mi compañera seguían con el trato cotidiano con mi madre, hasta que no pudieron ir más. Ella les pidió que se retiraran de su vida, porque tiene un pacto de silencio. Todo esto me llevo a recibir ayuda profesional por parte de un psicólogo", afirma Rojo.
"Con mis hijos hablo mucho, y aprovecho cada ocasión que surge para hablar del tema, los incluyo en algunas acciones y actividades que participo; quiero transmitirles otra versión, distinta de la que yo viví en mi infancia y en parte de mi adolescencia. Torcer la historia, otorgarles palabras, tramas discursivas que yo no tuve", explica Boccalari, a quién "la vuelta del discurso pro dictadura me parece algo horroroso, solo eso, muy horroroso, y me deja en estado de perplejidad".
Según otro fragmento del comunicado, “sabemos que desde los lugares más oscuros de nuestra sociedad se están realizando gestiones para dejar en libertad a los genocidas. Observamos también con preocupación el reclamo de grupos “pro represores” exigiendo la liberación de genocidas negando los crímenes y la legitimidad de los juicios. Son grupos integrados mayoritariamente por familiares obedientes de genocidas incapaces de romper los atavismos y las lealtades tan fuertemente inculcados. Como familiares de genocidas, repudiamos hoy más que nunca el accionar de este gobierno que, al igual que ellos, reivindica y promueve el autoritarismo, la intolerancia y la represión en todas sus formas. Insistimos: los familiares de genocidas no somos responsables por los crímenes que se han cometido, pero tenemos el deber ético, moral y social de rechazarlos y repudiarlos”.