Entre las extravagancias de nuestro de mundo de palabras están las alegrías y los pesares del cazador de autógrafos.
La fama que alcanzó a Sigmund Freud, lo hizo ser objeto de demandas variopintas, que lo impresionaron y le despertaron alguna opinión. Este es el caso de la breve nota, enviada por Freud, a una desconocida señora que busca obtener, para una “amiga”, una firma suya.
En las pocas líneas que le dedica Freud, nos hace saber de su renuencia y de su exceptuada disposición ante el pedido. También aprovecha para indicar la tontería de la práctica, adjuntando el saldo de saber que podría obtenerse de ese goce… y ofertando que exista tal disposición.
La carta se encuentra en el Epistolario de Freud.
"A Destinatario anónimo
Viena, IX, Berggasse, 19, 8-2-1930.
Muy señora mía:
Sus suposiciones relativas a mi actitud frente a los cazadores de autógrafos son correctas. Si con unos cuantos garabatos de la pluma puede hacer uno algo para satisfacer los anhelos de una persona digna, no hay razón para dudar, e incluso se pueden descubrir cosas útiles acerca de la estulticia humana. Le ruego que no omita consignar, en interés de su rica protegida, que en otras circunstancias sería muy difícil obtener una muestra autógrafa como la que le adjunto.
Sinceramente suyo, Freud."
*Miembro de la EOL y AMP.