"Se padece fuera de París la enfermedad de París", escribe también Rubén Darío. Yo no sé si padecía esa enfermedad pero sé que París, la idea de París, precedía por mucho en mi mente, como lugar de deseo e incertidumbre, a mi experiencia directa de esa ciudad. Era parte de mi imaginario infantil donde pasaban cosas que yo no entendía, cosas que provocaban mi curiosidad a la vez que me inquietaban. Si bien mi madre era de origen francés, París no era lugar materno: su familia había llegado a la Argentina directamente de los Pirineos que, dentro de Francia, es casi otro país. Sin embargo, la carga simbólica que tenía la ciudad para esa familia no era desdeñable. Cuando cayó París en 1940 dicen que una prima de mi madre se quitó unos aros que usaba a diario y declaró que no se los volvería a poner hasta que la ciudad no fuera liberada. Y cuando entraron los aliados en París no solo Germaine recurrió al acto simbólico de volver a ponerse los aros; también mi madre, que a su vez se prendión un broche en la solapa y no se lo quitó hasta no sé cuándo, un gallo tricolor con la cruz de Lorena en el centro.
Curiosamente París era un lugar que asociaba más con mi padre, que no era francés: había hecho, sí, viajes a París por negocios, uno de ellos justo después de la guerra y regresó con cuentos de penurias, racionamientos, alivios, rencores. También con un programa, o acaso fuera un menú, de una boite de la Avenida Franlkin Roosevelt llamada, creo recordar, Le Cabaret, que lucía en la tapa una mujer vestida de verde, con gran escote y un cigarrillo a medio fumar en la mano. El título de la ilustración, que hizo enmarcar y colgó en un pasillo, era Petit chou.
A París iba también, después de la guerra, cada dos o tres años, una amiga de mi madre, también de familia francesa del sur. Volvía con historias más divertidas que las de mi padre, se había hecho amiga de un francés llamado Charlie que era pianista de jazz en una boite. Siempre viajaba con una amiga que, recuerdo, se llamaba Alicia, y las dos se embarcaban con las valijas cargadas de latas de conserva y otros alimentos que escaseaban en Europa, destinados al famoso Charlie y sus amigos. Muchos años después caó en la cuenta de que la amiga de mi madre y Alicia eran amantes, y que estos viajes eran una manera de estar juntas, libres de miradas críticas y lejos de Buenos Aires...
Fragmento de [Escribir] París, un libro de la colección Destinos cruzados dela editorial banda propia, en el que dos autores, en este caso Sylvia Molloy y Enrique- Vila Matas narran la experiencia de cómo se vive y se cuenta un lugar que no les es propio (en este caso, obviamente, París). Libro original de 2012, acaba de imprimirse y distribuirse esta edición de banda propia en Argentina.