Fueron un paro y una movilización importantes. Porque se desafió a un Gobierno que lleva apenas 45 días de gestión y mantiene aún una porción del crédito electoral. A favor de la medida hay que acreditarle la recuperación de la calle como espacio de lucha y reivindicación.
No obstante, a los organizadores no se les escapan otras consideraciones. Siendo multitudinario y significativo, el acto no alcanzó una masividad tal como para ser contundente. Ni los 40 mil del Gobierno ni los 600 mil de la CGT. Hay atenuantes: es verano, gente de vacaciones, hora poco propicia y, sobre todo, hubo miedo en potenciales participantes. A la represión, a las amenazas del Gobierno, a las represalias de los empleadores. También opera la idea de que “hay que darles tiempo”, que ronda en muchas cabezas. Puede haber algunas más.
Sin duda el paro y la movilización fueron una gran demostración de fuerza. De las organizaciones obreras, porque garantizaron la realización de la medida, pero también de una multitud sin afiliación ni conducción que decidió manifestarse lisa y llanamente porque se siente agraviada por LLA en su dignidad, en sus derechos, en su calidad de vida. Es un buen equilibrio que exige considerar que quienes se reunieron frente al Congreso están lejos de ofrecer un cheque en blanco ni a los dirigentes sindicales, ni a quienes aparecen como referentes, ni a los legisladores. A nadie. Protestan, necesitan expresarse, cantar y gritar su bronca. Lo hicieron y todo fue en paz, a pesar de las provocaciones de la ministra de Seguridad. Es una muestra de madurez cívica y democrática de quienes manifestaron, que ayudará en el futuro a disipar los miedos que quiere generar Bullrich.
Pero… “la lucha continúa”, dice un viejo eslogan de los combatientes sociales. Lo saben los organizadores de la protesta y lo sabe la gran mayoría de quienes se sumaron.
El Gobierno minimiza discursivamente la medida y de eso se encarga el vocero Adorni, con la ayuda de los medios amigos. Pero mientras se deja trascender que el paro puede “fortalecer” la posición oficialista, hay evidencias de que no todo está resultando de la manera deseable para la Rosada. Las amenazas del ministro Caputo a los gobernadores, los aprietes a los diputados para lograr la aprobación del dictamen de la Ley Ómnibus” y la postergación de la convocatoria al plenario de Diputados para la semana próxima son indicios de lo anterior. Milei está molesto con sus operadores políticos porque “la libertad” no avanza con la rapidez que él imaginó. O como se lo revelaron “las fuerzas del cielo”.
Para completar: todo el arco político está fragmentado, disperso, atomizado. También en UxP hay fugas. Los alineamientos (en todos los bandos) se ordenan detrás de intereses particulares y sectoriales, políticos y económicos. Esto es un resultado lógico de la historia política reciente, agravada por el intento de la “revolución anarco libertaria a la carta”, impulsada por Milei. Cada quien en su lugar se aferra al “sálvese quien pueda”… y yo me salvo primero… como sea.
No hay que esperar que el Gobierno modifique su rumbo por esta protesta. Tampoco su estilo. En esto coinciden todos los protagonistas. Pero habrá nuevos capítulos y, dependiendo de cómo se muevan a partir de ahora los contendientes de estas primeras lidias, se pueden acelerar los tiempos de batallas más decisivas.