Pasos presurosos, chicas con sus pañuelos verdes en las mochilas, se distinguían en el mediodía rosarino en la peatonal Córdoba. Era fácil imaginar quiénes se dirigían al Monumento a la Bandera. En la escala previa, la plaza 25 de mayo -la de las Madres-, se distinguía una enorme bandera negra que lleva un número: 30.000. Es la que encabeza las marchas del 24 de marzo y que formó parte de la multitud, estimada en unas 85 mil personas por el Movimiento Sindical Rosario. Entre la plaza y el Monumento hay unos 200 metros con tres vías que las comunican: la ancha calle Córdoba, el pasaje Juramento y la calle Santa Fe. Las tres estaban repletas de personas que eligieron manifestarse bajo el sol de enero. El Parte Nacional a la Bandera desbordaba. 

Las pancartas con forma de pañuelos blancos se multiplicaron. En una esquina los pañuelos y banderas verdes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto; en otra intersección, la inmensa bandera del arcoiris de la Coordinadora Orgullo. “Conan, no somos la casta”, decía un cartel escrito a mano, en una cartulina blanca. “Siempre colectivo, nunca ómnibus”, era otra pancarta, hecha sobre cartón con forma de vehículo.

Como en muchas otras ciudades del país, la convocatoria desbordó al movimiento obrero organizado, que dijo presente en sus distintas expresiones. La Multisectorial de Humedales junto a otras organizaciones socioambientales se encontraron en Oroño y el río para llegar en bicicletas hasta el lugar de concentración.

“Movilizamos porque las leyes que hoy quieren sacar son las que afectan al territorio que venimos defendiendo, hace más de un año estábamos peleando por una ley de humedales, que en 2023 cayó y nunca la trataron. Costó un montón lograr un plenario de comisiones, y hoy vemos que la ley de bosques, la ley de tierras e incluso la ley de glaciares, que por ahí a un rosarino le queda lejos, pero tienen que ver con nuestra soberanía, están en riesgo. Tenemos que hacernos fuerte frente a un gobierno que intenta buscar un rendimiento económico productivo en desmedro de nuestro ecosistema”, dijo Estefanía sobre la movilización. Su compañero, Ricardo, afirmó: “Milei es un bufón de las corporaciones. Y su propuesta es llevar el extractivismo al máximo. Quiere imponernos de forma autoritaria un desalojo de nuestra cosmovisión y nuestra cultura”.

Fue una concentración multicolor, multisectorial, a la que adhirieron diferentes colectivos y organizaciones. Las tres coordinadoras de estudiantes secundarios, centros de estudiantes de las facultades de la Universidad Nacional de Rosario, las bibliotecas populares de la ciudad, la Ronda de las Madres de la Plaza 25 de mayo (en Rosario fallecieron todas las Madres, pero un grupo de activista sostiene las rondas de los jueves), Nietes Rosario y mucha, mucha gente que llegó suelta, pispeando el mejor lugar para acomodarse, dentro o fuera del patio cívico del Monumento. 

“No se vende… La patria no se vende”, fue el canto más escuchado, y repetido. Municipales, Empleados de Comercio, pero también Sindicato de Cadetes, Luz y Fuerza, la UOM, el Sindicato de Prensa, cada organización movilizó lo suyo, con un desborde de sentidos que pudo verse en las escalinatas del pasaje Juramento, donde un colectivo de artistas hizo una instalación. Cuatro jóvenes de espaldas tenían un cartel en la espalda con la inscripción “Agarrá la pala”, mientras de frente, con disfraces coloridos, otras levantaban carteles que decían: “Mi cuerpo es mi pala”, “mi danza es mi pala”, “mis colores son mi pala”, “mi coreo es mi pala”.

Las imágenes de los drones mostraban un enorme hormiguero de personas. Las columnas organizadas llegaron desde diferentes puntos: desde la plaza San Martín fue la CTA Autónoma, desde la plaza Sarmiento, los movimientos sociales. En la Plaza Montenegro se encontró la Asamblea de Trabajadores de la Cultura Autoconvocados.

Hubo algunos mojones antes de llegar. En la esquina de las peatonales Córdoba y San Martín, el edificio del Banco Nación fue el lugar elegido por la Bancaria para concentrar. Una bandera argentina, con la inscripción “no se vende”, era sostenida por trabajadoras, mientras la comisión gremial interna llevaba su propia sentencia: El Nación no se vende. Y esa consigna se multiplicó en remeras. En la pechera de la Bancaria, como también en su bandera, un logo del pañuelo de las Madres relucía desde el ángulo superior izquierdo. Marcharon las cinco cuadras hasta el Monumento.

“No protesto para afectar tu comodidad sino para perturbar su inconsciencia”, decía un cartel hecho a mano, que llevaba Pilar, de 18 años. “Vengo por empatía, porque ponele que a mí no me afecten las medidas, pero mis viejos son jubilados, yo soy estudiante pública, bailo en el ballet municipal”, hizo el racconto de sus actividades, y reflexionó que “la lucha es colectiva”.

Las militantes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Regional Rosario concentraron enfrente de la Catedral, con sus banderas y pañuelos verdes. “Estamos acá porque evidentemente Milei es un enemigo del feminismo. Él, la vicepresidenta y su gabinete son enemigos de los movimientos de mujeres y los feminismos, por lo tanto, estamos pidiendo que se vayan todos”, dijo Mabel Gabarra, mientras Silvia Augsburger apuntó: “Estamos acá como una enorme cantidad de argentinos y argentinas porque no queremos que la patria se venda, que se ponga en juego el patrimonio de nuestro país, nuestra soberanía y que, como siempre, el ajuste lo pague el pueblo. Por eso decimos No al DNU y no a la Ley Ómnibus”.

Si algo brilló bajo un sol intenso fueron los abrazos que se repitieron por toda la concentración. Adentro del patio cívico, donde se leyó un documento, se cantó el himno. Afuera, la manifestación tenía vida propia. 

“Con maestras de pie no habrá un pueblo de rodillas”, era la pancarta que había hecho a mano una manifestante de Amsafé, el sindicato de docentes públicos. Más acá y más allá, muchxs levantaban su propio cartel. 

“La vivienda es un derecho”, llevaba un manifestante alto, y su cartulina amarilla con letras negras se distinguía a lo lejos, como parte de la columna Inquilinos Agrupados.

Abajo, en la confluencia de calles que mueren en la barcaza construida en 1958 en honor a Manuel Belgrano, en el lugar donde izó por primera vez la bandera, la Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) aportaba una columna nutrida, que se cruzaba con la del Colegio de Psicólogues y se vio un cartelito casero: “Sin derechos humanos no hay salud mental”.

A cada paso, una sensación de alivio, de encuentro por lo común, de respiro pese al agobiante panorama. Una sensación de plataforma para una lucha que recién empieza, y la certeza de que estamos para nosotres.