Siempre me llamaron la atención las paredes intervenidas.

Las publicidades pagas en la vía pública y sus posteriores bandaleadas arriba. Los esténciles con la cara del Che y las pintadas de los hinchas Central, de Nuls, Central Córdoba.

Recuerdo un CENTRAL TE QUIERO MÁS QUE A MI VIEJA ¿Cómo puede ser?

Me llamaba la atención porque siempre, siempre aparecían mágicamente. Caminando por el centro me encontraba con una pared que opinaba muy parecido a mí.

¿Quienes escriben?

¿Son terroristas?

¿Quién se atrevería a escribir: VOLVE Y GORRIAME?

¿Qué significa GORRIAME? ¿Era para Perón? ¿Para Alfonsín? O para el Emily, que la fajó a la Sabri hasta que ella se fue con Patricia, la enfermera que justo estaba de guardia en el dispensario la noche que ella cayó con la cara destrozada. Encima la hizo fanática de central. Así nos vengamos cuando nos apoyan la mano fuerte, damos donde más duele.

¿Quién cuelga los pasacalles?

¿En qué momento?

¿Quién escribirá sobre el amor?

RAMON PIJA CORTA leí a la vuelta de casa allá por los noventa. “Típico de despechada dijo la mamá de Ramón en la Granja de la Fea” ¡Y si! ¿Qué iba a reconocer, que el hijo la tenía chiquita? Para las madres todos los hijos son superdotados, en el más amplio sentido de la palabra.

De grande empecé a militar y todas esas preguntas se contestaron solas. Hasta la de Ramón, que un veinticuatro de marzo, casi al final de la marcha y después de dos latas, terminó dándomela, a escondidas, en el baño del Consejo Deliberante.

Salir de pintadas con mis compañeros, día de semana y de madrugada. Muchas veces yo llevaba a mis hijos de doce y nueve años. Los dejaba con el celular en la mano y el cronómetro prendido dentro de la Traffic que nos llevaba y esperaba. Ellos tomaban el tiempo de la carrera contra la yuta. Las pibas y yo blanqueamos los paredones a puro rodillo con mango de palo de escoba XXL y blanco a la cal. Freddy, “el comandante” o “el artista”. A mano alzada con una pinceleta, escribía el contorno de las letras con negro. A ojo. Miraba de lejos y encaraba, no le faltaba ni le sobraba lugar jamás, no se comía una letra ni muerto. Los pibes con pinceles rellenaban las letras de azul. CRISTINA PRESIDENTA 2011, cubría un paredón de doscientos metros de largo en ocho minutos.

Terminábamos y tomábamos una birra volviendo. Mis hijos dormían cabeza con cabeza, como si supieran que necesitaba esa lata para terminar la hazaña. La trafic nos dejaba en la Básica. Había que bajar todo, tapar bien los tachos para que no se seque la pintura, lavar los pinceles y comer el guiso que los compañeros con mal pulso y buena mano para la cocina nos preparaban. Amor puro.

Teníamos un mapa de las pintadas que habíamos hecho, día por medio alguno pasaba a ver si todavía estaban ahí.

Para mis hijos esas voces escritas no aparecían mágicamente. Siempre que salía con ellos, aparte del armado tradicional del bolso que incluía mudas de ropa, un tupper con Surtido Bagley, una botellita de agua y alguna que otra gilada, llevaba un aerosol.

Siempre llevo un aerosol en la mochila, hasta hoy.

Muchas veces necesito tirarme como una loca de la bicicleta cuando el horario me deja el camino allanado para tirar alguna máxima contra la pared. Me prendo fuego, me invade el deseo de perpetuar lo que quiero decir.

Incontables son las cantidades de veces que escribí SI LA TOCAN A CRISTINA QUE QUILOMBO SE VA A ARMAR. Después la tocaron. No pasó nada.

Incontables también las veces que bandalicé afiches a los de chetos del partido opositor de turno. A la izquierda nunca, siempre dije que hasta que no ganen, aunque sea una comuna, para mí era terreno protegido.

Hoy más que nunca recuerdo la primera vez que el Walter me dejó un mimo enfrente de casa. Yo había escrito TABLADA LIBRE DE VIOLENCIA con un aerosol carísimo marca Kriol color mambo pink. Él, abajo, con letra chiquita y con un carbón escribió LALA, CAMBIÉ EL CHIP Y PERDÍ LOS CONTACTOS. Seguido de un número larguísimo que nunca terminé de descifrar.

Cuánta belleza, que amor ese Negro. Comenzamos a comunicarnos con pintadas. Nunca vivimos juntos, tampoco dejamos de coger.

 

El otro día en el bolso de mi hija encontré un aerosol Fucsia. No había traffic ni una básica con guiso esperándola, la pasaron a buscar tres amigas en bici, hablaban de los colores y se reían de las fuerzas de cielo, ellas saben que, aunque parezca que todo está dicho, en las paredes queda legitimado el nervio popular.