Enzo sonríe. Hace una mueca con la mirada y su frente: como cada vez que la televisión lo poncha, o como cuando a diario se graba desde su celular. Ni siquiera puede saludarme, ni apoyar sus cosas, que la trabajadora del café lo inunda a piropos. Que lo sigue, que la fascina, que la hace matar de risa. Es sábado por la mañana y mientras acomoda su cabello rosado se le delatan las pocas horas de sueño. Se disculpa por haber llegado unos minutos tarde y ahí nomás confiesa que ha tenido una noche larga.

-Salgo desde muy chiquito, me gusta mucho bailar. Si voy a bailar, voy y bailo. Bailo, literal. Y me molesta mucho mirar alrededor y ver la gente parada. Me saca de quicio eso de acá, de Buenos Aires.

Nacido y criado en Leales, en el este de la provincia de Tucumán, Enzo Aguilar le ha dedicado una vida entera a imaginar la sensación del reconocimiento. A los 18 años ya había abandonado su pueblo de dos mil habitantes con el plan de forjar una nueva ruta, buscando expandir su mapa en la capital, formándose como actor, tomando clases de improvisación, ejercitando las técnicas del stand up.

En el verano del 2020 apostó a conocer Buenos Aires durante siete días. Había sacado una entrada para el teatro, alquilado la pieza de una pensión y se había armado de un par de excursiones citadinas. Pero la pandemia le jugó su carta. Y entonces Enzo hizo de todo: trabajó haciendo delivery de cualquier cosa, después en un hotel para pacientes covid, en una inmobiliaria, en una concesionaria y también fue mozo para una cadena de cafeterías con un apellido de marca.

Eran otros tiempos. Consumíamos la quietud de la vida pública a través de las transmisiones en vivo con la que otros usuarios nos animaban las noches utilizando celulares enchufados a internet. Y ahí radicó su nicho. Su cuenta de TikTok se fue valiendo de contenido (distribuido en crudo y difundido en directo) coherente para la época y lógico con el tono de cualquier red social: la queja.

Habrá sido el destino o la magia del algoritmo lo que hizo que Lali se topara con uno de sus videos y en ese mismo instante, con el carisma de “Santa Lali” y su nobleza de compañera, reposteó el tesoro invocando a la magnitud de lo que es pegar un verdadero viral. Y este hecho a Enzo Aguilar -el actor tucumano a quien la casualidad de la pandemia le obligó a rebuscar su destino- le cambió la vida.

-No sólo que comentó el video, sino que lo subió a su Instagram y me mencionó. A los días, una productora de El Hotel de los Famosos me llamó, me dijo que había visto el video de Lali, que no me conocía, que entró a ver mi contenido y entonces le propuso a la producción que me convoquen. Así que sí, por ella es todo.

El 9 de enero del 2023 Enzo Aguilar debutó en la televisión. Presentado por Pampita Ardohain hizo su ingreso a un hotel despampanante, convertido en un búnker audiovisual con acceso ilimitado para la audiencia televisiva de este país. Constituyó su primer elenco junto a un abanico confuso de personalidades, pero ahí estaba: comprometido con este concurso de oro; dispuesto a competir tanto contra Charlotte Caniggia como contra el hijo del boxeador ya retirado "Látigo" Coggi.

Bendito tú eres

Sin pena, pero con su propia gloria quedó eliminado. Aunque antes de eso Beto Casella le había sacado una ficha, algo le había visto en su aventura televisiva que le escribió, también por la red social, lo convocó y así es que, desde entonces, Enzo retruca a diario su propio flash adolescente: ser panelista en Bendita TV.

-Siempre fui muy fan de la tele, desde pendejo. A las 12:50 llegaba del colegio, y desde la una, que empezaba el Intrusos de Rial, hacía toda la programación del chimento: Intrusos, Infama, BdV, Bendita TV. La tele en mi casa era literalmente para mí. Quien quería ver tele tenía que mirar lo que yo estaba viendo. Por eso cuando Beto, el primer día en Bendita, me vino a explicar cómo era la dinámica del programa le dije que no quería sonar pesado pero que ya sabía todo. Ya sabía hasta el PNT. Al chivo de la joyería Ricciardi me lo sabía de memoria porque lo escuché toda mi vida.

Al poco tiempo de estar al aire en TV se sumó al staff de la Rock & Pop. No solo inauguró su nuevo oficio en una emisora, sino que también encontró en la radio a su medio predilecto. En el envión, cerró un texto pendiente y lo convirtió en un unipersonal: empezó haciendo Cosa de locos en el Teatro Regina pero a los meses ya estaba de gira, reabriendo su propio mapa, haciendo funciones en salas de Argentina y de Uruguay.

Como una luz, como una parábola sobre los reflejos, la carrera de Enzo Aguilar vuela atravesando formatos y disputando la narrativa de la marica picante. Es crítico con la tibieza de sus colegas del éter y hasta a veces es señalado por puto politizado, por la tribuna de las arrobas.

-Toda esa parte de la vida a la que la gente generalmente quiere volver como la infancia o el momento de la escuela secundaria, yo la tengo bloqueada. Entonces, ahí me armé como de una carcasa importante. Si en mi escuela en Tucumán me recagaban a palos por puto, ahora el comentario de “trolo sacate ese sombrero”, de alguien que no sé quién es, me chupa un huevo.

Pero algo hace Enzo Aguilar con la empatía en tiempos jodidos. Su analítica de influencer arroja que el 97% de las personas que lo siguen son mujeres. Dirá él mismo que en más de una ocasión algún trolo millennial de este planeta se le acercó para confesarle que ante el dilema parental, sus videos reenviados en grupos familiares de WhatsApp habían sido la prueba gay exitosa que encarrilaron una salida de closet. Su deseo masticado por el consumo televisivo desde niño o la ilusión sostenida por lo improbable, le permitió incorporar con naturalidad a la secuencia -tan cotidiana como frecuente- en la que la que personas anónimas le piden sacarse una foto como quien te interpela por fuego en la calle.

Y como el tiempo no para, estrenó este mes Convivencia Obligada en el Teatro Multiescena, poniéndole el cuerpo a la temporada de este verano que arde. Dirigida por Ernesto Medela, la obra que ya cuenta con ediciones previas renueva elenco y apunta a convertirse nuevamente en hit de taquilla. Junto a Juli Presutto, Luciano Heredia, Facundo Calvo y Federico Barón; interpreta a Mauro, un joven homosexual, provinciano, que toma fernet con cola y que un día llegó a Buenos Aires, entusiasmadísimo, para ver qué onda.

¿Cómo fue el proceso de construir al personaje de Mauro?

-El texto de esta obra tiene muchos años. En el guion original el personaje no era gay de entrada. Pero al momento de encarnar a un gay, encarnaba al gay cliché, al de Sofovich. Hay cosas a las que yo digo “no, hasta acá”. Me parecía interesante que el personaje fuera gay desde el comienzo de la historia. Y que también podía ir cambiando las personalidades, que en un momento esté muy arriba y en otro muy abajo. La vida no es así: si vos estás dentro de un closet, no es que salís del closet e inmediatamente explotás.

¿Cómo te llevás con el humor de la obra?

-Quizás no es mi código de humor pero fue un desafío como actor poder interpretarlo. Como te decía, el texto se escribió en otro momento y es una obra que se viene haciendo desde hace mucho tiempo. No por capricho, pero hay cosas de mi personaje que elegí cambiarlo porque dije "hoy un personaje gay no puede decir esto". Un gay no es solamente una persona que solamente chupa pijas. No somos personas huecas que solamente estamos pensando en coger. Por eso me parece interesante que sostenga ideas, pensamientos, que sea picante. Me cayó super bien que Ernesto, el director, me dijera “dale, obvio, cambialo”. A mí y a los chicos nos dejó cambiarle cositas, en lo mío me dejó cambiar por lo menos todo.

¿Por eso quizás se percibe en el personaje una impronta más tuya, más Enzo?

-Sí, me gustaba esto de hacer humor con cosas que pasan actualmente. Que sea un personaje más aggiornado, que se ría diciendo algo de la Clérici, o que mencione al cierre del INADI.

Y eso tiene que ver con vos...

-Y con Bendita. Como siento que tengo tanto informe en la cabeza que me lo tengo que sacar en algún lugar. ¿Por qué me guardo todo eso?

¿Cómo se proyecta tu 2024?

-Sigo con radio y televisión. Todo el verano haré teatro en Convivencia Obligada con este hermoso grupo de personas, con quienes venimos preparando la obra desde hace ya un tiempo. Y en marzo estreno mi nuevo unipersonal.

¿Se puede adelantar algo?

-Sí, se trata sobre ser distinto. Luego de muchísima terapia me di cuenta de que está bueno ser distinto. Al fin y al cabo, ser el distinto de todo ese grupo de gente, de esa masa gente, me trajo hasta donde estoy ahora; que no sé si es mucho o poco. Pero como sea, estoy acá.

 

Convivencia Obligada se presenta los viernes, sábado y domingos en el Teatro Multiescena, Av. Corrientes 1764.