Una pregunta incómoda recorre las venas abiertas del mundo contemporáneo: ¿Heredan los hijos la culpa de los padres? “El pasado siempre está agazapado para destrozarnos la vida en cuanto puede”, advierte Sergio del Molino (Madrid, 1979), el escritor y periodista español, ganador por unanimidad del Premio Alfaguara de Novela con Los alemanes. El “súper” jurado de esta edición, integrado por Sergio Ramírez, Juan José Millás, Rosa Montero, Manuel Rivas y Laura Restrepo, destacó “su maestría para narrar un suceso muy poco conocido de la historia española relacionado con las mutaciones del nazismo y con hondas consecuencias en el mundo actual”. El libro, que se publicará el mismo año en que la editorial Alfaguara cumple 60 años, llegará a las librerías de España y América Latina el 21 de marzo.

Ese suceso poco conocido se trata de la llegada a Cádiz de dos barcos con más de seiscientos alemanes provenientes de Camerún, en plena Primera Guerra Mundial, que se instalarán en Zaragoza, entre otras ciudades, y formarán una pequeña comunidad que no volverá a Alemania. El escritor español mete las manos en esta masa verdadera para llevar agua al molino de la ficción. Entre los “alemanes de Camerún”, como los llama el autor, estaba el bisabuelo de sus criaturas imaginarias, Eva y Fede, quienes se encuentran en el cementerio alemán de Zaragoza en el entierro de Gabi, su hermano mayor. Junto con su padre, son los últimos supervivientes de los Schuster, una familia que llegó a formar un importante negocio de alimentación. Los refugiados alemanes en España pronto se transformaron en activos simpatizantes del nazismo. El pasado siempre puede regresar para “levantar ampollas”, como suelen decir los españoles.

Del Molino, columnista del diario El País, tenía la historia de esta novela en mente hace muchos años. El ensayo Soldados en el jardín de la paz (2009), una investigación en clave de reportaje periodístico, fue el primer acercamiento que tuvo sobre la colonia alemana instalada en Zaragoza. Antes de buscar y encontrar la forma narrativa de Los alemanes se fogueó con el celebrado La España vacía (2016), un ensayo sobre la despoblación y la idea de país con el ganó el premio al mejor ensayo del Gremio de Libreros y el Premio Cálamo; con La hora violeta (2013), donde narra un año de la vida de su hijo Pablo, que fue diagnosticado con un raro tipo de leucemia, hasta su muerte; o con La piel (2020), una autobiografía novelada sobre su relación con la psoriasis. También publicó las novelas Lo que a nadie le importa (2018) y La mirada de los peces (2017), entre otros libros.

“La novela cuenta la historia de una familia que se ha desintegrado”, agrega el escritor sobre Los alemanes, que está dedicada a la memoria de uno de los descendientes de esos “alemanes de Camerún”, Pablo Bieger, que murió en noviembre de 2022. “El pasado siempre está agazapado para destrozarnos la vida en cuanto puede. El pasado de estos personajes vive agazapado, durmiente, pero otros se lo van a restregar por la cara para destruir su presente y su futuro”, explica Del Molino y reconoce que uno de los ejes narrativos está construido en torno a un gran interrogante: ¿Qué culpa tienen los hijos de los actos de los padres? “¿Somos responsables de lo que heredamos? ¿Qué debemos a nuestros padres, qué parte de culpa tienen en lo que somos y hasta qué punto sus pecados y crímenes nos interpelan? Ese es el dilema al que se enfrentan nuestros protagonistas”, confirma el escritor y confiesa estar borracho de “poder, vanidad y narcisismo” por haber ganado los 175 mil dólares del Premio Alfaguara de esta vigésimo séptima edición en la que se presentaron 800 manuscritos.

Del Molino subraya que la idea de su novela es que no se puede huir de la familia. “Por mucho que hayas puesto países de por medio, lenguas de por medio y por mucho que te hayas hecho la fantasía de que lo que tu familia es y lo que tu familia hace no va contigo, si tu familia está metida en algo turbio, esa oscuridad te va a llegar. Por mucho que intentes huir de ella, no puedes escapar ni aunque te vayas a una cabaña en el polo sur. Y a este pobre hombre, uno de los protagonistas de la novela, le llega y le destrozan la vida”, resume el escritor cuya obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, griego, alemán y chino. Le parece injusto “que nos juzguen por lo que fueron nuestros padres”, pero cree que se acaba cargando con esa pesada mochila. “Hay mucha gente que construye su identidad intentando incluso cambiar el apellido. Aunque cambies el apellido, la familia es algo de lo que no podemos huir”, precisa el escritor y se refiere a un personaje de la novela que está muerto (y es uno de los que hilvana la narración) que ha construido su vida contra todo lo que representaba su familia.

Los alemanes tiene un epígrafe tomado del diario del compositor austríaco Franz Schubert, cuya música tiene mucha importancia en la novela, especialmente Viaje de invierno, el ciclo de lieder que compuso sobre poemas de Wilhem Müller. “El otro siempre es un extraño, por muy cerca que estemos de él y por mucho que queramos conocerlo. Como vivimos tiempos broncos, tiempos recios, como podría decir (Mario) Vargas Llosa, yo aspiro a que la literatura ponga en marcha una de sus grandes armas que es intentar crear la ficción de que el otro no es un misterio tan profundo y que comprendiéndolo somos capaces de comprendernos a nosotros mismos”, plantea el escritor. “En este momento en el que estamos todos en la gresca política y en la selva social de discusiones y y guerrillas culturales, la literatura tiene una función fundamental que es intentar mitigar en lo posible ese misterio y que el otro no sea alguien a quien podamos deshumanizar o que podamos despreciar fácilmente, sino alguien en cuyos pies y en cuya piel nos podamos poner”.

Los “alemanes del Camerún” se instalaron en España en 1916. “Cuando llega el Tercer Reich, se nazifican todas las colonias alemanas en el exterior porque sufren una propaganda muy intensa por parte de Hitler; además sabe que son nostálgicas, que echan mucho de menos la grandeza imperial y son derrotados de guerra, igual que Hitler, o sea que tienen ese resentimiento y esa idea de que el mundo les debe algo. Entonces son muy receptivas a la propaganda nazi y algunos acaban en el frente ruso”, aclara el escritor. “Para ellos el nazismo representa esa Alemania que no fue, esa grandeza que no encuentran en ningún sitio y que para ellos despierta una nostalgia enorme porque han vivido en un país franquista donde se les ha tolerado su nazismo constantemente, con lo cual han mantenido un nazismo inconsciente, casi de segunda piel, que se va manteniendo de generación en generación, y eso es un hilo importante que desencadena muchas cosas dentro de la novela”.