La liberalización comercial es una panacea para el ideario ortodoxo. De acuerdo con esa visión, la apertura comercial es una condición necesaria para el crecimiento económico. Una economía más abierta crece más rápidamente, repiten a coro los economistas neoliberales. El macrismo coincide con esa mirada.

Al respecto, el economista Matías Kulfas opina en Estancamiento económico y reconfiguración del empate social. La economía argentina entre las limitaciones del tercer kirchnerismo y la instauración del “neoliberalismo posible” que “el gobierno quiere avanzar hacia una economía más abierta a las importaciones y los primeros pasos van en esa dirección. Esta situación no está exentas de pujas y contradicciones dentro del propio Ministerio de la Producción, donde conviven sectores más industrialistas con otros de perfil liberal”.

Por caso, el ministro de la Producción, Francisco Cabrera, plantea que el país “está entre los tres más cerrados del mundo, después de Sudán y Nigeria”. Los datos duros del comercio exterior lo desmienten. La suma de exportaciones e importaciones representó un 35 por ciento del PIB, en el período 2003-2015, según datos del Banco Mundial. Ese ratio es muy superior al brasileño de alrededor del 26 por ciento o al estadounidense de 28 por ciento.

La visión librecambista se enfrenta a serios problemas en el actual contexto internacional. El comercio mundial crece a tasas muy reducidas desde la crisis del 2008. Desde ese año, la Organización Mundial del Comercio (OMC) contabiliza la aplicación de 2557 medidas restrictivas comerciales. En ese sentido, el politólogo Andrés Malamud plantea que el macrismo se entusiasma con volver a un mundo que “ya se fue”. 

Las idas y vueltas en la apertura del mercado estadounidense para los limones tucumanos, a pesar de su escasa significancia económica, revela la lógica comercial de las potencias centrales. Otra muestra fue la reciente decisión del Departamento de Comercio de Estados Unidos de incrementar el arancel a las importaciones de biodiésel argentino.

El economista Andrés Tavosnaska sostiene que “esto demuestra el manejo particular y muy sofisticado que tienen los países más desarrollados para la administración del comercio, donde pregonan el libre comercio pero cada vez que sienten que alguien es más competitivo que ellos cierran sus mercados y entran a discutirlo para reabrirlo quizás cinco años después”.

La suba arancelaria para el biodiésel argentino pone en riesgo 6000 empleos en Santa Fe, según estimaciones del ministro de la Producción local, Luis Contigiani. 

El gobierno provincial también está preocupado por la situación de los productores porcinos. El Observatorio de Importaciones de Santa Fe,integrado por equipos técnicos del Ministerio de la Producción y de la Federación Industrial de Santa Fe, advierte que, entre diciembre de 2015 y julio del 2017, las importaciones crecieron de manera explosiva. El incremento alcanza el 9691 por ciento en el caso del carré de cerdo, 667 por ciento en la bondiola y 683 por ciento en la carne porcina. La mayoría de esas importaciones provienen de Brasil y Dinamarca. Los términos de la negociación del gobierno nacional con sus pares estadounidenses, canjeando limones por porcinos, promete agravar ese escenario. Según el titular de Federación Agraria Argentina, Omar Príncipe, la apertura del mercado pone en riesgo a productores y trabajadores de los 180 frigoríficos de cerdos de la Argentina.

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@diegorubinzal