La resistencia social y la altísima inflación son las amenazas más fuertes al plan económico de ajuste ultraortodoxo de Javier Milei. Ambas son consecuencia directa de las decisiones que tomó el gobierno libertario en su primer mes y medio de gestión. Lo que ocurra en ambos planos en febrero y marzo será determinante para afrontar el crucial mes de abril, cuando se pondrá en juego la continuidad del programa en marcha o su reemplazo en condiciones más o menos caóticas.
La habilidad del Presidente para sortear el obstáculo de la debilidad política intrínseca del gobierno de La Libertad Avanza, con franca minoría en el Congreso, es otra cuestión esencial para la aplicación del plan económico. El reconocimiento de este viernes del ministro Luis Caputo de que tuvo que bajar el capítulo fiscal de la ley ómnibus por el rechazo de gobernadores y la oposición amigable expone las dificultades en este terreno y abre más interrogantes sobre la consistencia política del proyecto en marcha.
Cuando se dice que lo que hace Milei es lo mismo que hubiera hecho cualquier otra fuerza, alcanza con preguntarse si Sergio Massa u Horacio Rodríguez Larreta, por no mencionar a Myriam Bregman, hubieran elegido el modo shock para arrancar su mandato, con un salto cambiario de 120 por ciento, recorte del gasto público al punto de no abastecer comedores populares, fijación de tasas de interés en pesos negativas y transformación estructural de la economía -en plan neoliberal salvaje- con el DNU y la ley ómnibus. Claramente no. Este es el plan de Milei, y lo que pasa y pasará es su responsabilidad.
Con la misma herencia del gobierno de Alberto Fernández, más la década de estancamiento, más la vuelta del FMI, aquellos dirigentes hubieran intentado otro camino y hubieran mostrado otro andar político. Al libertario le gusta echar culpas y patotear hasta a sus aliados circunstanciales, con quienes tiene que negociar, como gobernadores y opositores blandos. Ese es su estilo, es su gobierno y serán sus resultados.
Con todo ello, el programa que arrancó el 10 de diciembre muestra a esta altura fortalezas y debilidades, en términos de sostenibilidad, no en el plano social ni en relación al bien común, que están siendo pisoteados con absoluto desparpajo y hasta con dosis de sadismo.
Fortalezas
El mayor activo que tiene el gobierno de Milei es la lluvia de dólares que habrá este año por la cosecha record o casi record, más el aumento de las exportaciones de hidrocarburos y minerales, más las ventas en general por la liberalización del comercio exterior y la disponibilidad de mayores saldos exportables. A eso se suma el ahorro de divisas por las menores importaciones energéticas, a causa del gasoducto Néstor Kirchner, y la disminución de las compras en general por la contracción de entre 3 y 4 puntos que sufrirá el PIB.
Todo ello puede ser un factor clave para ordenar el frente cambiario, condición indispensable -nunca suficiente- para estabilizar los precios y la economía.
"Este gobierno tendrá entre 20 mil millones y 25 mil millones de dólares más que el año pasado. Si le hubiera tocado administrar eso a Massa se quedaba hasta 2045", representa Jorge Carrera, ex vicepresidente del Banco Central en el gobierno anterior.
"Objetivamente consiguieron dólares. El Banco Central está comprando dólares y está licuando pesos. Bajó el gasto fiscal y no se está emitiendo para financiarlo. Son señales importantes. Lo que hay que ver es cuánto se soporta", agrega el economista, anticipando uno de los desafíos principales del plan en curso que se analizará más abajo: la tolerancia social.
"Con dólares y baja del gasto fiscal es fácil organizar la economía. Pero tiene que resistir el cuerpo", insiste Carrera.
La otra pata del plan son las anclas fiscal y monetaria, que como toda receta presenta beneficios y contraindicaciones. El tamaño de la dosis es determinante para que su aplicación sea virtuosa en el ordenamiento de expectativas y como eventual plataforma de un despegue posterior o nociva al punto de causar daños difíciles de revertir en términos de recesión, desocupación y desestabilización social, llevando a que el plan quede muy comprometido o vuele por los aires.
"Las condiciones que tiene el gobierno por la lluvia de dólares son maravillosas, pero hay mucha desconfianza en la capacidad para gestionar", analiza Carrera.
En esta semana difícil para el gobierno, en la que hubo un paro general y movilizaciones en todo el país de enorme relevancia, con un ministro eyectado en medio de un escándalo, con el responsable de Economía también en duda, más el fracaso en el intento de imponer la ley ómnibus en su versión original, hubo un hecho que jugó a favor del proyecto oficialista que fue la mayor aceptación que empezó a tener el bono para importadores, el Bopreal.
"Es un instrumento muy polémico porque puede ser parte del proceso hacia la dolarización. Están generando compromisos de deuda en dólares que no existían, pero están logrando retirar pesos de circulación por el equivalente, hasta ahora, de 5000 millones de dólares, y están generando un mercado secundario para esos títulos", explica Carrera.
Debilidades
Como se indicó al comienzo, la altísima inflación y el descontento popular amenazan seriamente al plan económico. Será determinante que el índice de precios retroceda a menos de 25 por ciento en enero, menos de 15 puntos en febrero y menos de 10 en marzo para que a mediados de abril empiece una liquidación intensa de la cosecha gruesa, sin nuevas presiones devaluatorias. Si la inflación se mantiene por arriba de esos niveles será difícil contener la brecha con los dólares financieros y evitar otra ronda de ajuste cambiario, lo que comprometería todavía más el otro flanco, el de la resistencia social.
La decisión de dar de baja la suba de retenciones que se planteaba en la ley ómnibus intenta neutralizar la presión de los exportadores rurales para otra devaluación. Pero si la inflación no cede al ritmo descripto, los riesgos de una nueva suba del dólar oficial serán más que importantes.
El factor del acompañamiento o rechazo social es igualmente sustancial. El paro del 24 fue un golpe contundente para el oficialismo, más allá de sus intentos por minimizar lo evidente: que cada vez son más los que rechazan la actual gestión y ponen en duda la promesa básica de Milei y Caputo, respecto a que esto era lo único que se podía hacer y que después del sacrificio descomunal del ajustazo llegará la ansiada estabilidad y prosperidad para todos.
"Todavía hay un montón de gente que banca, pero también hay cada vez más gente azorada", resume Carrera.
"Además, este es un gobierno muy débil en lo político que se maneja de una forma muy extraña. Hay que tener mucha fuerza para pasar a todos por arriba como pretenden. No les va a resultar", interpreta el economista. El retroceso en el proyecto de ley ómnibus da crédito a su hipótesis. "La ley ómnibus le generó más costos que beneficios. Algo de todo lo que plantearon se va a aprobar porque si no se cae el gobierno. Pero están haciendo papelones", enfatiza.
Más allá de las debilidades de corto plazo, como la inflación y la oposición ciudadana, el plan también deja dudas sobre su sostenibilidad a futuro por las externalidades que está causando. La más peligrosa es la recesión y el aumento del desempleo. "Mucha gente se olvidó del cáncer que es la desocupación, ni valoró que el gobierno anterior la haya bajado a niveles mínimos cuando fue a votar, pero si se instala con la fuerza que tuvo en los '90 no le será fácil a Milei contener el enojo popular", advierte Carrera.
En otro plano, las tasas de interés negativas en pesos pueden poner en aprietos al sistema bancario. "Lo de la tasa está generando un costo muy negativo en el sistema financiero y puede ser que aparezcan cisnes negros. Los plazos fijos en pesos eran el principal elemento de fondeo para los bancos. No les está quedando mucho negocio por hacer, porque tampoco pueden prestar", alerta el ex vice del Central.
"Hay 70 bancos y no todos son iguales. En los grandes puede haber un problema de rentabilidad, pero en los chicos pueden aparecer problemas más graves y que eso precipite un proceso de consolidación en el que algunas entidades tengan que ser absorbidas por otras de mayor tamaño. Es un tema que siempre genera nerviosismo y puede resultar grave si no se maneja bien", completa.
"Si el plan económico no logra consolidarse hasta marzo, es probable que el Gobierno intente recrear la convertibilidad como en los '90 o se juegue mucho más y se tire a la dolarización. Supongo que optará por la primera alternativa, una nueva convertibilidad, que de algún modo la puede tener a mano y es una apuesta menos disruptiva que la dolarización total de la economía", concluye el economista.