“Venceréis, pero no convenceréis”.
Miguel de Unamuno, filósofo español,
a los franquistas, en 1936.
Votaron esto.
Suelo despertarme de pesadillas diurnas en las que miro un noticiero, escucho las florituras de mala calidad con las que el bolacero presidencial intenta cada día justificar lo inenarrable, o llego a la caja del súper y veo adelgazar mi tarjeta al ritmo de los productos que acostumbro consumir.
Votaron esto.
Escucho a legisladores desmenuzar con sagacidad estilística los mamarrachos dibujados por el hijo de algún CEO transformados luego en programa oficial necesario y urgente y elevado, si así puede decirse, para su próxima entrada en vigencia, lo que permitirá al pueblo argentino experimentar sensaciones novedosas. Que ninguna de ellas se acerque ni siquiera levemente a lo agradable es un pormenor. Luego, veo como esos mismos legisladores acatan esquizofrénicamente lo que sus propias neuronas no pudieron digerir sin una carcajada sardónica.
Votaron esto.
La ley no rige ni siquiera para regular una partida de ajedrez. La lógica era que jugaran una vez las blancas, luego las negras… Bueno, salvo que estuvieras jugando contra el rey de Francia (encarnado por un magnífico Mel Brooks en La loca historia del mundo, parte 1, 1981), quien hacía uso de sus prerrogativas monárquicas para jugar tres veces seguidas, comerse a la reina rival –en el sentido metafórico-sexual del punto– y, mirando a cámara, guiñar un ojo y decir “Good to be King!” (“está bueno ser rey”). Seguramente, aunque no se ve en la película, miraría a los humildes y guiñándoles el otro ojo les diría: “No hay plata”.
Votaron esto.
Los que creían que “con un cambio” llegarían a fin de mes, y se tomaron de un trago el menjunje del que les enchufó jarabe de sapo hervido diciéndoles: “Basta de tomar cerveza, es hora de un cambio, de una bebida nueva”; los que, molestos con el color de la pared de su baño, le pusieron una bomba a su casa; los delivery boys que se creen mejores que el delivery boy de la otra cuadra, que a su vez se cree mejor que ellos, y compiten entre todos a ver cuál será el primero en estrolarse sin cobertura social, laboral, emocional ni neuronal; los que creen que el Estado no debe interferir si “dos personas contratan libremente un acuerdo en el que una de las dos se va a beneficiar y la otra se va a perjudicar”, todos y todas elles votaron esto.
Los que creían que si ganaba el peronismo de centroderecha, “íbamos a ser Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Angola o Yaquestán –país inexistente–, votaron esto: la libertad del pez más grande de comerse al más chico, y ya que estaba, al delivery boy que, montado en su primer ministro equino, se los trajo en una pecera a cambio de dos monedas importadas.
Los que creen que la mejor escuela es un voucher o una plataforma, que está bueno que los chicos se hagan amigos de robotitos artificiales, y que para el Día del Maestro el mejor regalo es un avatar, votaron esto.
Los que consideran al otro un número, una letra, un signo de pregunta, un espacio sin nada o “eso que interfiere entre mi éxito y yo”, votaron esto.
Los que creen que hay que darles tiempo, así en pocos meses terminan con todo. Los que opinan que hay que negociar y, en todo caso, dejarlos apropiarse de la patria pero ser intransigentes con la toga de los jueces. Los que suponen que la salud es un negocio. Los argentinos, argentinas y argentines de bien… votaron esto.
Los dirigentes que “se oponen pero bueno”, los que juegan la suya, los “organicémonos y vayan”, les fundamentalistes de toda laya… votaron esto (aunque crean que hayan votado otra cosa).
Ellos cuentan con todos esos votos y los usan cada vez que pueden, en el sentido que más les conviene.
No importa si quienes los votaron creían otra cosa. No importa si los votaron sabiendo que lo iban a hacer porque estaba dicho, pero creyendo que no lo harían. Votaron esto.
Esto no es, no tiene por qué ser, el final. Pero saber dónde y con quienes estamos parados podría ser, quizás, un punto de partida.
Sugiero al lector acompañar esta columna con el video “Zamba de la carestía”, video estreno de Rudy-Sanz (interpretado por The chalchers, con imágenes naturalmente artificiales very gauchescas):