Ya sabe. Hay que sufrir. Lo dijo Tevez. En ocasiones hay que vigilarse las vanidades propias. A veces no es fácil saber que es vanidad y que es invocación a la vergüenza ajena. “Mucha gente está sufriendo..(...)..ahora es cuando tenés que dar un batacazo, tenés que ser duro y fuerte para cambiar algo”, manifestó el ex delantero.
Nunca es tan devastadora la soberbia que cuando se vuelve innecesaria. No hay medicina que cure el origen de clase, ni siquiera el dinero que llegue después, o el prestigio social que se adquiera. Muchas identidades se “fabrican” por amputación, algo que reproducen muchos futbolístas de éxito, arrancándose una parte de lo que fueron, para ser otros, creciendo con una mirada hostil hacia el vulnerable.
Es preocupante saber que el debate sobre lo que queremos ser esté en manos de quienes no quieren que seamos. Millonarios patrióticos que acaban de fundar su patria, su himno y su bandera, y hablan en nombre de los pobres para evitar que los pobres hablen por sí mismo. A ciertas clases privilegiadas la realidad no les toca, no la sufren. Obedecen al canibalismo del liberalismo ultra, y al “sentimiento del mercado”, uno de los grandes sintagmas de la modernidad. Es que los mercados “sienten”, sienten más que las personas, dicen.
Sabemos muy bien que el poder de algunas ideas poco tiene que ver con la verdad que contengan. Pero repiten, fomentan, difunden, y reproducen sin descanso opiniones tan disparatadas y falsas que consiguen que acaben pareciendo normales. Hoy toca sufrir, nos dice Tevez, sometidos a las brutales devaluaciones salariales, a los recortes del gasto social, al ajuste salvaje e irracional, al intento de flexibilizar y desregularizar el mercado laboral, a las privatización del sector público, al estrangulamiento de la cultura, y al fogoso periodo de fe ciega en los operadores privados, en la creencia de que los mercados, y solo los mercados, tienen la llave mágica de la prosperidad.
No hay cultura del desprecio sin difamación. Y para que esta progrese es necesario distorsionar la realidad, inventarla, desvirtuar los hechos, atacar la solidaridad, y extinguir todo residuo de piedad hacia el otro, y que la figura humana deje de conmover. Han sustituido el sentido de pertenencia por el individualismo obsceno, la solidaridad por el narcisismo, y fabricación de esa especie de sociedad de la interpretación, del disimulo, del engaño y de la impostura. No es tiempo de sutilezas, hoy lo que se impone es meter las manos en el estiércol, y enfrentar la batalla entre lo oscuro y lo luminoso.
En esos lugares lejanos en los que parecía que de verdad estaban sucediendo las cosas, uno recuerda aquella inteligente viñeta de Quino en la que Susanita, la amiga de Mafalda, le propone organizar comidas de “carne, pollo, lechón” para recaudar fondos para comprar a los pobres “harina, sémola, fideos y esas porquerías que comen ellos”. Hay que lavarle la cara a la dureza. Hoy nos toca sufrir. Lo dice Tevez.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979