En diciembre asumieron las nuevas autoridades de la Biblioteca Nacional. Hasta entonces yo era la directora del Museo del libro y de la lengua. Sin que esas autoridades tomaran contacto conmigo, di mi charla de despedida mediante el arte adaptado (expresión común a la retórica disca) de la ventriloquía, es decir que la di a través de la voz de otra persona, Nora Domínguez, durante la presentación del tercer tomo de Historia feminista de la literatura argentina, Escritoras en movimiento.
Cuando reabrimos el Museo del libro y de la lengua (cerrado durante Macriland ) y restablecida su dirección, en fueros de la Biblioteca Nacional bajo la dirección del escritor y periodista Juan Sasturain, reiniciamos la crítica del pensamiento argentino, poniendo el énfasis en lo que llamamos “una lengua sin aduana ni peaje, soberana y plurinacional”, fuera de todo criterio de purismo -o sea “el Odeón se manda La Real Academia” como dice el tango-, para no sólo apostar a su existencia sino a su índole popular y política. O si prefieren, esta frase de Horacio González, que no siendo perro, parece que hablara puntualísimo desde el más allá, en este presente: “La cultura es la estructura secreta de todo lo que se hace incluso en materia de economías”.
La charla .“No hay que hablar de lo que quiere el otro. Menos volver legible una violencia que alienta humor y horror, emparentándola con destinos mundiales, a fin de encontrar su racionalidad funesta pero que nos deja estampados a su espectáculo tanático, a su ambición de proyecciones de no futuro que nada tienen de punk, pero sí de violencia estatal que dice no querer nada del Estado. Mucho menos hablar de la coyuntura como de loca excepción argentina. Pero sí recordemos que ellos están aquí y que intentan hacer del género una clave de su ofensiva. Prestemos, en cambio, atención a todo aquello donde sus economías no se hacían presentes:por ejemplo el transfeminismo antipunitivo y amoroso. Abrimos el Museo del libro y de la lengua con la Kermese del día después y hoy estamos aquí para festejar un tomo de la Historia feminista de la literatura argentina. Mareadas en la marea , fuimos archivos de banderas y documentos, de marchas que anduvieron por el mundo, mostrando leyes que vinieron de nuestras luchas, donde recuperamos la performance, dañada por las bolsas negras del femicidio, al grito de “al patriarcado lo hacemos concha”. Nos quieren orcos pero somos orcas, no las con h de ejecución sino esos peces que saltan bellos para despertar la curiosidad de les niñes autistas. La kermese del día después recogió la tradición feminista de, en lugar de sostener un imaginario de ruptura y corte parricidas, proponer la parentalidad mediante la que recogió legados y nombres propios, en un sustrato de voluntad para la acción política: fue en el Museo del libro y de la lengua, bajo la dirección de María Pía López, a través de la Maratón de lecturas contra el femicidio , donde se hizo visible el movimiento Ni Una menos, convirtiendo en uno de los objetivos irrenunciables de este espacio, recuperar ese legado simbólico para mostrar las marcas de género en la lengua, haciendo permanente el debate sobre el lenguaje inclusivo y dando protagonismos a los feminismos populares y al movimiento de las disidencias en sus cuestionamientos e invenciones.
Ahora que sí nos ven, nos ven así: Para nuestros enemigos --lo escribí muchas veces-- la llamada “ideología de género” aludiría a ideas falsas o ilusorias --como los falsos ídolos que proyectaba la caverna platónica-- en aras de fines egoístas y autoritarios, suprimirla sería “fomentar la libertad de los padres y las madres para escoger el modelo educativo que desean para sus hijos e hijas con base en sus valores familiares”. Estas propuestas presentadas como libertarias, antiestatales y exentas del autoritarismo propio de las "ideologías", tienen como proyecto ir construyendo un enemigo común que exalte las identidades y fortalezca la familia biológica contra el enemigo vintage del comunismo (o cualquier acción arbitrariamente bautizada como “socialismo”).
Manuel Adorni, hoy vocero presidencial, en julio de 2022 había posteado la imagen de un billete de cien dólares con el epígrafe: “Estos sí son 30.000” y es un firme opositor a la IVE.
Pero recordemos con Luciana Cadahia que en 2016 Colombia votó No a la paz y en 2022 ganaron las fuerzas progresistas, que en 2018 Bolsonaro venció por 11 puntos en Brasil y hoy gobierna Lula. Que no hay una línea recta irreversible y que el deseo no nace en países como los que discuten el uso del cencerro en las vacas como ruidos molestos, sino como dice Roberto Jacoby “el deseo nace del derrumbe” .
Como siempre me repetía y machacaba.
Renuncié. No recibí registro de esa renuncia.
¿Milei raro? Toda Latinoamérica conoce experiencias parecidas. Su papelón en el Foro de Davos fue aplaudido por millonarios freaks como Elon Musk que publicó una imagen de sí mismo delante de su Mac con Milei en la pantalla diciendo “muy caliente ahora mismo” y la de una mujer desnuda a la altura de la entrepierna. Intenta significar potencia pero la parte de arriba de su cuerpo parece tan relajada como si estuviera durmiendo la siesta y Milei no está en cuerpo presente sino en la computadora. O se lo está sodomizando o su collage es ambivalente.
En todo caso Milei, que habla con perros muertos, usa el cabello batido y cree que Putin ha muerto y sido reemplazado por un doble, que la Nathalie de la canción todavía está en la Plaza Roja y los bailarines del Bolshoi escapan en tutu a través del muro, es raro como López Rega, el brujo que decía que el destino de Perón estaba regido por el acorde musical la, si, mi, la, por los perfumes zodiacales de la rosa y el clavel y cinco partes de celeste y cinco de gris. Claro que son igualmente peligrosos.
Perrerías eran las de antes. A comienzos de enero, María Pía López escribió en este diario un artículo llamado ¡Guau! para señalar la contradicción de que Milei que considera hijos a sus perros, los haya enjaulado en la quinta de Olivos. Señaló también una historia de los perros ortivas (¡pobrecitos, ellos son inocentes! ) sentados en los sillones presidenciales, la burla, o mejor dicho la confesión, de que allí pueden sentarse las bestias. Pero recordemos, a cambio, a los perritos como sosías y prolongaciones de un personaje como la finada Jazmín de Susana Giménez que usa cama con baldaquino como una diva y Dylan, tan tranquilo y pachorra como Alberto Fernández. Garage, Bartolo y Flauta eran algunos de los nombres populares de esos acompañantes peludos a los que se hace homologar el destino humano: no bien José Marrone fue cenizas, Juanita se abocó a la tarea de crear un crematorio para perros “en nombre de Marrone”. Y ¡como olvidar a los perritos bandidos del General, perfumados pompones peinados por un coiffeur, ladradores y libres como si tuvieran alas, íconos del kisch peronista!