La mirada de Camila Fabbri, escritora y directora de teatro y cine, bucea en los desastres con una concisión perturbadora. Paulina, la protagonista de La reina del baile, novela con la que fue finalista del Premio Herralde, se define, junto a su compañera de trabajo Maite, como “unas falsas Thelma y Louise” que no tienen estilo ni coraje, pero están sin hombres y deciden huir. Las acompaña en la fuga Gallardo, un perro con pedigrí indefectiblemente riverplatense. Las dos jóvenes treintañeras están atravesadas por un puñado de miedos y de preguntas, trenzadas por el deseo, las urgencias y los sigilosos mandatos agazapados. “Me quedan tres años, tres, tres putos años para encontrar a alguien. No me voy a embarazar nunca más. Porque no es solo que te quieran, es también que quieran perpetuar”, le dice Maite a Paulina.

Mamíferos en fuga

No puede faltar un accidente al comienzo de la narración. En el “universo Fabbri” --tan reconocible en los cuentos de Los accidentes y Estamos a salvo-- las obsesiones se reiteran; variaciones de un mismo tema que explora desde distintas perspectivas y momentos vitales. Paulina despierta en un auto volcado en plena avenida. “Apenas veo pero veo. Dormida o desmayada, no creo que muerta, una chica alrededor de quince años. Lleva un vestido floreado y zapatillas blancas iguales a las mías. No sé quién es pero está en mi auto y tampoco se mueve”, dice la protagonista de La reina del baile, una novela en dos movimientos, fuga del presente hacia un futuro incierto y el viaje al pasado de Paulina, su relación con Felipe y la separación. “Pienso que somos mamíferos que van y vienen y muy de vez en cuando se chocan el hocico y eso los enamora”, reflexiona Paulina, una escéptica de una lucidez pavorosa que suelta reflexiones y frases para subrayar y anotar. “Los pesimistas se arrugan más rápido pero están preparados para el fin del mundo con respeto y musculatura”, plantea el personaje.

Fabbri (Buenos Aires, 1989), que fue seleccionada por la revista Granta entre los 25 mejores narradores en español menores de 35 años en 2021, dirigió las obras de teatro Brick, Mi primer Hiroshima, Condición de buenos nadadores, En lo alto para siempre y Recital Olímpico. En los cuentos de Los accidentes --su primer libro publicado cuando tenía 25 años-- enfoca en un primer plano, con una precisión monstruosa, el desvío o la anomalía, aquello que está como borroneado por las apariencias o las convenciones de la vida cotidiana. Egresó de la carrera de Dramaturgia de la Escuela Municipal de Arte Dramático, estudió actuación durante cinco años con Julio Chávez y también asistió a talleres de dramaturgia con Lautaro Vilo y Mauricio Kartun y a talleres de narrativa con Romina Paula, Oliverio Coelho, Juan Forn y Liliana Heker, entre otros. Como actriz, trabajó en Dos disparos, de Martín Rejtman; y en Las Vegas, de Juan Villegas.

La publicación de La reina del baile, su primera novela de ficción que salió en diciembre de 2023, llegó después del estreno en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián de su primera película Clara se pierde en el bosque. El film es una adaptación de su novela de no ficción El día que apagaron la luz sobre la tragedia de Cromañón, el recital de Callejeros en diciembre de 2004 que terminó con la muerte de 194 jóvenes. En abril o mayo la película probablemente llegará a las salas del Malba, el Gaumont o la Leopoldo Lugones. “Hay tan pocas cosas concretas este año que es difícil proyectar”, reconoce Fabbri y revela que en junio volverá a viajar a Madrid, donde estuvo el año pasado por una residencia de escritura, “por una búsqueda más personal”, aclara. No sabe si le renovarán el contrato de su principal fuente de ingreso por un trabajo de coordinación en un área cultural. “Tuve mucho movimiento con el libro y la película y ahora entré en una fase de recesión y de resolver cuestiones más urgentes… Nunca viví un nivel de incertidumbre tan grande”, admite la escritora y directora teatral.

Más preguntas que miedos

- “La reina del baile” profundiza una línea narrativa que tiene que ver con la exploración de los miedos. ¿Por qué te interesa literariamente como tema?

-Estoy de acuerdo en que es una exploración de los miedos, pero no es algo que fue premeditado. Me gusta pensar que es una novela armada más de preguntas que de miedos, aunque sin duda siempre hay miedos en lo que escribo; es una especie de materia prima que me sirve para escribir, me funciona, me da ideas. El miedo es un gran disparador para varias cosas. Esta novela está hecha de preguntas que aparecen a determinada edad o en determinado momento de la vida, que es un momento bastante abstracto, porque son los 30 y también los 40 cuando aparecen preguntas alrededor de la maternidad y también de lo orgánico, porque es el cuerpo el que define si eso va a ser posible o no. También hay preguntas respecto de la amistad, la soledad, la vida en pareja. Ser adultos es estar bastante solos. La novela está hecha de todas esas preguntas que una se va haciendo de una manera más punzante.

-¿Qué te pasa con la maternidad? ¿Compartís las preguntas de la protagonista de la novela?

-Seguramente hay cosas de mí en el personaje de Paulina; no es que tenga miedo a la maternidad es más un deseo y tiene la necesidad de entender si es un deseo personal o es un deseo social. No sé si es tanto la idea del mandato de la maternidad. Aunque aparentemente el personaje quiere ser madre, creo que no está del todo segura. Muchas veces es fácil tener una especie de indicador del deseo, entender cuál es la ruta o de dónde nace y cuál es el recorrido que hace ese deseo; pero en ese deseo puntual de la maternidad no es clara la ruta. Me obsesiona un poco esta idea del cuerpo orgánico respecto de la maternidad y de cómo cambia todo lo que está fuera del cuerpo orgánico. Una mujer quizás puede desear ser madre de una manera más concreta llegando a los 40, cuando ya el cuerpo está en otro asunto. El camino del deseo y la posibilidad del cuerpo no van por la misma ruta.

La ruta del deseo

-En el horizonte de opciones Paulina parece convertirse en una suerte de predicadora de la congelación de óvulos. ¿Cómo analizás este tema?

-Yo creo que es una alternativa de la modernidad para comprar tiempo en dólares... no sé en otros países cómo será, pero yo estoy a favor. Yo creo que es algo que debería venir con el paquete de estudios y de prácticas médicas; por un lado te hacés la ortodoncia y por el otro te congelás los óvulos.

-¿El Estado tendría que garantizar la congelación de óvulos?

-Sí, pero es un mal momento para que el Estado lo garantice. Si es solo por las mujeres, obviamente que nadie lo haría. Pero si la idea es preservar al humano en la tierra, que la mujer pueda crear vida y maternar, podría ser algo que esté regulado por el Estado. A veces pienso que la naturaleza es sabia y como al mundo ya no le queda tanto tiempo hay algo de la fertilidad que va reduciéndose sin avisarnos, como cerrando compuertas. Esto no va a seguir mucho tiempo más; sé que es una mirada pesimista (risas).

-¿Investigaste mucho para escribir cómo es el procedimiento de congelación de óvulos?

-Si, tengo muchos recuerdos de salas de espera de estudios ginecológicos, de publicidades de criopreservación, de células madre. Más de adolescente, me acuerdo de ver muchas veces folletería y no entender de qué se trataba y no preguntar mucho tampoco. Después me informé para escribir la novela sobre cómo es el procedimiento, el seguimiento en sí y el día a día. Averigüé sobre las inyecciones semanales en la panza, sobre cómo es la extracción, que es con anestesia total... Todo me pareció bastante impresionante. No es imposible, pero es un poco impresionante. Hay algo que va en contra de lo que una se imaginaría como el contacto con su propio cuerpo: tener que darse inyecciones en la panza para tener más tiempo para poder ser madre. La naturaleza es bastante antifeminista y da bronca que sea así.

-Algo que es una hipótesis de escritura, algo que surge del territorio de la ficción, ¿termina teniendo resonancias en tu propia vida?

-Hasta ahora todo lo que escribí estuvo bastante alejado de las posibilidades reales o fue una realidad muy tergiversada. Nunca me terminé tirando abajo de colectivos, ni me encontré criaturas en las carreteras. Pero quizás esta novela es la que nuclea mejor ese mundo más enrarecido con el mundo más concreto y ordinario del día a día. Sin duda hay algo del momento de la vida de los personajes que claramente tiene que ver con un momento de la vida personal, ciertas preguntas que me hago. La pregunta por la maternidad siempre aparece en las artistas, tanto cineastas como escritoras o músicas, y me gusta que sea así; es como si dijera es mi turno de hablar de este tema, ¿no?

-En “La reina del baile” emerge un abuso intrafamiliar en una adolescente. También hay un intento de violación. ¿Qué puede aportar la literatura al explorar estos temas tan complejos?

-Yo traté de que no fuera el asunto de la novela porque creo que no lo es, pero sí forma parte de ciertas zonas más ominosas. Ese episodio (el intento de violación) es como una forma de destapar la olla de Paulina, es una especie de explosión. Es el único momento en el que el personaje entra en un estado de alteración absoluta y hay un grito como infinito que no se corta por nada; encontré que era la única situación posible para alterar al personaje. Y ahí hay un encuentro mucho más fraternal e íntimo con Maite, algo de cierta comprensión sin palabras. Ese es el único momento en el que algo de Paulina sale de una manera más animal, como si fuera un personaje que está guardándose todo lo que no dijo y hubiera querido decir. Ese grito era necesario porque lo que hace Felipe no es un hecho aislado; es una especie de pulpo del mal que se comporta así con Paulina o con su hermana.

Escapar del presente

-Las mujeres de “La reina del baile” están en fuga. ¿De qué huyen?

-Lara es un personaje luminoso, más allá de que está huyendo de algo muy concreto. Tiene la candidez de alguien que todavía no se hizo tantas preguntas. Para mí aparece una zona más luminosa, que es algo también novedoso porque en las historias que suelo escribir la juventud está más asociada a otros estados, a otras pesadumbres, y en este caso no pasa eso. Maite y Paulina están escapando del presente; quieren escapar de lo que está pasando, pero no hay escape real. Eso va a ir con ellas a todos lados. Hay un poema de Kavafis que me encanta que dice "lo que arruinaste aquí lo arruinaste en toda la tierra... ", algo así. Esa es la sensación. Al principio la novela terminaba con Paulina en el hospital. No quedaba claro qué iba a pasar. No había una revancha o una vuelta a cierto orden establecido. Después, con el tiempo, la saqué de la cama y le di una chance. Y me parece que es una chance bastante realista: está con su perro, con su amiga y ya.

-Maite y Paulina pueden ser como las Thelma y Louise del Río de la Plata, aunque en la “versión” rioplatense las chicas terminan bien. ¿Hay un guiño a la película?

-No, no hubo un guiño, aunque es una película que me gusta mucho. Creo que tiene algo más burdo respecto de la amistad, como que es una amistad más deliberada la de Thelma y Louise. Maite y Paulina son compañeras de trabajo y tienen como chispazos de amistad, pero no terminan de ser amigas nunca. De hecho se critican bastante entre sí; es un vínculo por momentos muy frágil. Hay un guiño con eso de escaparse del presente; están las dos bastante enemistadas con todo lo que les está pasando. Quizá sobre todo Maite, que es la que más lo exterioriza. Se trata mucho de escuchar historias de desencuentros permanentes, que siempre se lo atribuimos a la época. El desencuentro es como la bandera de la época.

-En el final aparecen formas de maternar distintas, ¿no?

-No sé si lo pensé como otras formas de maternar sino como otras formas de amor porque el amor tiene una sola lectura, que es el amor de pareja, o al menos para mí era así, y quizás fue como una necesidad encontrar otros amores tan fuertes o tan importantes y fundantes como el vínculo de pareja. El vínculo de Paulina y Lara puede ser maternal, pero también son como hermanas. Yo tengo dos hermanas con las que me llevo 12 y 14 años; no es una gran diferencia, al menos en este momento de nuestras vidas. Ese vínculo entre Paulina y Lara es de cuidado mutuo. Al final es el perro el único que termina teniendo descendencia. Paulina y Lara miran cómo crecen los cachorros; es como muy hipnótica esa imagen.

-Es evidente que Gallardo, el perro, es por el Muñeco Gallardo. ¿Sos hincha de River?

-No, pero por convivencia con alguien me involucré en el mundo River con sus nombres propios. (Marcelo) Gallardo fue un héroe y me gustaba ponerle al perro un nombre heroico y bastante argentino (risas).

El oído absoluto

El único proyecto que la tiene activa y entusiasmada a Camila Fabbri es una crónica o un ensayo sobre Charly García. “Él siempre aparece en lo que escribo. Lo escucho desde que tengo cuatro años. La relación más duradera que tuve en mi vida es la música de Charly García. Me interesa el oído absoluto que tiene y cómo escucha los sonidos y sabe en qué lugar del pentagrama entran”, destaca la escritora que intenta escribir sobre Charly “sin ir a los lugares que ya se contaron” y eso es para ella un gran desafío. “Quiero probar si puedo hacerlo”, agrega la escritora y aclara que no tiene proyectos ni propuestas teatrales en el horizonte inmediato. “Este gobierno atenta contra el teatro independiente”, subraya la directora teatral. “Veo un agotamiento muy grande; hay que luchar juntos, pero tengo la impresión de que no tenemos con qué. El año pasado fue muy intenso y no hay energía, aunque también sé que hay que sacarla de donde sea”, concluye Fabbri.