Los sobreentendidos peligrosos: verdad, grieta, libertad, cambio, política, ideología, adoctrinamiento, sexualidad. ¿Todas las personas entendemos lo mismo cuando oímos o decimos estos términos? No se trata de un problema menor ni meramente lingüístico, al contrario, puede llegar a ser un obstáculo mayor y materializarse. La instrumentación de equívocos y ambigüedades es una praxis política.
La polisemia de ciertas palabras y su manipulación posverdadera por parte del poder suele producir confusiones que traspasan la vida privada, llegan a lo púbico, al corazón de lo político y pueden hace daño. “Viva la libertad”, por ejemplo, ¿representa lo mismo para el jerarca que la grita que para las individualidades que la escuchan (y la repiten cual eco desde la ambigüedad de su comprensión)? Es evidente que no. Libertad se dice de varias maneras.
Entre los sectores carenciados la libertad sería poder acceder a la comida, al techo, a un trabajo digno, a la salud. En realidad, la mayoría de quienes escuchan ese término evocan la posibilidad de mejorar su nivel de vida. No es casual que a la libertad frecuentemente se la vincule con alas desplegadas; ni es casual que uno de símbolos de EE.UU. -paradigma del capitalismo violento- sea precisamente la Estatua de la Libertad, inspirada en las diosas Libertas romana y Eleuteria griega, ambas relacionadas con libertad en democracia. Concepto esquivo para las huestes libertarias que defienden otra emancipación, la de mercado. Miman al rico y amenazan al resto traicionando a sus fundadores. Adam Smith considera que ninguna sociedad puede ser feliz y próspera si la mayor parte de sus ciudadanos son pobres y miserables.
La primera dirigente libertaria en el poder fue la inglesa Liz Truss, en 2022, en Gran Bretaña. Sus políticas delirantes duraron cuarenta y cuatro días. La fugacidad obedece a la implementación de medidas refractarias, despiadadas, violentas, absurdas, una especie de distopía despojada de alegrías populares y rebosante de halagos al capital privado despreciando la inteligencia de sus oyentes. ¿Por qué será que Milei parece ignorarla como antecesora suya?
¿Qué destino errático posibilita la elección de quienes gobiernan contra el pueblo? La historia de las relaciones humanas es un entramado de malentendidos. Libertad y tantas otras palabras sobrecargadas de sentidos e idealizadas no son meras voces vacías de contenido. Son frutos sin pulpa propia, no obstante, sus cáscaras cóncavas pueden llenarse con cualquier contenido.
Libertad es una palabra sagrada y rota, lo primero por herencia histórica, lo segundo porque estalló en multiplicidad de sentidos. En las últimas elecciones argentinas, la mayoría creyó que iba a obtener libertad para expandir su bienestar. Pero he aquí que el poder decidió otorgarle la libertad al capitalismo financiero y represor. Un malentendido peligroso. Dejamos de ser personas, nos convertimos en mera mercancía, en “capital humano”.
Cualquier relación de fuerzas inescrupulosa echa mano de la plurivalencia de los términos. “A la guerra irás, morirás, no, volverás”, le dijo la pitonisa al guerrero angustiado que consultó al oráculo. Fue a la guerra, murió, no regresó. Sus deudos reclamaron. La sacerdotisa replicó que se había pronosticado correctamente. “A la guerra irás, morirás, no volverás”. Sólo cambió una coma e invirtió el sentido.
Este hilo nos lleva a otra ambigüedad lingüística explotada por el poder: la verdad. La aceptada por la ciencia y el sentido común es que exista correspondencia entre las palabras y las cosas. Pero esa concordancia no resiste un análisis. ¿Qué correspondencia puede haber entre la palabra amapola y “eso” que denominamos amapola? Solo hubo acuerdos para llamarla así y si no se cumplen, se miente. La mentira es castigada, o no, por una cuestión de tamaño y de poder. “Una promesa es obligatoria en proporción inversa a la cantidad de gente a la cual se le hace. Vemos personas romper promesas sin escrúpulos cuando se las han hecho a toda una nación y en cambio mantienen religiosamente su fe y exigen fidelidad en todos los compromisos privados” (Thomas de Quincey).
Otra palabra de doble filo: cambio. ¿Por qué el concepto de cambio tiene tal poder de seducción? Porque se da por sentado que será para mejor, aunque no siempre es así. Otra corteza hueca que se llena de alegría o de tristeza según se realice (o no) lo que se esperaba del tan mentado cambio, que también se entiende de diferentes maneras.
Sexualidad es asimismo plurivalente. Entre innumerables posibilidades es morbo que se debe vigilar y castigar o es un galimatías incomprensible. Ejemplo. Plena dictadura cívico militar, un especialista en pensamiento francés anuncia una conferencia sobre Historia de la sexualidad, de Michel Foucault, en una coqueta institución de Barrio Norte. Cuando entró al aula se encontró con las cinco o seis señoras habitués en la primera fila y un hombre trajeado de negro y pelo corto, en la última. Esa noche, en su casa ¡Teléfono para el profesor! -Sí, diga. -Profesor, estuve hoy en su conferencia, es mi trabajo, debo informar a mis superiores y no sé qué poner. ¿Me podría decir de qué habló?... ¿qué es la sexualidad?
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Las ambigüedades son propias del lenguaje y de la vida, pero su utilización inescrupulosa evoca épocas aciagas. Simone de Beauvoir -la filósofa de la libertad- considera que ser libre es querer la libertad de les demás. Pues la libertad debe ser pensada desde las relaciones humanas y sus individualidades. Si las interrelaciones son injustas no puede haber libertad. No obstante, la única libertad que impone el poder actual es la del mercado mientras prohíbe la libertad de gozar de los derechos básicos. En Para una moral de la ambigüedad, Simone analiza como las subjetividades, si bien tienen un modo de ser en el mundo separado entre ellas, logran al mismo tiempo estar interconectadas y sus libertades individuales pueden producir leyes justas para la comunidad en general, sin privilegios. Lejos estamos de ese ideal. Nos atrapó una maraña de fuerzas de la misma intensidad, pero impulsadas en sentido contrario. Fuerzas ciegas, sordas y mudas a las urgencias sociales. ¿Qué hacer desde el llano? Protestar constitucionalmente. Elevar el mentón, acomodar la postura y seguir deconstruyendo ambigüedades aunque sea necesario cortar calles.