La semana pasada, Selena Gómez nos regaló una reflexiónde esas que nos hacen bajar a tierra y repensar posiciones. En sus redes sociales, publicó una fotografía de ella a sus 20 años, usando un bikini diminuto, acompañada de una frase contundente que acepta el paso del tiempo: “Hoy me doy cuenta de que nunca más voy a volver a lucir así”.

Como comenté en varias oportunidades, las mujeres del mundo del espectáculo estamos sometidas a innumerables críticas por nuestro aspecto físico. Esto se potencia cuando la persona es conocida desde muy chica, como el caso de Selena, que era estrella de Disney y a quien vimos convertirsede niña en mujer. La adolescencia es una etapa complicada para cualquiera: imaginen si además una está constantemente bajo la mirada crítica de los medios y haters. En ese contexto se desarrolló Selena y alguna vez habló de cómo eso la había impactado.

Siempre que se acerca el verano, las mujeres somos bombardeadas con todo tipo de anuncios y propagandas que nos ofrecen tratamientos milagrosos para poder lucir un cuerpo escultural y panzas chatas rebosantes de colágeno. Nosotras ya venimos de todo el año cagándonos de hambre con dietas inútiles, que lo único que logran es generarnos más inseguridad, pero aun así, se nos vende esta idea utópica a través de imágenes que muestran el codiciado traje de baño de dos piezas usado por modelos que muchas veces parecen adolescentes.

Pasan los años y permanece el culto a la eterna juventud y al sufrimiento de aguantar el hambre para poder pertenecer. ¿A qué? Esa es la pregunta. A ese grupo selecto de gente “bella, delgada, joven y feliz”. Sin todo eso, parece no haber felicidad. Lamentablemente, desde los medios de comunicación se siguen sosteniendo y reforzando estereotipos de belleza con culto a la delgadez y a la juventud. Sin ir lejos en el tiempo, en uno de los últimos números de la revista Hola podemos ver en la tapa a una Andrea Frigerio divina, porque realmente es una mujer hermosa, con un título que nos alecciona: “Andrea Frigerio a los 62 años posa espléndida en el Este”. Y no conformes, refuerzan con este comentario: “Peso lo mismo desde hace 32 años. Si algúndía me excedo, cierro la boca.”

Todas en algún momento de nuestra vida hemos intentado hacer una dieta milagrosa para poder volver a usar esos jeans que nos dieron tantas alegrías. ¿Por qué, en lugar de regalarlos, siempre guardamos la esperanza de volver a entrar en ellos? ¿Para sentirnos jóvenes otra vez? ¿Para decir “a mí no me va a ganar el paso del tiempo”? Conozco mucha gente que en liquidación se compra ropa talles más chicos con expectativa de adelgazar. Pero eso, la mayoría de las veces no sucede.Porque no a todas nos funcionan las mismas estrategias. Vos ves a tu compañera de trabajo que, de un día para el otro, volvió a usar jeans, notás cómo se pavonea con cara de felicidad y te morís de ganas de preguntarle cómo hizo, si hace tres meses solo usaba ropa cómoda y holgada. La curiosidad es más fuerte y caés en la trampa, a pesar de que sos feminista y sabés que de los cuerpos no se habla, le preguntás: “Marti, estás más delgada, ¿qué estás haciendo?” Ella sabe que está divina, pero se hace la zonza y te responde con un “¿Te parece?”. Como sin darle tanta importancia, te cuenta que dejó las harinas y está haciendo la dieta intermitente. ¡Para quééééé! Inmediatamente, como si nos hubiera revelado la fórmula de la coca y sin una consulta previa al médico, comenzamos a hacer lo mismo, esperando un igual resultado o mejor.

¿Por qué nos cuesta tanto asimilar el paso del tiempo? ¿Porque vivimos en una sociedad que rechaza a lxs viejxy los olvida? El otro día, armando los looks para mi programa, me probé un traje de dos piezas que dejaba ver parte de mi abdomen. Mientras trataba de asimilar la imagen que me devolvía el espejo, mi subconsciente me destruía. ¿Cómo te vas a poner eso? ¡Mirá la panza que tenés! ¡Parecés un colchón mal atado! pensaba entre otras barbaridades que no puedo reproducir. Igual no le hice caso, tomé valor y me lo puse. La verdad es que no me veo como una chica de veinte años y no me importa parecerlos. Voy a cumplir casi cincuenta y estoy orgullosa de cómo llegué hasta acá. ¿Por qué debería taparme? ¿Quién determinó esa regla de que las mujeres de cierta edad deben cubrirse los brazos, ocultar la piel curtida, cortarse el pelo? ¿O acaso la belleza solo está en un cuerpo sin arrugas ni flacidez? ¿No podemos ser lindas o sexies después de cierta edad? No es el colágeno lo que nos vuelve únicas e irrepetibles. Quiero ser una vieja rebelde, de pelo largo, taco aguja y con los pezones perforados. No me voy a tapar más, porque acá estamos y somos un montón las que tenemos mucho para dar, más allád e una figura perfecta. Y como dijo Selena Gómez: hoy yo también me doy cuenta de que nunca más voy a volver a lucir así.