En casi todas las fotos de Cindy Sherman, ella misma suele ser la modelo, posando como payaso, merchante de artes, heroína de Hitchcock, personaje salido de un cuadro de Caravaggio, socialité botoxeada, actriz en decadencia, por citar apenas algunos de sus incontables personajes. Reina de la metamorfosis, la artista se maquilla y disfraza desde hace décadas para cuestionar diferentes roles y estereotipos -especialmente, femeninos- con ironía, inspirándose en -por caso- la cultura pop, el cine, las artes plásticas y la moda, un mundillo con el que, por cierto, ha colaborado en reiteradas ocasiones. Un ejemplo es la vez que diseñó un bolso y una maleta para Louis Vuitton quien, asimismo, gusta asistir a desfiles de casas como Dior y Balenciaga. Hace sentido: la pilcha siempre ha jugado un papel importante en sus autorretratos.
Pues bien, ahora ha sido el modisto Marc Jacobs quien ha contactado a Sherman con motivo del cuarenta aniversario de su maison, invitándola a participar de su nueva campaña, y ella ha respondido encantada, a su manera. Para la ocasión, ha resucitado a dos personajes de sus arcas: una chica grunge de peluca rizada y una elegante dama de melena corta y manos enguantadas. Así posa Cindy frente a la cámara del reputado fotógrafo de moda Jeurgen Teller, con quien ella ya había colaborado hace casi dos décadas, también por iniciativa del diseñador norteamericano: Jacobs había recurrido entonces a Sherman y Teller para que vistieran sus prendas luciendo como inquietantes gemelos, y las imágenes tituladas Ohne Titel devinieron fotolibro.
Cabe mencionar que, para la flamante campaña, el modisto llamó también a otras figuras con las que ya ha trabajado en las últimas cuatro décadas, como la cantante y compositora FKA Twigs y la actriz Dakota Fanning, que al igual que Sherman tuvieron su sesión low-fi en la calle, frente a la tienda de la marca en Manhattan. Por lo demás, además de modelar para Marc Jacobs, Cindy tiene varias exposiciones en curso en este momento; una de las más sonantes casualmente se titula Anti-Fashion y, montada en el Museo Deichtorhallen de Hamburgo, Alemania, explora el complejo e incesante diálogo entre la artista y la industria de la indumentaria, cuya estética visita, retuerce, parodia.