Que rapidito volvió Don Hugo, me dice Osvaldo apenas entro a su bar y antes de que me acomode en alguna de las varias mesas libres. “Una de dos --continúa mi mozo favorito--, o se convenció de que tenemos los mejores precios de la zona, o me viene a gastar por la derrota del domingo, esa que no esperaba ningún cuervo, y que me amargó la tarde. Si viene por eso mejor que “ahueque”.
--Le soy sincero Osvaldo: vine por las dos cosas, ya es difícil conseguir el café a 800 pesos en otro lado, y además me acordé de su entusiasmo con Romaña, el colombiano, que según usted haría olvidar a Beckenbauer y que el domingo contra Lanús no paró a nadie. Bou entró 15 minutos y les hizo un desparramo, además de los dos goles.
--Debería ser más cuidadoso en sus declaraciones, jefe. Las gayinas también fueron un desastre, y ese técnico que tienen importado de Alemania se decide a poner ahora a los pibes de 16 años, cuando las papas quemaban y Argentinos se les venía encima. Pobres pibes, al final se matan corriendo para demostrar lo que saben en pocos minutos y terminan enredados en la confusión general. Además, hacía mucho que no veía en River a un jugador que bartoleara una pelota así en la mitad de la cancha como hizo el uruguayo Fonseca, que además tampoco contuvo a nadie. ¡Lo van a extrañar a Enzo y a De La Cruz ustedes!
--Hay que esperar Osvaldo. Hay que esperar a los pibes y a Fonseca, que viene de no jugar hace rato. Además tenemos una enfermería. Todos lesionados. A Demichelis no le quedaba otra que poner a los pibes.
--¿Usted quiere esperar a los suyos y le da con un hacha a Romaña, que viene de una lesión de seis meses? Espere a las gayinas, que de esperar a los cuervos se ocupa este servidor. Y digamé que va a tomar de una vez por todas, pero le aviso que el café ya no está en 800, ahora vale mil pesitos. Y las medialunas están a 550 cada una. La promoción de un café y dos medialunas por mil ochocientos pesos es hasta las diez y media de la mañana. Y como ya son las once va a tener que pagar la tarifa plena, se lo aclaro porque no quiero que le dé un patatús cuando le traiga la cuenta.
--Mire, ese patatús se lo debo, todavía me alcanza para tomarme un buen cafecito, aunque en este bar rantifuso aprovechen la locura general de aumentos que desató el Peluca. Lo que sí le admito es que casi me da un soponcio en el supermercado. Si se fija bien, ya son pocos los que van con carrito entre las góndolas. Por lo que se puede comprar, con la canasta alcanza y sobra. Y cada vez son más los que devuelven productos en la caja, porque en los estantes figura un precio y cuando hay que pagar es otro más caro. Ni tiempo a remarcar dan los aumentos. Las cajeras reciben todas las puteadas y hasta dan ganas de defenderlas, porque hay zanguangos que se quejan mal y se zarpan con las pibas. Lo peor es que muchos de esos cagatintas también votaron a Milei y dicen que es culpa de Alberto, y que hay que esperar porque todo va a mejorar pronto.
--Tiene razón, pero le agrego algo. Escucho a algunos colegas suyos decir que quieren que le vaya bien a Milei porque si le va bien a él nos va a ir bien a todos. Se lo digo porque eran periodistas del palo. Le confieso que yo en algún momento pensé lo mismo, pero un día se lo repetí al Beto, mi hijo, y me sacó vendiendo almanaques. Tenía razón mi pibe, cuanto mejor les vaya a él y sus secuaces peor nos va a ir a los laburantes. Y más bronca me dan los propios, que se acomodan y siguen en sus puestos como si nada pasara. Se hacen los opas esos mequetrefes. Ya se lo dije el otro dia por Scioli, que hasta la gorra de Las fuerzas del Cielo se puso el tarambana, y ahí sigue como embajador en Brasil.
--¿Pero cómo Osvaldo. Todavía no se enteró? Ahora lo ascendieron a secretario de Turismo y Deportes, así que está haciendo carrera el presunto tarambana como usted le dice. Pero hay quienes afirman que este gobierno es un territorio en disputa y que el amigo Daniel sería algo así como la avanzada peronista en el gabinete de Milei, o sea un topo, junto con Guillermo Francos, el ministro del Interior, que también es peroncho.
--Mire jefe, que no me tomen el pelo, ese es otro mequetrefe. Yo no sé si estoy muy influenciado por mi hijo y por Luciana, mi nuera, pero la única avanzada para moverle el piso a este gobierno es la gente en la calle y el único territorio en disputa es nuestro bolsillo. Los que se quedan en este y vienen del anterior gobierno dan vergüenza. ¿O los tres diputados tucumanos que van a votar esa ley de mierda son también patriotas peronistas infiltrados en el Congreso? De los radicales mejor ni hablar, pero no nos vamos a sorprender ahora con los radicales. No me jodan. Usted entenderá de política más que yo, pero el otro día se lo dije y se lo repito ahora: cuarenta años de bandeja tengo, y la bandeja enseña. El Beto y Luciana me convencieron y por primera vez adherí a un paro. Hasta fui al Congreso con Olga, mi señora, y los pibes. La vez anterior fue por una marcha para celebrar la ley del aborto. Luciana nos explicó lo que significaba eso después de tantas luchas. Y Olga me recordó la situación horrible cuando tuvo que abortar en la clandestinidad. Casi se muere. Yo me había olvidado, porque hay cosas que uno se niega a recordar, pero todavía me da culpa porque creo que no era consciente del peligro y no la acompañé todo lo que ella necesitaba. Olga puso el cuerpo. Éramos jóvenes, no teníamos un peso y no quedaba más remedio, pero la que pasamos no se la deseo a nadie. Y ahora tampoco deseo que se afanen el país estos cajetillas que hacen roncha de sus títulos de universidades privadas. Deberían agarrar la bandeja una semana. Saber lo que es laburar 12 horas diarias y no llegar a fin de mes ni con las propinas. Así que dejé al otro mozo, que también votó a Milei, a cargo del barsucho y me rajé a protestar con la familia. No me arrepiento. Vine más contento que nunca porque estábamos muy tristes y esa marcha fue un empujón de fuerza contra estos tirifilos y chantapufis.
--¿Usted no fue Don Hugo?
--Sí. Sí que fui Osvaldo, y me pasó lo mismo que a usted, como decía Palito Ortega en esa famosa canción de los años sesenta, que viene al caso citar porque veo que retomamos la costumbre de usar algunas palabras olvidadas de nuestro riquísimo idioma. Pero hasta que no se convenzan los que votaron a Milei del desastre que es el Peluca, la cosa va a ser complicada.
--No se preocupe Jefe, llega marzo y con todos los aumentos que se vienen hasta el más farabute se va a arrepentir de haberlo votado. Pero ya le traigo su promoción, porque se pasó la hora, pero este mozo es gaucho y se apiada de los periodistas, menos de esos que también se pasaron de bando.
¡La patria no se vende Don Hugo, pero a este ritmo las medialunas tampoco!