Más de 10 mil científicos, becarios, administrativos y técnicos del Conicet y de otras instituciones del rubro firmaron un documento que fue entregado a Daniel Salamone, presidente del organismo; Alejandro Cosentino, actual secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología; y al jefe de Gabinete Nicolás Posse, ya que de esa órbita pende el presente y el futuro del sector. Los referentes de la iniciativa presentada por la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (Raicyt) fueron acompañados por cientos de personas que una vez más, y a pesar del calor, se congregaron en el polo científico-tecnológico de Palermo, espacio de resistencia durante el macrismo que, según se puede advertir, también lo será durante el gobierno actual. Una comunidad académica movilizada que enfrenta el ahogo presupuestario: en apenas un mes y medio, las medidas comunicadas amenazan con paralizar la producción de conocimiento en el país.
“Existe una carencia total de interlocutores para poder charlar. La situación es totalmente crítica”, señala a Página|12, Jorge Geffner, director del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA del Conicet. Uno de los impulsores del documento que marca la cancha y lo expresa con claridad: aunque el Conicet es la institución científica más prestigiosa de Latinoamérica, desde el gobierno actual se empeñan en destruirlo.
Las amenazas de campaña que proyectaban la privatización o el cierre del organismo finalmente no se cumplieron. Sin embargo, en el presente se corrobora una situación equivalente: desfinanciamiento, congelamiento de subsidios para seguir adelante y despidos. Así, los jóvenes que se formaron durante años en la educación pública no tienen lugar en el país ni pueden proyectar a futuro. “Los jóvenes no se van a ir, sino que ya se están yendo. Dependiendo del área, en el exterior acceden a posiciones laborales que les ofrecen mejores condiciones laborales y también son valorados de una manera distinta. Que se hable de ‘Los ñoquis del Conicet’ a las generaciones más jóvenes les está pegando. La estigmatización estimula el éxodo, a nadie le gusta ser despreciado”, dice Valeria Levi, vicedecana de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e Investigadora del Conicet.
En el petitorio, que lleva la firma de directores de centros e institutos, investigadores, becarios, personal de apoyo y administrativos del Conicet, se puede leer la solicitud de algunas acciones fundamentales para revertir las medidas que la gestión de Milei tomó en apenas un mes y medio de mandato. Solicitan la efectivización de los Concursos de Becas en las condiciones en las que fueron originalmente llamados y de los ingresos a la Carrera del Investigador Científico y carrera del personal de Apoyo ya evaluados y aprobados. Asimismo, reclaman la acreditación de los subsidios correspondientes a los proyectos de investigación financiados por la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación y por el propio Conicet. También se plantean otros aspectos como la reincorporación inmediata del personal cesanteado (49 personas que se desempeñaban en tareas administrativas) y el compromiso de estabilidad laboral para los 1.200 trabajadores contratados que podrían ser echados en los próximos meses. Por último, la actualización salarial para paliar el deterioro del poder adquisitivo.
“En relación a las becas, por ejemplo, no hay resolución sobre un asunto que ya ha sido evaluado durante el año pasado y del cual dependen 1200 becarios para avanzar en la realización de sus tesis doctorales”, advierte Geffner. Es importante destacar, continúa, “que no se trata de 1200 empleados extra tomados por el Conicet, porque de la misma manera que estos comienzan, otros culminan sus becas. Se trata, más bien, de una renovación continua que hace a los grupos de investigación”.
El éxodo ya comenzó
En estas condiciones, Ezeiza se revela –una vez más– como la única salida para jóvenes híper-calificados que el país expulsa como en los 90 y principios de los 2000. De hecho, en este breve lapso desde que asumió Milei, científicos de trayectoria han escrito decenas de cartas de recomendación para que sus becarios sean aceptados en diversos laboratorios del mundo.
“Hace menos de un mes se fue del país un investigador joven que se especializaba en biología vegetal. Es un pibe que tiene un futuro increíble por las ideas, la imaginación, lo que puede aportar a la ciencia argentina. En España le ofrecieron condiciones de trabajo increíblemente buenas y él definió, al menos por un plazo, irse allí. Una asume que ya no va a volver, a mí me partió el alma realmente”, relata Levi. Luego continúa con el despliegue de la justificación subyacente: “No es solamente un tema de la plata, en España también le ofrecían cuidados y lo mimaban. Es una imagen de lo que estamos perdiendo y del dolor con el que se va la gente del país en el que quieren estar”.
Esto se relaciona directamente con la percepción social que hoy, desafortunadamente, vuelve a construirse sobre la actividad de los científicos y científicas: "ñoquis" cuyo trabajo es acusado de no tener ningún sentido. Por otro lado, a los que se van también hay que sumar el presente de los que se quedan: “Se los ve muy preocupados por no poder pagar las cosas mínimas. Además, apenas conocen cómo se trabaja en el exterior, observan una diferencia muy grande. Un lugar en el que están estimulados y se sienten valorados, frente a una valoración social que en Argentina que es muy triste”.
Una red para no caerse
“Hace tres semanas, un grupo de directores de Institutos del Conicet nos empezamos a reunir viendo la necesidad de armar una red para poder poner en común los problemas que tenemos y que enumeramos en el documento entregado”, expresa Geffner sobre el origen de la Red. “En Conicet hay más de 300 directores y el espacio que conformamos ya nuclea a 190 a lo largo de todo el territorio. También participan miembros de otros espacios académicos porque la pelea consideramos que es única”. Desde la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (Raicyt), además, crearon comisiones de trabajo para avanzar en el contacto con parlamentarios, en el asesoramiento legal, la difusión de los documentos y el vínculo con investigadores en el exterior.
Un camino similar a Conicet les espera a otros organismos de ciencia y tecnología, para los cuales no solo se trata de ajuste presupuestario sino también de desidia. La Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, que durante el gobierno de Alberto Fernández presidía el economista Fernando Peirano, aún continúa acéfala. Se trata de un espacio fundamental en la producción del conocimiento científico en la medida en que financia proyectos y articula el mundo académico con el de las pymes y las cooperativas locales. “Sin la Agencia no se gira ningún tipo de fondo, ni de subsidio ya otorgado, ni de evaluaciones que tendrían que haber salido. De hecho, hoy deberían estar los dictámenes, pero no está claro qué partida presupuestaria van a financiar”, apunta Geffner.
El escenario devastador que pone en riesgo la producción de conocimiento científico en el país se corona con el presente de las universidades nacionales, que ya tuvieron su primer conflicto a comienzos de semana en torno al giro de los fondos para pagar los salarios de enero. Ante el control policial de la protesta y la represión, las formas de resistencia tendrán que reinventarse y, una vez más, la comunidad científica y universitaria deberá salir a justificar la importancia de su trabajo. Parece mentira, pero la historia se repite.