“Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía, plantaría un árbol”. Martin Luther King

 

Mañana, 4 de febrero, es el día mundial contra el cáncer. En ese día, uno podría convocar al silencio global, por los caídos en la lucha. Podría convocar a un aplauso de todas las manos juntas, como se hizo durante la pandemia, por los que todavía damos la lucha. Podría ser indiferente. O podría hablar y contar cada uno su experiencia. Porque ¿Quién no tiene un familiar, un amigo, un vecino, un conocido al que esta enfermedad que tanto asusta que ni se la quiere nombrar, esta enfermedad llamada “cáncer” le ha golpeado la puerta y, al menos, lo ha amenazado, lo ha convocado a la lucha por su vida, por la vida de sus seres queridos, por la estabilidad de su familia, de sus grupos de amigos, del lugar de trabajo?

Miles de personas en el planeta diariamente dan la lucha, con esfuerzo, con alegría, con pena, con ganas, sin ganas, con mayor o menor conocimiento de dónde está parado frente a la enfermedad. Quienes trabajamos en oncología sabemos que la enfermedad que nos convoca, es capaz de hacer que el horizonte, que hasta hace un rato estaba allá lejos, se venga encima, tan solo por el diagnóstico de cáncer, y los días vividos ya se fueron, y los días por vivir creemos que serán muchos menos. Pero el agravante de esta situación es que no afecta a una sola persona, afecta a todo un núcleo social íntimo de la persona enferma, la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, los conocidos, y más. Todos se ven afectados en mayor o menor medida cuando el diagnóstico se certifica y la inminencia de la pérdida sobrevuela los ánimos.

Pero hoy, podemos decir que no siempre es así. Que “cáncer” no es sinónimo de condena a muerte. Hoy tenemos las certezas que la lucha que damos, la damos todos, aquellos que somos agentes de salud, junto con los que están enfermos y quienes lo acompañan, los gobiernos, las obras sociales, los hospitales, la sociedad toda, porque de este ring, nadie debe bajarse, todos estamos convocados a pelear. Esta pelea la damos todos. Nos convoca a todos. Porque lo que nos convoca es la esperanza. Sabemos que podemos ganar si nos juntamos.

Todos estamos llamados a ir a ver al médico si nos sentimos mal, y si no nos sentimos mal también, todos estamos convocados a certificar que estamos bien, y a hacernos chequeos con la periodicidad que nuestro médico nos diga. Porque no es lo mismo tratar un cáncer en el cuello del útero cuando es microscópico y lo detectamos, que cuando se ha extendido. Porque no es lo mismo tratar un cáncer de próstata en sus inicios, que cuando llegó a los huesos. Sabemos que una mujer debe ir a que su médico le revise los pechos una vez al año. Y los que tienen alteraciones para ir de cuerpo tienen que consultar si tiene riesgo de padecer cáncer de intestino. Quienes fuman saben que en cada cigarrillo están comprando enfermedad, y, aunque cueste, deben pensar en los que lo quieren, y dejar de fumar hoy. Todos estamos convocados a dar esta lucha. Si saliéramos a la calle los convocados, no lo dudo, dejaríamos chicos los festejos del mundial de futbol.

En estas breves líneas quiero expresar mi gratitud a todos los que se mantienen en la lucha y la dan hasta las lágrimas y el agotamiento. Porque los médicos, las enfermeras, las secretarias, todos, todos, en algún momento solos o acompañados lloramos, por angustia o por alegría. Hoy le tuve que dar el alta a un paciente y le pude decir que vaya a su casa, que, en principio, está curado, que venga a controles cada tres meses y lloró abrazado a su esposa, y yo miraba con el corazón henchido y feliz. Cuando salió del consultorio entró un muchacho joven, al que le tuve que decir que su enfermedad avanzaba y se hacía difícil detenerla, y lloró abrazado al ser querido que le acompañaba, yo presenciaba el momento con los ojos anegados y el nudo en la garganta.

 

Eso que pasó hoy, nos pasa a todos los oncólogos y a quienes trabajan con nosotros. Nos pasa por dos motivos, porque no perdemos el sentido de humanidad de la profesión que hemos elegido y porque no le escapamos a la pelea. Seguiremos dando pelea porque estamos convencidos que nuestra pelea es por la vida, no la menos mala, sino la mejor posible, creemos que la esperanza no será derrotada y porque hacemos nuestras las palabras de Martin Luther King, sabemos que tenía razón y seguiremos plantando nuestro árbol cada día.

*MP 02574. Médico Especialista en Oncología clínica.