Unos de los aspectos más llamativos del ascenso de la extrema derecha al gobierno es que ha dejado a la oposición, por un lado, en medio de dudas, desconcierto, impotencia e indeterminación y por otro sumergida en un debate sobre cuál es su verdadero poder en relación a la representación política.
En ninguna de las voces que se escuchan es posible por ahora reconocer un proyecto de articulación de las propias fuerzas.Y esto no es un déficit político, es algo más profundo, la oposición a partir del triunfo del libertario ultraderechista no sabe quién es. No sabe cuáles deberían ser sus aliados y cuáles son los nuevos límites que van conformando esta nueva realidad. Es como si se hubiera vuelto a nacer en un país distinto, veloz y catastrófico y en donde cuesta saber en qué lugar hay que pararse para al menos leer la situación. Sin embargo hay que recordar que todo lo importante se decide en la urgencia.
Lo cierto es que por ahora no emerge una articulación efectiva entre lo que por un lado sucede en la calle; represión y un horrible desamparo de los más vulnerables, y por otro el desquicio en un parlamento donde la autoridades del oficialismo solo esperan tramitar una orden presidencial confusa. Se suma a esto, dirigentes intermitentes que parecen intentar una continuación del kirchnerismo, peronistas esencialistas que deliran con un peronismo mundial que se encarnará en su punto de partida argentino y unos cuant@s dirigentes responsables y coherentes que a pesar de su enorme esfuerzo, no encuentran, y nada se los facilita, el nuevo lugar desde donde se pueda dar lugar a una novedad política a la altura de la situación.
En política, una novedad nunca es absoluta, siempre encadena un legado anterior, un trato con la memoria de luchas anteriores con un nuevo deseo transformador que ya no se identifica del todo con la etapa anterior.
La famosa tensión entre lo que sería un apresuramiento o lo que sería una demora fatal implica una cierta apuesta y decisión. Difícil en tanto se deben escuchar las voces desesperadas de la calle y los tiempos institucionales. Pero lo que no sé puede es separar las dos instancias.
Lo cierto es que en medio del desastre, como suele ocurrir, existe de un modo implícito una oportunidad; la propia constitución del país del futuro está en debate. Nunca ha sonado tan fuerte esa campana como ahora y sería terrible para el destino de la Patria que solo quedara como saldo de esta situación tan solo una lista de traidores.
Solo en el peligro crece lo que nos salva, sentencia el poeta.Y ahora como nunca la política debe estar impregnada de una dimensión salvífica. Sean bienvenidos los políticos y políticas que nos rediman de un momento histórico siniestro.