Una multitud llenó el estadio de Independiente para respaldar el debut como local del equipo de Carlos Tevez. Y la decepción también fue multitudinaria. Después de dos victorias seguidas de visitante ante Independiente Rivadavia en Mendoza y Vélez en Liniers, el Rojo repitió todas sus antiguas carencias y casi que no mostró ninguna virtud. Perdió 1 a 0 ante el esquema modesto pero inteligente de Gimnasia y encima de todo, terminó con un hombre de menos. Javier Ruiz estuvo apenas ocho minutos en la cancha (entró a los 17 del segundo tiempo, lo expulsaron a los 25) y su salida, virtualmente liquidó a Independiente.
En un minuto, de los 44 a los 45 de la etapa final, la derrota pudo haber sido aún peor: Ivo Mammini recibió un buen pase de Benjamín Domínguez desde la izquierda, cortó hacia adentro y su remate de zurda se fue por encima del travesaño. Pero en la jugada posterior, a punto estuvo de transformarse en un empate agónico y salvador: Independiente forzó un corner a los ponchazos (más o menos como atacó durante todo el partido) y el cabezazo del paraguayo Gabriel Avalos dio en el travesaño y se fue. Poco después, sonó el último pitazo del árbitro Sebastián Zunino y 45 mil personas se esparcieron por las calles de Avellaneda saturadas por el calor (36 grados) y el desencanto.
Gimnasia ganó porque le tendió una trampa al Rojo de la que no pudo zafar: le tapó a Marcone la salida de la mitad de la cancha con Lucas Castro y a Toloza, la conexión con sus delanteros a través del uruguayo Rodrigo Saravia. Precisamente fue Saravia, quien a los 26 minutos hizo el gol de la victoria: el colombiano Aguilar dejo corto un pase atrás y el oriental capturó la pelota y definió bien por entre las piernas del arquero Rey.
Entre el viento arremolinado y los cambios que metió Tevez de vuelta para el segundo tiempo (Axel Luna por Toloza y Canelo por Giménez Rojas), pareció que Independiente se lo llevaba puesto a Gimnasia que nunca se desordenó, se metió demasiado atrás para cuidar la diferencia ni renunció al contraataque. Pero a medida que fue corriendo el reloj, el Rojo perdió aire y presión y nunca se le cayó una idea clara que no fuera ir para adelante.
Ingresaron el ecuatoriano Quiñones y Ruiz y salieron el uruguayo Neves y Lucas Gonzalez. Y la expulsión de Ruiz por una fuerte entrada sobre De Blasis tuvo para el Rojo el mismo efecto que una mano de nocaut. Se vino abajo y ya no hubo forma de levantarlo desde lo anímico ni desde lo futbolístico. Una multitud fue a ver a Independiente ganar de local. Y terminó siendo testigo de una derrota que acaso haya puesto en claro para que está en la Copa de la Liga: para ir partido a partido sin hacerse demasiadas ilusiones, no mucho más que eso.