Me permito una relectura y una nueva mirada de “Augustus”, premio Casa de las Américas de Cuba 1993, y continúo descubriendo por qué esta novela es tan importante dentro de la literatura hispanoamericana, y especialmente, en la literatura de la región. “Augustus” es una obra que rompió con el paradigma de la novela de los escritores argentinos. 

Bien dice en su libro “Desde Europa a la América profunda: un viaje por la narrativa de Liliana Bellone” (Madrid, Ed. Verbum, 2021), la investigadora Elisa Moyano: ”El texto sigue en cierta forma el fluir de la conciencia. Mezcla sin orden cronológico percepciones de la vida cotidiana”, de modo que lo que en la narrativa pudiera parecer un caos se transforma en una nueva forma de contar, propia de la autora. Pensar en la novela de Bellone solo como una muy buena obra literaria es un acercamiento limitado, ya que su novela es una valiosa revelación para las nuevas generaciones de escritores.

En este texto, su primera novela, la autora maneja ciertos símbolos que se repetirán en el futuro, en sus otras obras. Pensar en Clara y Elena, las hermanas, es pensar en dobles, en personajes duplicados y tan unidos que muchas veces no es posible saber cuál de las dos habla, cuál es el pensamiento de una y otra, y eso se manifiesta desde el comienzo del libro, cuando Elena narradora dice: “No sé cuál de las dos es la que está en el espejo mirándome..”, ese mirarse en el propio reflejo (mito de Narciso femenino) se mantiene en toda la novela, una mira a la otra y sus deseos se confunden o mejor dicho se funden en uno, especialmente cuando del amor por los Iriarte se trata, otro juego de dobles. Ambas parejas de personajes ‘duplicados’ se encuentran para transitar un amor lujurioso, escondido, amor que destruye a las hermanas y marca el destino de ambas para siempre.

Resulta interesante ver que en el transcurso de los acontecimientos el pasado aparece como la etapa feliz, idílica, donde la simplicidad de la vida pueblerina se transforma a causa del mal amor y la sicología de las hermanas se va mutando hasta que quedan atrapadas en su propia y elegida soledad. Pareciera que todo el orden de la vida familiar se rompe por la elección equivocada del amor desmedido que sienten por los hermanos Iriarte; dice Elena: “Mi pasión y la tuya confluyeron en el mismo punto, mi pasión dejó de ser el reflejo del estanque porque me arrojé a él y me uní con vos que habías amado como loca, igual que yo. Y Ángel se fue como se fue Pablo”. Es entonces cuando llegan otras ausencias, la muerte del padre, de la madre, de Polo y con ellas el encierro de las hermanas, llenas de culpas, de miedos, que las convierte en seres que sienten que no merecen la vida por no haber cumplido los mandatos ancestrales, por rebelarse y seguir amores pasionales, atávicos, salvajes y llevando a “la locura” a las hermanas Campassi. Dobles dolores, dobles amores, espejos que confunden las figuras de unos y otros, conciencias que se confunden, ese es el ambiente que envuelve a la trama.

En este punto cabe decir que todas estas historias de amores y pasiones se desarrollan en Campo Santo, nombre que nos remite a ausencias, a partidas definitivas, lugar a donde llegaron los inmigrantes italianos, como los padres de las protagonistas, los Campassi, decididos a hacer florecer estas tierras. Pueblo que tuvo gran esplendor por sus ingenios azucareros, comercio, aguas termales, compañía de cemento y vías férreas, pero al igual que sus habitantes fue deshojándose en el tiempo por el abandono hasta cambiar su fisonomía de pueblo pujante por la de pueblo en decadencia.

La intertextualidad es otro rasgo de “Augustus”, donde el relato es interrumpido por referencias y voces de otros autores en una suerte de polifonía. La intertextualidad, la autointertextualidad, son una constante en la obra de Liliana Bellone, como señalaron criticos-as de la Argentina y el extranjero.

Quien leyó o vivió la historia argentina no puede evitar pensar que el ambiente político y social por el que transita la vida de los personajes no es ajeno a los cambios de conducta de los habitantes del pueblo.

El hastío que va en aumento a lo largo del relato lleva a pensar en una similitud entre “Augustus” y la película “La Ciénaga” (2001) de la directora Lucrecia Martel, donde se reflejan algunos de los símbolos de la novela, el estanque, el calor, las relaciones extrañas entre los miembros de la familia, según la referencia de algunas entrevistas y trabajos académicos sobre “Augustus”. 

Si bien hay repetición de símbolos o situaciones como dijimos: el estanque, la piscina, los amores juveniles, las fantasías histéricas, que hacen decir a la crítica que existe un paralelismo entre ambas obras, es interesante marcar ciertas diferencias. Es importante señalar que en ambas obras el tema del hastío, del encierro provinciano por momentos siniestro (“El horror de la aldea en Augustus”, dice la escritora cubana Mirta Yañez en la Revista Casa de las Américas, La Habana, nro.196), tienen orígenes muy distintos. En “La Ciénaga” se presenta una familia de clase media alta en donde cada uno de sus miembros siente hastío, insatisfacción ante la vida, una vida vacía, típica de las clases acomodadas en decadencia, que no pueden aceptar su presente y entonces se sumergen en los vicios, los desamores, las confusiones en la relaciones, el cuestionamiento existencial, la soledad. 

En cambio, en “Augustus” los personajes transitan estados más profundos y aceptados, a menudo cercanos al mito (Narciso, Medea, Diana, Elena) y a la historia (a través de nombres célebres de la nobleza europea como Elena de Italia e Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II de España). El amor salvaje y prohibido que viven las hermanas Campassi y los hermanos Iriarte es el inicio de todos los males, un inicio anticipado por las mismas protagonistas, ambas sabían que eran amores sin futuro pero la pasión superó la realidad, y fue la culpa, el dolor, las otras ausencias las que las llevan al encierro, al hastío de la vida pueblerina y a la soledad acompañada solo por los recuerdos y por los diálogos fantasmales con la madre y finalmente entre Elena y Clara. Espejos, dobles, mimetizadas en el amor y la desgracia, las hermanas se hacen cargo de su destino, destino “sororal”, no huyen, no lo rechazan, no hay quejas como sí las hay en “La Ciénaga”, historia de aislamiento por frustración, por lo no vivido. “Augustus” es novela fantasmática que toca las fibras últimas del ser o el no ser: lo real.

“Augustus” se ve atravesada por un tema transversal: las migraciones .Pero esa transversalidad es de alguna manera el motor para poner en marcha el texto, Bellone transfiere a los personajes sus fantasmas, sus ancestros, su herencia, sus mandatos y a partir de esa carga personal recrea un mundo que la acompañará en este y en otros relatos.

*Profesora en Letras.