“Cuando uno toca el cielo con las manos, ¿cómo se hace para volver?”. Esa pregunta desliza el autor, director y régisseur Alfredo Arias durante la charla con Página/12. La reflexión llega después de repasar el final de una carrera gloriosa como la de Maria Callas, pero también abarca a las figuras que integran la trilogía de monólogos que creó sobre estrellas de cine en el crepúsculo de su carrera: en 2018 fue Hello, Andy?, donde Alejandra Radano encarnaba a Joan Crawford, luego vendrá LSDmented en torno a Sophia Loren y ahora se estrena Bela Vamp, con Marcos Montes en la piel del actor Bela Lugosi. Podrá verse los lunes a las 20 en El Extranjero (Valentín Gómez 3378).
Lo que une a estas estrellas son las caídas estrepitosas. Cuando se le pregunta a Arias por qué Bela Lugosi, responde: “Me encantan las catástrofes, no las cosas a medias tintas sino los verdaderos derrumbes, la verdadera locura. No me gusta la idea de alguien ‘medio loco’ sino totalmente loco. Lugosi tiene un final bastante espectacular en el sentido de lo maravilloso que puede ser lo catastrófico: concluye su vida haciendo una serie de películas con el peor realizador del mundo, Ed Wood. Hay algo grandioso en su decadencia y por eso busco los ocasos espectaculares”. A Arias le fascina el absurdo, esos personajes que por determinadas circunstancias llegaron a lugares insospechados, pero no observa esas caídas con sorna sino con afecto. “Me pregunto por qué la gente que tuvo una carrera digna debió terminar así”.
Montes es aliado de Arias hace más de una década y compartieron proyectos como Tatuaje, Tres tangos, Cinelandia, Divino Amore o Happyland, entre otros. Sobre la decadencia de Lugosi, el actor que lo encarnará en la sala del Abasto dice: “El fracaso también tiene, por su patetismo, cierto humor. Por lo general, aquellas cosas a las que nos acercamos con humor nos resultan queribles y siempre hay algo familiar, por eso nos acercamos”. El disparador creativo para el autor fue la película The Devil Bat (El murciélago diabólico), en la que Lugosi no interpreta al legendario Drácula sino a un inventor demente que utiliza murciélagos mutantes para vengarse de los ejecutivos que se aprovecharon de sus pócimas.
Hay muchos datos peculiares en la biografía de Lugosi: peleó en la Primera Guerra Mundial, fundó el sindicato de actores en Hungría, se afilió tempranamente al de los Estados Unidos, emigró a ese país sin conocer el idioma, aprendía sus parlamentos por fonética, empezó a trabajar en Broadway y poco después llegó a Hollywood para protagonizar una de las películas más emblemáticas en la historia del cine: Drácula (Tod Browning). El papel fue un regalo y, al mismo tiempo, una maldición: el húngaro quedó encasillado para siempre en la figura del Conde de Transilvania. Luego vino el derrumbe con algunas participaciones en películas clase B que parodiaban el gran hito de su carrera, varios divorcios, un historial de adicciones y la muerte en soledad, ahogado por las deudas. Se dice que en el ataúd llevaba puesta la célebre capa del vampiro y que con ella fue enterrado, aunque años después su hijo reconoció que no era el atuendo original (ese terminó subastándose por más de un millón de dólares).
Bela Vamp narra parte de esa biografía pero también apuesta a la ficción delirada con la intervención de un personaje inventado: la psicoanalista Dorothy Couch, famosa porque todos sus pacientes se pegaron un tiro. “Bela ingresa al consultorio intentando terminar con sus días y eso da lugar a la aparición de este personaje que, de algún modo, aborda los estragos que puede hacer el psicoanálisis. Después del prólogo se desarrolla una historia absurda, llena de vericuetos y sorpresas. Es como si Dorothy fuera yo; era una manera de dialogar con él y proponerle cosas aún más absurdas”, dice Arias.
En términos de composición, Montes explica que se enfocaron en la condición de extranjería, una buena puerta de ingreso considerando que el actor tiene un gran interés por el lenguaje (es Máster en Lexicografía Hispánica por la RAE). “Bela es un ciudadano húngaro que migró a Norteamérica y allí empezó una carrera muy importante aunque también había tenido un buen pasado teatral en Hungría. Lo llevan al cine porque su actuación es espectacular y a partir de ahí empieza a repetirse, no puede salir de ese círculo. Su vida se extravía en lo profesional y en lo personal”. Tanto Bela como Dorothy son personajes “dislocados” de su lugar.
–¿Cómo fue llevar la imaginería del cine y su star system al lenguaje teatral?
Alfredo Arias: –Son dos disciplinas que parece que nunca se van a reunir. Yo vengo del teatro y a menudo se me acusa de que al entrar en el cine voy a hacer algo teatral. Cuando el teatro toma posesión del cine, le puede dar un rango de poetización al sujeto cinematográfico. No se trata de hacer competir estos lenguajes sino de que se sirvan mutuamente. A veces la gente tiene una cultura cinematográfica a partir de cierta época, pero el nacimiento del cine es totalmente teatral.
Marcos Montes: –En varios trabajos Alfredo tomó a estas figuras que tuvieron un rol importante por su participación en el mundo audiovisual y pasaron a ser tótems, ídolos. Desde esa altura en que se los coloca, la caída es tanto más estrepitosa porque no sólo se trata de la persona sino del lugar que cada quien le construyó en su cabeza. Eso lo hace más patético. No sólo cae esa persona sino toda la ilusión que uno proyectó en ellos. El hecho teatral es efímero y esto nos protege un poco más porque lo audiovisual inmortaliza, fija una imagen, un logro o cierta idea del éxito. De ahí puede resultar tan fascinante tomar un personaje del cine y llevarlo al teatro.
El vampiro es un significante vacío que según la época se llena de diversas formas. “Hay una fascinación por el personaje porque sabemos que está vivo y muerto a la vez, es una zona que desconocemos”, dice Arias, y asegura que “abandonar el mundo de la ilusión es muy difícil porque es una forma benéfica de vivir la realidad, la posibilidad de ser un fantasma, transmutar, desplazarse en la memoria de uno y de los otros”. A la hora de explicar por qué eligen trabajar juntos, Montes destaca el trabajo de orfebrería de Arias y el director elogia la vasta cultura de Montes.
Consultados sobre la actual coyuntura en materia cultural a raíz de la Ley Ómnibus, Arias opina: “La derogación de la Ley Nacional del Teatro, el posible cierre del FNA y el INT o el ataque al Incaa no solucionan el problema económico gravísimo del país. Hay una confusión entre forma y contenido. Si dicen que van a perfeccionar la manera en la que funcionan estos organismos, podríamos estar de acuerdo. Pero no creo que su cierre solucione la realidad”. Montes repite un lema con el que coincide: ordenar, sí; cerrar, no. “Todos sabemos que hay cuestiones para ordenar. Las hay ahora, las hubo hace 5 años y las habrá dentro de 30. Pero cerrar no tiene nada que ver porque creo que es un punto fuerte de la cultura argentina. ¿Por qué cerrar algo que funciona muy bien? Es un recorte pour la galerie. Creo que se desconoce todo lo que hace falta para llevar adelante una obra de teatro independiente. La gente está dispuesta a apoyar esos recortes porque no está informada sobre cómo funcionan los subsidios y por eso tenemos que explicar en qué consiste nuestro trabajo”.
* Bela Vamp puede verse los lunes a las 20 en El Extranjero y las localidades están disponibles por Alternativa Teatral.