El fantasma de las guerras del Golfo se cierne de nuevo sobre Oriente Medio. La Administración Biden se ha embarcado en una ofensiva a gran escala, con el bombardeo de casi un centenar de objetivos proiraníes y de las propias fuerzas paramilitares de Irán que operan en Irak y Siria, y ha puesto a Estados Unidos e Irán muy cerca de la confrontación directa.
Esta cascada de bombardeos en la noche del viernes al sábado es la respuesta de la Casa Blanca al ataque perpetrado el pasado domingo con un dron contra un puesto del Ejército de EEUU en Jordania, que se saldó con tres soldados estadounidenses muertos y 40 heridos. Fue la pérdida de vidas humanas más significativa por parte de EEUU en la región en los últimos tres años.
Pero, sobre todo, constituyó un desafío de las milicias proiraníes al apoyo que Estados Unidos está prestando a Israel con su despliegue naval en Oriente Medio dotado de una capacidad de combate superior a la mayor parte de los países de la región.
Mensaje de disuasión a Irán
Este despliegue de EEUU, su bombardeo en Yemen a los hutíes proiraníes que amenazan la navegación en el mar Rojo y los ataques de este viernes a las milicias proiraníes en Irak y Siria pretenden lanzar un mensaje de disuasión a Teherán, principal adversario de Tel Aviv y Washington en la región.
Israel está en medio de una cruzada contra la organización palestina Hamás (de credo suní, pero respaldada por Irán y esas milicias chiíes), por la matanza en territorio israelí de 1.200 personas el pasado 7 de octubre. La represalia israelí ha arrasado la Franja de Gaza y acabado con la vida de 27.000 palestinos, de ellos cerca de 10.000 niños.
Israel no ha limitado sus bombardeos a la Franja de Gaza, donde pretende aniquilar a Hamás. En estos casi cuatro meses de guerra también ha golpeado en Siria y Líbano las posiciones de Hizbulá, la milicia proiraní más poderosa de Oriente Medio, que es además aliada de la palestina Hamás.
Y no solo eso. En Beirut y Damasco, Israel ha recurrido al terrorismo de Estado para acabar con líderes de Hamás, de Hizbulá y de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, organización paramilitar iraní que propaga por todo Oriente Medio los postulados de Teherán y que financia a las milicias que integran el llamado Eje de Resistencia contra Tel Aviv y Washington.
Los cerca de 85 objetivos que Estados Unidos bombardeó este viernes en Siria e Irak incluían bases de esos guardianes de la revolución iraníes en las áreas controladas por fuerzas chiíes aliadas del régimen de Teherán.
La represalia solo acaba de empezar
En un comunicado que difundió la Casa Blanca, el presidente Joe Biden dejó claro que esta represalia apenas había empezado y que continuará "en el momento y lugares" que decida Estados Unidos durante el tiempo que sea preciso.
Según fuentes militares iraquíes, al menos 16 milicianos proiraníes murieron en Irak por esos bombardeos. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Gran Bretaña, estimó por su parte que en Siria habían muerto 23 miembros de esas milicias aliadas de Teherán, especialmente en la provincia de Deir al Zur.
El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, indicó que el Gobierno iraquí había sido avisado de que se iban a producir los ataques, que tuvieron como objetivos centros de mando, polvorines, silos de cohetes y otras instalaciones logísticas. Irak ha negado tal coordinación.
Al borde del abismo
Al contrario, el Ejército iraquí ha advertido de que semejantes ataques llevarán a Oriente Medio al desastre. Ataques que han recordado las dos guerras desatadas por EEUU en Irak en 1990-1991 y en 2003-2011. Washington, ignorando el derecho internacional y la soberanía iraquí, arremetió contra el régimen de Sadam Husein hasta que logró tumbarlo y ejecutar a este líder árabe, al tiempo que sumía en el caos a Irak durante cerca de dos décadas.
"Estos ataques son una violación a la soberanía iraquí, socavan los esfuerzos de nuestro Gobierno y representan una amenaza que arrastrará a Irak y a la región a consecuencias imprevistas, cuyas repercusiones serán desastrosas", indicó el portavoz de las Fuerzas Armadas iraquíes, Yahya Rasul.
Según el portavoz del Gobierno iraquí, Bassam al Awadi, la acción militar estadounidense "pone la seguridad en Irak y de la región al borde del abismo". Al Awadi criticó el doble rasero estadounidense, que habla de la necesidad de "establecer la estabilidad necesaria", al tiempo que recurre al uso de la fuerza y la violación del territorio de países soberanos para garantizar tal "estabilidad".
Los ataques estadounidenses han permitido a Washington dejar el mensaje de que EEUU nunca dejó Oriente Medio, pese a su fracaso a la hora de pacificar Irak y su incapacidad para derribar el régimen del sirio Bachar al Asad, sostenido por Rusia hasta el momento. Moscú ha condenado el ataque estadounidense y ha pedido una reunión urgente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
El Ministerio de Exteriores sirio, por su parte, denunció "la violación de la soberanía" de Siria con estas acciones bélicas, que, subrayó, "alimentarán el conflicto en Oriente Medio de una forma muy peligrosa".
Irán reacciona con calma
Irán también ha reaccionado, aunque con relativa moderación, si se tiene en cuenta que los ataques fueron un aviso directo a Teherán.
El portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Naser Kanani, acusó a Estados Unidos de buscar una "escalada de tensión" y de promover la inestabilidad en Oriente Medio mediante la defensa de los objetivos de Israel. Los ataques en Irak y Siria, con su violación de la soberanía territorial de estos países "son otra muestra de aventurerismo y un error estratégico" de la Casa Blanca, agregó.
No ha habido ningún movimiento militar iraní en apoyo de sus propias milicias y aliados en Siria e Irak
Irán está mostrando cierta dosis de contención en esta nueva crisis de Oriente Medio. Teherán negó su participación en las masacres cometidas por milicianos de Hamás en territorio israelí el 7 de octubre, condenó a Israel por las matanzas de civiles en Gaza y también rechazó su vinculación a los ataques lanzados por los rebeldes yemeníes contra buques de carga en esa cuenca marítima.
Sin embargo, no ha habido ningún movimiento militar iraní concreto en apoyo de sus propias milicias o de sus aliados en Irak, Siria o Líbano.
Tampoco el asesinato de altos mandos de los Guardianes de la Revolución en Siria y Líbano desencadenó una respuesta violenta iraní. En estos momentos, lo que menos le conviene al régimen de los ayatolás es una confrontación directa con Israel y Estados Unidos, pues tendría todas las de perder.
Una situación "explosiva" en Oriente Medio
Pero las advertencias sobre la escalada en la guerra regional ya imparable no solo han partido de los países implicados. "Todo el mundo debería intentar evitar que la situación en la región se convierta en explosiva", afirmó el alto representante para Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, en Bruselas.
Borrell hacía alusión a los bombardeos de EEUU en Irak y Siria, pero también a la ofensiva lanzada este fin de semana por Israel contra la ciudad de Rafah, en el sur de Gaza y fronteriza con Egipto.
Allí, el Ejército israelí ha desencadenado una oleada de ataques, a pesar de que Rafah y sus inmediaciones acogen los campamentos donde se hacinan en condiciones infrahumanas cientos de miles de civiles palestinos, acorralados por el avance de Israel.
Es "una situación muy grave", dijo Borrell. El Ejército de Israel sigue su ofensiva en el sur de Gaza y está "empujando a la gente contra la frontera egipcia", donde hay cerca de un millón de personas, explicó. Israel había prometido "una zona segura" en ese extremo sur de Gaza, "pero en realidad lo que vemos es que continúan los bombardeos que afectan a la población civil", denunció el jefe de la diplomacia europea.
¿Hasta dónde presionará EEUU?
La renovada injerencia de Washington en Oriente Medio y la posibilidad de una nueva guerra a gran escala en la región podría tener un límite, impuesto por la propia política estadounidense.
El Senado de EEUU tiene que revisar este mes el bloqueo republicano a la ayuda que el presidente Joe Biden había prometido a Ucrania e Israel. En el caso ucraniano, esa ayuda asciende a 61.000 millones de dólares; en el caso israelí, a más de 14.000 millones, indispensables en el primer caso para resistir a Rusia y en el segundo para completar la ofensiva y derrota de Hamás.
Pero en EEUU suben el tono las voces críticas con la política exterior de Biden y su involucración en menos de dos años en dos guerras de consecuencias impredecibles. Y ahí están, a la vista, las elecciones presidenciales de noviembre.
No parece que muchos en el Congreso estén a favor de la opción de una guerra abierta con Irán. Aquí no ocurriría como en Ucrania, donde se despachan armas y asunto acabado. Una guerra con Irán supondría armas, dinero, y, sobre todo, hombres, centenares de miles, sobre el terreno.
E Irán no es un país desorganizado, con milicias opositoras por doquier, como pasaba en Irak en 2003. Tampoco es un Estado aislado. Rusia y China han hecho grandes apuestas por impulsar sus relaciones con Teherán.
El riesgo de una guerra total en Oriente Medio en estos momentos es el más alto de la última década. Cualquier error puede ser la chispa que prenda el polvorín y eso también lo saben las guerrillas islamistas aliadas de Teherán, de la misma forma que Hamás sabía, de una forma suicida, que Israel reaccionaría de una manera brutal y desproporcionada a su matanza del 7 de octubre.
Cuando la presión de los fundamentalistas crece, es el momento del comedimiento. El problema es que ni Israel ni Estados Unidos son duchos en esa contención.