Por octavo año consecutivo, la Galería Pasaje 17 publica un libro -y organiza al mismo tiempo una exposición-, de artistas destacados del panorama del arte contemporáneo argentino. El nuevo libro y la exhibición simultánea están dedicados a Silvia Gurfein.
El volumen tiene un texto de Jimena Ferreiro, que introduce así a la artista: “Gurfein integró varias sociedades artísticas, como la banda Temas lentos que compartió con la legendaria Rosario Bléfari, o las piezas del ‘teatro malo` que integró como actriz con la dirección de Vivi Tellas, inaugurando un espacio de vanguardia total. También compartía amistades con Martín, su hermano fotógrafo y activo participante de la contracultura porteña, y los contactos frecuentes de Guillermo Kuitca, Martín Reyna, Gustavo Marrone, entre tantos otros. Por eso el pasaje al under fue tan orgánico, porque ese modo de hacer le resultaba familiar en un sentido literal. Silvia viene de una familia donde la creación estaba por todos lados. Su casa tenía música, libros, teatro, austeridad, curiosidad científica, exploración natural, matemáticas y física, política, campamentos, mudanzas, pedagogía Waldorf y utopía hecha vida cotidiana”.
Para Silvia Gurfein la temporalidad, la duración, el transcurso; el efecto y los procesos inherentes o activados por la acumulación de tiempos sucesivos o simultáneos son, entre otros, algunos de los ejes de su obra. Página12 entrevistó a la artista:
-Siempre pensé que la pintura es una posibilidad de atravesar muchos tiempos y a la vez es la materia que permite transportar el tiempo -comienza Gurfein-. Trabajo con la idea de que el óleo tiene un ADN que contiene la historia: esa es mi teoría. Pinto y aprendí a pintar porque pude entrar en el óleo, que me va enseñando. De modo que el óleo y yo somos vehículos… al borde de una metáfora y de una sensación real.
-Pensarse en segundo plano, detrás de lo que se hace, está a contramano de tiempos donde al lugar del yo -incluso aunque no tuviera nada de interés para decir- es dominante.
-Precisamente, venía haciendo teatro y me bajé del escenario. Empecé a pintar para estar detrás de la escena.
-La pintura para pensarse en otro lugar y para salir de sí mismo.
-La pintura me permitió viajar en el tiempo. Y el óleo en particular tiene esa cualidad. En ese sentido, la cuestión del tiempo puedo abordarla desde distintos lugares. Por ejemplo, tengo una serie de 2007 sobre la noción del tiempo: “Pierdo el tiempo”. Trabajo con esas ideas de distintas maneras. Porque la pintura puede pensarse como una pérdida de tiempo en el sentido del abandono de la linealidad temporal. Como si en la pintura el tiempo transcurriera de otro modo, no en el sentido de una línea sino en profundidad, como en una cuña. Creo que mirar pintura nos regala tiempo, porque se abre una especie de cuña temporal en la cual uno puede ganar tiempo.
-El óleo supone paciencia y lentitud.
-Se pinta capa sobre capa y así los tiempos se acumulan y superponen, en lugar de avanzar sucesivamente, como en un texto. El óleo lo trabajo en varias pinturas al mismo tiempo, porque hay que esperar que seque por partes. Y mientras tanto puedo seguir pintando otra obra. Busco trabajar todo el vocabulario clásico: lijo, hago veladuras, esfumados… voy usando todo el repertorio como si fuera protagonista. Y el fondo de la obra lo traigo al frente.
-Esa densidad reflexiva y de pensamiento siempre fue parte de tu obra.
-Cuando salí del secundario entré en la Facultad de Filosofía. Pude estudiar un par de años y cuando vino la dictadura, me fui de la facultad. Pensar me gusta. Pero al mismo tiempo pinto porque necesito que ese pensamiento tenga una carnadura. Pinto para poder pensar. Si no pensara estaría en el aire, en el vacío. Tomando en sentido amplio la noción de “objeto”, la pintura como objeto es un modo de pensar. Puedo pensar en abstracto pero mi grado de abstracción es hasta ahí. Pero necesito esa experiencia del cuerpo y del tiempo que es pintar. La pintura me sigue convocando y me permite pensar.
-¿Cómo encarás un cuadro? ¿con bocetos, anotaciones?
-Cada vez menos. Seguramente tengo ideas previas, pero no hago bocetos: escribo. En todo caso los bocetos son palabras sueltas: “antena”, “conexión”… ni siquiera constituyen oraciones o descripciones. Y después es un devenir de una pintura atrás de la otra, con pausas necesarias, como una respiración. Como un momento de inhalación y otro de exhalación. Después vuelvo, me voy reconectando.
-Todo a contrapelo del momento que atravesamos.
-Sí, todo al revés. Intento que la pintura sea el espacio posible para instalar otra temporalidad, otra forma de pensar, otra sensibilidad. Y por supuesto sin perder ninguna conexión con el presente.
* En la Galería Pasaje 17, Bartolomé Mitre 1559, de lunes a viernes, de 13 a 19, hasta el 22 de febrero; con entrada gratuita.