“Inflación, pobreza, inseguridad, falta de futuro”. Podrían ser zócalos televisivos, titulares de diarios u opciones de una encuesta, pero no. Son post it escritos por adolescentes, pegados en las cartulinas de un aula de una escuela privada con subvención estatal de Colegiales, CABA. Las respuestas de un grupo de estudiantes de quinto año cuando se les pregunta qué problemas ven en su país.
Inflación, pobreza, inseguridad, falta de futuro: radiografía del “se dice” de una generación que está dispuesta a soportar 15 años para ver a su país “próspero”.
Santiago tiene 17 años y fue uno de los estudiantes de ese curso. Es un adherente fiel a las ideas del presidente de la Nación. Cree, en línea con sus dichos, que a largo plazo se podrán cosechar los frutos de su programa de gobierno. Escuchó hablar por primera vez de Javier Milei en 2019, cuando una amiga de su mamá le dijo, chistosa, que tenía el pelo igual de largo y despeinado que él. Ese día lo gugleó y luego lo olvidó por un tiempo, hasta que en la pandemia, Agustín Laje y Emmanuel Danann, sus influencers de cabecera, lo señalaron como el elegido para salvar a la patria.
Natalia Aruguete, investigadora sobre polarización política y redes sociales en América Latina, remarca a Las12 la internacionalización del fenómeno: “El financiamiento de las derechas en el territorio digital logra que distintos influencers tengan presencia en comunidades de varios países de América Latina y Europa y además hay intercambios”. Según la docente universitaria, esa interconexión explica parte del auge del libertarianismo en la Argentina.
Tanto Laje como Dannan son conocidos por sus discursos reaccionarios y anti feministas. Santiago no coincide con mucho de lo que piensan, incluso está a favor de la legalización del aborto, pero llegó a ellos por el mismo motor que impulsa a gran parte de los jóvenes libertarios: la curiosidad. Quería escuchar la campana alternativa a la marea verde que lo rodeaba en la escuela y en sus redes sociales.
Así conoció, también, el canal de YouTube Los Herederos de Alberdi, que hoy tiene 311 mil suscriptores y videos que promedian las 200 mil reproducciones. Durante la cuarentena, Santiago dedicó horas de navegación en esos contenidos y de lectura de teoría liberal en su casa. De esa manera, se convenció con mayor fervor de que “fueron las bases del liberalismo las que garantizaron derechos” a lo largo de la historia, con la Revolución Francesa como ejemplo principal. Con la explosión de Milei en 2021, ya no tenía dudas: “Claro, esto es lo que pienso”.
“Milei trae nuevas ideas de países exitosos, como bajar la emisión monetaria, y es la oportunidad de terminar con esto que estamos viviendo. Sueño con un país donde pueda prender la tele y que no tenga que mirar cosas tristes todo el tiempo, un país donde la inflación sea menor a la del mes pasado, donde no haya gente pidiendo plata en la calle, donde no te maten por un celular”, dice.
El joven de Colegiales cree que hay que esperar al menos un año para que la inflación baje. Mientras tanto, el alza de los precios se siente en su vida diaria. Tuvo que eliminar Mubi, plataforma que usaba para ver películas. En su grupo de amigos, hay un nuevo hábito: recordarse cuándo uno le prestó plata a otro. Además, ya no puede jugar al fútbol “por la coca” con “los pibes”: la gaseosa está más cara que lo que le sale la cancha. De todas formas, no piensa dejar de jugar a la pelota. Para que le rinda más la plata, baraja invertirla en Mercado Pago, porque genera intereses diarios.
Mariano Caputo, comunicólogo, investigador de la UBA sobre plataformas y docente en escuelas secundarias, arriesga que el jefe de Estado empalma con el “se habla” que le fue legado a esta generación y propone “soluciones” para los problemas que los inquietan: dolarizar, eliminar el Banco Central, vouchers para la educación. En pocas palabras, que la economía sea el criterio rector de la vida.
“Los adolescentes, habituados a la inflación elevada, apuestan su plata y la gestionan mediante sus smartphones, los mismos dispositivos en los que reciben los videos que el referente libertario protagoniza en TikTok con millones de reproducciones. Así crece esta generación que mira al futuro con la atención puesta en el dinero, que corroe las vocaciones y las suspende ante la incertidumbre económica reinante”, explica a Las12.
La vida no es una cosa alegre
María tiene 16 años y vive en Recoleta. Su nombre no es su único rasgo cristiano: estudia en una escuela católica de alto nivel académico y realiza actividades solidarias en la parroquia de su barrio. Cuando su candidato a presidente, Horacio Rodríguez Larreta, quedó afuera de las elecciones generales, decidió darle su “voto de confianza” a Milei, quien había sido el padrino de confirmación de un compañero de su curso en 2019. Ese día en la Iglesia ya había gente que se acercaba a pedirle fotos al economista que comenzaba a desfilar más seguido en canales de televisión, pero ella no lo conocía.
Después de las PASO, María titubeó. Patricia Bullrich le parecía poco capaz. Milei le parecía inteligente, pero le daba miedo que gritara tanto y fuera al choque, hasta que se convenció de que esa estridencia era parte de su personaje. No le resultaba simpático que hablara mal del Papa ni que propusiera terminar con sus adversarios políticos. Tampoco quería indagar demasiado en el vínculo entre la actual vicepresidenta, Victoria Villarruel, y los militares, por miedo a que esa oscuridad torciera su decisión. De Sergio Massa destacaba que pusiera en agenda la violencia de género, pero de algo estaba segura, no iba a optar por “los mismos de siempre”.
La joven había empezado a observar, angustiada, un fenómeno que crecía en las plazas aledañas a su casa cuando iba a repartir comida con la parroquia: cada vez más personas en situación de calle se acercaban a pedirla. A María le preocupa tanto la pobreza como la inseguridad. En un plano más personal, el hecho de que varias de sus amigas empezaron a aplicar a universidades del exterior. También piensa en sus primas que viven en otras provincias y no van a poder alquilar un departamento en la Ciudad de Buenos Aires para estudiar una carrera. Ella, por suerte, tiene “todo cerca”. Aunque guarda un único temor: que el oficialismo arancele la universidad pública, ya que baraja estudiar Ciencias de la Comunicación en la UBA.
“Lo que yo quiero a futuro es vivir tranquila en todo aspecto: tener una familia y llegar a fin de mes, salir a la calle y que no me pase nada y que irse del país no sea una primera opción para nadie, que sea lindo quedarse”, confiesa.
En la casa de María “no falta ni sobra nada”, pero en el último tiempo cada vez se llevaban menos productos en el changuito del supermercado o tuvieron que optar por marcas más accesibles. No es el único hogar en esta situación. Las ventas de alimentos y bebidas en los comercios minoristas pymes registraron el mes pasado una caída anual de 37,1 por ciento, de acuerdo a un relevamiento realizado por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).
Además, María tuvo que reducir las salidas al cine porque “las entradas están imposibles” e ir a merendar menos con sus amigas, su plan favorito. Considera que esto va a seguir un año o dos y espera que luego cambie.
A una hora y media en tren vive Marcos, de 25 años, junto a su novia y su pequeño hijo en una casa que terminó de construir él, ladrillo por ladrillo, en Pablo Nogués, al norte del conurbano bonaerense. Es un barrio tranquilo de casas bajas, algunas con paredes sin revocar, la mayoría con un pequeño patio o jardín, casi todas hechas por quienes las habitan. A Marcos le gustaría mudarse a una zona más urbanizada, cerca de la Capital Federal, con más plazas y oferta cultural, pero no ve viable afrontar esos alquileres. El sueldo no le alcanzaría.
Marcos es hijo de una empleada doméstica que limpia casas en barrios cerrados de Pilar y en Vicente López. Trabajó desde los 15 años como ayudante de obra, de carpintería o en atención al público. Hoy vende celulares para la compañía Personal en el shopping Tortugas y “se la rebusca” con ese sueldo, día a día, comprando en supermercados mayoristas. De cara al escenario que viene, se imagina en la misma situación: “A mí mis padres me enseñaron que gane el político que gane yo tengo que seguir trabajando, trabajando y trabajando, aunque alcance para más o menos”.
A Marcos lo intranquiliza el aumento desmedido de los precios en el último año, sobre todo de los pañales que usa su bebé. En diciembre, según el INDEC, la inflación alcanzó el 25,5 por ciento, cifra que duplicó la del mes anterior y fue la más alta desde 1991. Él lo vio claro cuando se fue de vacaciones con su familia a Catamarca en auto: le sorprendió que el tanque de la vuelta costó el doble que el de la ida. Sin embargo, el joven de Nogués considera que es un buen número: “Con el gobierno anterior hubiese sido mucho mayor”.
Este año, Marcos va a retomar la carrera de Administración de Empresas en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS). Sobre un posible arancelamiento, responde seguro: “Nada es gratis, eso es una mentira que instalaron los otros, la universidad se paga con los impuestos de todos y va a seguir siendo pública”.
A Marcos no le gusta “la política”, votó a Milei en busca de un cambio en dos sentidos: económico y cultural. Le interesó la propuesta de dolarizar para terminar con “el curro de la emisión monetaria” y, por ende, con la inflación. También con el kirchnerismo que es “un socialismo encubierto”. No tiene tiempo para ir a las concentraciones que apoyan al libertario por la dedicación que le implican el trabajo y el cuidado de su hijo junto a su novia. Si pudiese, iría.
Oda a lo natural
Gran parte de las experiencias de socialización y participación en la vida pública de adolescentes y jóvenes transcurre en las plataformas: un ágora virtual donde pareciera que lo que no se muestra no existe. No se trata sólo de un fenómeno juvenil, pero sí es una marca puntual de la construcción identitaria de estas generaciones. Emojis, filtros de imagen y likes se ponen a disposición de la fabricación de momentos felices y estéticos en lata. Contra lo que se suele creer, muchos jóvenes están cada vez más advertidos de esa lógica de funcionamiento, incluso en la política, y valoran lo que consideran no intervenido. “Lo que me gusta de Milei es la persistencia en lo real y lo genuino”, señala Santiago y remata: “Como votante, yo siento que no me mintió”.
Entrevistado por el periodista Ernesto Tenenbaum, Iñaki Gutiérrez, el joven influencer que estuvo a cargo del TikTok del primer mandatario durante la campaña, contó que una estrategia clave fue el formato pregunta-respuesta de Milei con mirada a cámara —por ende, al usuario— y hablando en primera persona. Y lo más importante: “No tomó a los pibes por boludos como hizo Larreta en esa red”. Según Álvarez, los jóvenes “querían propuestas, que les hablen de igual a igual, y no pavadas como ver al candidato comiendo un pancho en La Costanera”. En TikTok, Milei alcanzó más de 2 millones de seguidores.
En ese mismo sentido, Caputo explica que el conductor de La Libertad Avanza encuentra cierta eficacia en el proceso de la plataformización precisamente porque “se saltea a los intermediarios tradicionales” ―léase los políticos, periodistas o empresarios― y conforma una relación con cada ciudadane “uno a uno”.
Facundo es estudiante de Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y seguidor, no militante —así aclara—, de La Libertad Avanza. La primera vez que lo vio a Milei fue en septiembre del año pasado, en la caravana que realizó en La Plata. Un mes antes, el joven de 20 años ya había fiscalizado para ese espacio político. Verlo en persona, asegura, fue muy distinto a mirarlo por televisión o en TikTok. El león llegó en un auto negro con vidrios polarizados y se bajó como una estrella de rock delante de él. Vestía una chaqueta de cuero negra y estaba escoltado por Carolina Píparo, en su momento candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires. Luego se subió a la clásica camioneta Volkswagen y desde la caja avanzó a paso de hombre, mientras firmaba libros, remeras y hasta una motosierra. De fondo, se escuchaban los coros de una premonición: “Se siente, se siente, Javier presidente”.
Lo que más le impactó a Facundo de la peregrinación en la ciudad de las diagonales fue cómo el líder libertario escuchaba, miraba y respondía con una sonrisa las muestras de cariño. Los aficionados lo abrazaban al grito de “te quiero, Javi” o “gracias por representarme”. “Era una mirada cercana, empática, sincera. No estamos habituados a eso”, cuenta. También valora que es la primera vez que un candidato a presidente “gana sincerando que va a ajustar”.
La generación TikTok pide paciencia
Se dice que no leen, que no pueden ver un video que dure más de 30 segundos, que quieren todo rápido. Sin embargo, cuando se les pregunta por el impacto de las primeras medidas de Milei y si fue coherente con su contrato electoral, estos millennials y centennials son los primeros en advertir que es demasiado pronto para sacar conclusiones.
Sobre el DNU 70/2023, María reconoce transformaciones en las que no hay ninguna necesidad o urgencia, como el artículo que le abre la puerta a los clubes para convertirse en sociedades anónimas o la intención de privatizar empresas estatales como Aerolíneas Argentinas. En cuanto a la polémica Ley Ómnibus, le parece “respetable” que se tenga que pedir permiso para realizar piquetes y que haya límites a las manifestaciones, las cuales “afectan a los trabajadores”.
A Marcos también le llamó la atención la avanzada sobre las instituciones deportivas y cree que sería bueno dar ciertas discusiones en el Congreso. A Santiago todo le pareció un ejercicio “absolutamente democrático”, teniendo en cuenta que el expresidente Mauricio Macri firmó 70 decretos y Alberto Fernández otros 178, aunque ninguno proponía la modificación de más de 300 leyes, como en este caso.
A pesar de la devaluación del 120 por ciento del ministro de Economía Luis Caputo, de una caída del poder adquisitivo de un 13 por ciento, del derrumbe de la capacidad de compra de los jubilados a valores de principios de 2005 ―que afecta a varios de sus abuelos―, de una emisión monetaria que alcanzó los 6 billones de pesos durante el primer mes de gobierno y de una crisis inquilina que le impide a la mayoría proyectar mudarse de sus hogares, en algo coinciden todos: prefieren esperar antes que diagnosticar.
“En un mes no se van a resolver dos décadas de decadencia. Podemos soñar con poner la Argentina de pie y ser potencia de acá a 30 o 40 años. Tenemos todos los recursos para hacerlo”, asevera Facundo, que ya empezó a recortar gastos como las salidas a restaurantes o bares y no cree encontrar un trabajo en periodismo pronto. Para él, lo peor está por comenzar y hay que “pagar los platos rotos, aguantar el último mal trago para después mejorar”. Si la crisis antes la pagaba solo la gente, ahora también la casta “con la eliminación de los servicios de privilegio en el gobierno”.
Diego Giacomini, exsocio de Javier Milei y economista, publicó un informe que evidencia que del 5.2 por ciento que se busca ajustar, el 3.3 por ciento recae sobre “la gente”, lo cual incluye el aumento de 4 impuestos, la licuación de jubilaciones y el aumento de tarifas. Además, el trabajo aclara que el plan dejará para 2024 un déficit fiscal de casi dos puntos del Producto Bruto Interno (PBI).
A contramano de estos datos y de la ausencia de medidas de ajuste que recaigan sobre los sectores más privilegiados de la sociedad, estos jóvenes miran con buenos ojos la eliminación de ministerios con el fin de reducir el gasto público y la convocatoria a sesiones extraordinarias para “hacer valer el sueldo de los diputados”. Santiago refuerza que el asunto también es simbólico: “Hay que terminar con la idea de que esa gente —los políticos— vive por encima nuestro”.
Para ellos, la necesidad de reducir el Estado tiene fuerza mítica: no hace falta ver ahora para creer. Basta con mirar lo que ocurrió a la inversa desde que nacieron, según dicen, ya sea “por izquierda o por derecha”. En cambio, “con el liberalismo, el capitalismo podría actuar libremente y conducir a una senda de progreso que tenga como base el esfuerzo propio”, sueña Facundo.
Aruguete contextualiza el desarrollo de las ideas de la libertad individual, el amateurismo y el mérito para “lograr mejores cosas” en la pandemia, donde “hubo un proceso de subjetivación muy importante en el marco de una disputa entre el cuidado colectivo y la libertad individual”. Lo que inauguró este período, desde el punto de vista de la experta, es “un profundo sentimiento de indignación entre un ‘nosotros’ y un otro que no escuchaba, que no se preocupaba por ese ‘nosotros’ que sufría”. De esta forma, se abrió un proceso de polarización política muy distinto al tradicional de izquierda-derecha.
“El sujeto joven no tiene necesariamente una memoria que lo retrotraiga a periodos que no vivió, está en un punto muy fresco para empaparse de nuevos discursos, sumado a una realidad subjetiva en el campo laboral, educativo y de socialización que no encuentra una respuesta en lo que se ha ofrecido políticamente hasta ahora”, reflexiona Aruguete. En esa misma línea, Caputo describe que la única manera de encaminar otro horizonte posible pareciera ser mediante un quiebre con el estado de las cosas. “Milei emerge como una apuesta deseable para estos adolescentes, pero no por obra de ellos”, subraya.
En ese mapa se despliega la potencia de la promesa libertaria para estos jóvenes, el esbozo de un “país grande” que para armarse necesita de la materia prima de cualquier proceso, lo que a esta generación parecería faltarle: tiempo.
“No te digo que en cuatro años vamos a tener un salario mínimo de tres mil dólares, pero los otros gobiernos implementaron una política cultural como una aguja hipodérmica con un objetivo claro: que nos acostumbremos a vivir mal. No va más”, expresa Santiago y aclara: “A corto plazo también hay un plan, que es el de la estabilización con una baja de la inflación y un aumento de las inversiones extranjeras si se les da libertad a las empresas”.
La apuesta, al fin y al cabo, es por lo que se macera a fuego lento. “El trabajo y el esfuerzo, lo contrario a los planes sociales, que son pan para hoy y hambre para mañana”, detalla Facundo. Marcos insiste sobre ese punto: “Lo peor que hizo el kirchnerismo fue regalar plata”. Sin embargo, durante la pandemia, tanto su mamá como uno de sus hermanos cobraron el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). En ese caso lo vio necesario, pero cree que hubo una falta de control en los demás. “No hay que generar dependencia en la gente, sino las condiciones para que pueda vivir mejor”, opina.
María también se aferra a la “esperanza”: nada se transforma de la noche a la mañana, hay que tocar fondo para renacer. “Así como tardamos en caer, vamos a tardar en levantarnos”, sentencia con voz dulce y pausada, casi como un rezo.