Dormir la siesta, saborear una fruta en verano, reírse a carcajadas, abrazarse, un buen baño o el sol en la cara podrían ser respuestas comunes a la pregunta ¿cuáles son los momentos de placer cotidianos? Hay miles, millones de respuestas posibles que hacen referencia a una experiencia que hace bien, que produce goce y es agradable para cada quien.
Para Agustín Laje la respuesta se sale un poco del libreto y se cuela en un terreno en el que al menos caben algunas preguntas. Recapitulando: “Ha sido un momento placentero de ver” dijo Agustín en un vivo de X en referencia a la represión policial en las afueras del Congreso la semana pasada, cuando la Ley Ómnibus todavía no había vuelto a foja cero. Su declaración frente a cámara da pie a una pregunta que lejos de ser incisiva apela a develar un aspecto más del perfil de uno de los referentes de Javier Milei. Licenciado en ciencias políticas, escritor y magíster en filosofía, Agustín, el enviado por las fuerzas del cielo para denostar cada vez que puede al feminismo está contento como perro con dos colas. ¿Cuáles son esta vez las imágenes que inspiran su goce? ¿Dónde está el disfrute?
La semana pasada, la televisión y las redes sociales mostraron el despliegue del operativo antipiquete comandado por la Ministra de Seguridad Patricia Bullrich —que ya tiene una medida cautelar dictada por la Justicia Federal en relación a su protocolo— a personas que se manifestaban en contra de la aprobación de la Ley Ómnibus. Había jubiladxs, asambleístas de barrios de CABA y del Conurbano, militantes de izquierda, sindicalistas, autoconvocadxs y trabajadorxs de prensa. Según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) durante el 30 de Enero y el 1 de Febrero “hubo 23 detenciones arbitrarias, al menos 285 personas con lesiones producidas por los golpes con tonfas, disparos con postas de gomas y gases lanzados indiscriminadamente contra manifestantes; al menos 35 periodistas y 5 defensores de derechos humanos sufrieron agresiones policiales".
“Nos ponemos de pie y aplaudimos a cada policía que ha utilizado su escopeta y balas de goma para impactar sobre la piel de estos delincuentes y los animamos a que sigan haciéndolo, estos tipos lo que se merecen son balazos” dice Agustín en el video que publicó regocijándose en algo que, según él, le hace bien: la violencia policial. Además de ventilar el disfrute frente a la represión a personas que estaban ejerciendo su derecho constitucional a la protesta, Agustín alienta a que ese sea el camino del gobierno que auspicia: que las fuerzas del Estado repriman y que esa violencia este legitimada —incluso cuando la protagonizan policías exponiendo un símbolo libertario en su vestimenta conocido como la “bandera de Gadsden” que consiste en una serpiente enroscada con la leyeda "Don´t tread on me" ("no me pises")— como no lo estuvo hasta ahora.
Las provisiones del placer son para Agustín municiones. Habrá que ver cuántos libertarios y votantes de Milei asumen como parte de su filosofía política la práctica de la crueldad en vivo, espectacularizada y en streaming como suministro de goce. Pero el disfrute no está alojado solo allí, el video es un desafío explícito a los consensos democráticos, demoler esos acuerdos consensuados socialmente que aún hoy condenan la represión a la protesta social es también “un momento placentero” y apunta directamente al mayor miedo de Agustín: la calle. Lo dijo en una extensa entrevista luego de la victoria en las urnas de Javier Milei: “El riesgo que a mí más me asusta es la calle. La calle está dominada por grupos que son esencialmente violentos y sólo se apaciguan cuando ellos mismos gobiernan o cuando los que ellos quieren que gobiernen gobiernan”.
Mientras en el Congreso se debatía la Ley, en las afueras la manifestación era pacífica y uno de los sectores más afectados por la violencia policial fue la prensa. El Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) publicó la lista de los más de 30 trabajadorxs de prensa heridos durante la represión. También el CELS presentó una denuncia al CIDH y solicitó que se dispongan medidas cautelares ya que “las formas de la deliberación y la manifestación pública, la labor periodística, la restricción de la violencia estatal, son todas condiciones necesarias para una convivencia social y política democráticas”.
La celebración de la bala
La pregunta inicial sobre los placeres libertarios también viene a cuento de buscar en la memoria reciente y colectiva feminista algunos momentos de placer o jolgorio como lo fue la sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo o el momento en el que absolvieron a Higui de Jesus. La calle -eso a lo que tanto le teme Agustín- fue escenario de celebración y momento placentero, territorio de vigilias, marchas, ocupaciones, acampes e interruptor indispensable para activar muchas de las luchas conquistadas. ¿Por qué la celebración está puesta en las balas y en los gases? ¿Cuál es el sentido de aplaudir de pie a la policía por pegar?
Dice Agustín en el video: "Celebramos a la Policía, los felicitamos. Cada balazo bien puesto en cada zurdo ha sido para todos nosotros un momento de regocijo. Cada imagen de cada zurdo lloriqueando por el gas pimienta en su cara ha sido para nosotros un momento muy placentero de ver”. En la misma entrevista y también en relación al miedo a la calle, Agustín define al votante de Mieli “no es un votante violento, es un votante que ni siquiera conoce mucho de política. No está politizado, no acostumbra ir a manifestaciones, no acostumbra salir a tirar piedras, a armar una bomba molotov, a encapucharse”. Eso explicaría tal vez que los festejos se hagan puertas adentro de las redes sociales, que es sin duda una forma legítima de celebrar.
Desde esta perspectiva la calle tiene dos dimensiones para el intelectual libertario: por un lado “el miedo” que provocan las manifestaciones y la “gente violenta” (se le pasa tal vez a Agustín la violencia de la frase "cada balazo bien puesto") y por otro el placer de mirar desde el sillón como esas manifestaciones son reprimidas por la policía, que a pesar de monopolizar la violencia son quienes se llevan sus ovaciones.
La pregunta que decanta es si la sociedad está dispuesta a seguir sosteniendo que la represión policial no es un consenso social, incluso habiendo elegido democráticamente al actual presidente. ¿Ese voto habilita que las fuerzas del Estado estén destinadas —entre otras cosas— a proveer placer a libertarios como Agustín? ¿Es demasiado insistir en que la protesta social es un derecho? ¿No será hora de ponerle un freno al disfrute de la crueldad?