Llamarada (Emecé editores), el nuevo libro de cuentos de la escritora argentina Brenda Becette, arde y transforma. Sus personajes, la mayoría mujeres, transitan sus vidas siempre en un viaje de autoconocimiento del que nunca salen iguales. La relación de sus cuerpos con los territorios también es distintiva. En esta entrevista, la escritora nacida en Campana pero residente en la Ciudad de Buenos Aires, repasa su camino como lectora y escritora y las luchas de sus protagonistas y de los feminismos contra la voracidad machista y capitalista.
¿Por qué el título del libro?
--Llamarada es el título de uno de los cuentos del libro. Es sobre una mujer que va hasta un pueblo del norte de Argentina para estudiar la gran tormenta solar que un físico predijo como el inicio del apocalipsis. La teoría del físico es real, así como las otras noticias científicas y alertas ambientales que usé como base para algunos de los relatos.
Me gustó que Llamarada es una sola palabra con impacto sonoro, y que trae la imagen de un fuego que arrasa y consume. La idea de la destrucción inminente ya estaba presente en mi primer libro, y acá además describe el arrebato, el cambio irreversible que se enciende en los personajes en cada historia.
¿Por qué elegiste mujeres como protagonistas?
--Los relatos donde las protagonistas son mujeres, que son la mayoría, tratan también sobre viajes de búsqueda. Aparecer en un ambiente desconocido implica dejar de hacer lo de siempre -impuesto o auto impuesto-, cambiar de forma para enfrentarse a nuevas circunstancias y aventuras. En las novelas clásicas que leía en la niñez no era tan común que fueran mujeres las que salían a probarse a sí mismas, a cruzar límites y a encontrarse con la “otra”. Hay un quiebre que nos impulsa a actuar como si fuéramos otra persona; allí funciona el fenómeno del desdoblamiento y nos sorprendemos de nosotras mismas. Muchas veces la angustia o la violencia son los disparadores de ese despertar. Pasa algo parecido en los cuentos donde los protagonistas son niños, que deben tomar decisiones en momentos críticos. Ellos actúan para defenderse de un mundo feroz, real o imaginario, que los ataca de alguna manera. La familia es otro tipo de naturaleza salvaje en la que están inmersos y todavía no tienen la potestad de escaparse de ahí como las mujeres adultas de las otras historias. Hacen lo que pueden.
El cuento Evolución se despega un poco del resto; lo pensé como si fuera una película, escena por escena. Son personajes con ambiciones cruzadas que se encuentran en un resort en el Caribe, un espacio donde el medio ambiente está manipulado y también de eso se ocupa el relato: de la manipulación genética, de las elecciones y de la identidad. Está al final porque tiene un tono distinto; pude imaginar algo de esperanza en las relaciones humanas.
¿Qué relación hay entre sus cuerpos y los territorios?
--Los cuerpos de las mujeres y los territorios, en todas las épocas, se consideran terreno a conquistar, terreno apropiable. En varios cuentos existe el problema del medio natural en jaque: poblaciones en peligro por la instalación de una mina a cielo abierto, piletones de litio en un salar que los lugareños tratarán de proteger como sea, una reserva en Uruguay y una playa de México transformadas en hoteles o en barrios privados para unos pocos. Las protagonistas del libro también se sienten así en algún momento, como si les hubieran plantado esos carteles de la ruta que dicen “Espacio disponible”. Pasando al mundo real, hay sectores que consideran lógico que las mujeres no seamos las dueñas de nuestros cuerpos. Los demás se toman las atribuciones de mirarlos y opinar, apoderarse de ellos o hasta ofrecerlos como moneda de cambio para sus propios intereses. Por supuesto que nosotras decidimos, o lo intentamos, pero no podemos desligarnos nunca de la idea de que siempre habrá alguien allá afuera que se considera con derechos. Vivimos con eso desde que somos preadolescentes, o incluso antes. ¿Quién puede levantar la mano y decir: a mí nunca me tocaron sin mi consentimiento o, a mí nunca me mostraron partes íntimas sin que yo lo permita? Ninguna. Está totalmente normalizado y hasta lo tenés que agradecer, porque es lo más leve que te puede pasar siendo nena, o mujer. Con la familiarización de este tipo de agresiones, algo así parece mínimo.
¿Cómo fue la recepción del libro?
--Muy buena; todavía no tuve tantos comentarios porque recién salió publicado. Yo ya estoy contenta con la publicación y con la posibilidad de que aparezca en librerías. Estamos en un momento tan complicado en el país que ver mi libro en formato físico y en la calle es un regalo en sí mismo.
¿Cómo es ser escritora en este contexto de avance del gobierno sobre la cultura?
--La situación actual es preocupante. Un esfuerzo de años, apoyado por un estado presente, fue lo que logró que la Argentina se destaque por la cantidad y variedad de editoriales de calidad, una red de bibliotecas increíble, librerías de un nivel exquisito y autores que se traducen en muchísimos países. Todo eso se está intentando destruir de un plumazo (o lapicerazo). Para los que solo quieren el oro: la lectura es una forma de riqueza, también.
También, desde el gobierno, se expresan ideas y hechos -el desprecio por los comedores populares, el acuerdo con un médico que habla de la virginidad de las mujeres como un vestido caro, etc- profundamente antifeministas.
--El feminismo es una fuerza imparable. No se va a volver atrás. Vemos cómo esta nueva ola de la extrema derecha hace fuerza por confinar otra vez a las mujeres al mundo doméstico en una nostalgia oxidada de principios del siglo veinte, que no es casual sino muy calculada; solo se avala su presencia en el mundo público siempre y cuando esas mujeres sean funcionales al orden del fascismo autoproclamado liberal que se quiere imponer en el país. Los femicidios no bajaron su ritmo y seguramente sigan aumentando en esta ecuación fatal de la pobreza exponencial y la glorificación de la violencia que se promueve desde algunos medios y desde las redes sociales. ¿Qué otra cosa son los femicidios, más que el reclamo de los cuerpos de las mujeres como objetos de uso y de consumo propio, que se destruyen para que nadie más pueda “usarlos”? El nuevo gobierno avanza otra vez contra la ley del aborto, que tanto tiempo costó conseguir y que tantas vidas de mujeres salvó en pocos años. Como dijo Simone De Beauvoir, bastará cualquier tipo de crisis para que vuelva a ponerse en tela de juicio la libertad de las mujeres, por eso hay que permanecer siempre vigilantes. Las luchas del feminismo no fueron ni son en vano; se seguirá peleando por los derechos adquiridos y por los que faltan.
¿Cómo fue cuando decidiste escribir y tus comienzos?
--No fue una decisión pensada, siempre estuvo. Me enseñaron a leer y a escribir de muy chica. Leía todo lo que caía en mis manos en las siestas largas en Campana, una ciudad de la provincia que antes era tranquila como un pueblo. Novelas y cuentos de misterio clásicos: Chesterton -fue y sigue siendo uno de mis favoritos, por varias razones-, Conan Doyle, Lewis Carroll, Verne, Dumas, Stevenson. Teníamos enciclopedias de arte, historia, mitos griegos y nórdicos, algunas novelas románticas alemanas de mi mamá que eran divertidísimas, libros tristes de José Mauro de Vasconcelos, otros de Balzac, Maupassant, Pío Baroja y Vargas Llosa que no entendía del todo todavía, pero que me llenaban de imágenes, de escenarios. Mi tía, que vivía a la vuelta, me prestó luego libros de Simone de Beauvoir, las hermanas Brönte, Jane Austen y más. Es un cliché, pero desde ese momento no tuve un mundo, sino miles. Leer nos hace todopoderosos por un par de horas. Mi primer trabajo pago debe haber sido a los cinco o seis años, escribiendo cuentos para unas amigas de mi mamá y para mi tía. Armaba unos libritos con los reversos blancos de los almanaques y sobre eso inventaba historias de amor con finales melancólicos; siempre había un ruso por ahí, porque estaba fascinada con el personaje de Miguel Strogoff en esos tiempos. Seguí escribiendo esporádicamente y cada tanto mandaba poemas o cuentos a concursos locales o provinciales; me gané algunos libros como premios, y fui a Mar del Plata para los Torneos Bonaerenses con un poema-relato sobre una vaca inspirado en la leyenda de Sigfrido y el dragón. Vivir una infancia y una adolescencia no tan protegidas o edulcoradas me permitieron conocer la frustración, el dolor, la desigualdad, y eso es material de primera mano valioso para un escritor. Me interesan las historias de aventuras o de experiencias cruciales, que emocionan y golpean, el hacha de Kafka.
Ya viviendo en Capital, hice taller de escritura creativa en el Centro Cultural Borges por un par de años. En 2014 me anoté en los talleres de la fundación Tomás Eloy Martínez y desde esa época escribo de manera constante. Con mi primer libro de cuentos, La parte profunda, gané el premio “Ciudad y Naturaleza” José Emilio Pacheco de la Feria del libro de Guadalajara, que se publicó allá en México. Es un libro de relatos con varias distopías apocalípticas, que después no parecieron tan distópicas porque vino la pandemia. Más adelante se tradujeron dos relatos para una antología en inglés. Llamarada es mi segundo libro de cuentos, y ahora estoy escribiendo mi primera novela.