¿Qué es el sentido? En pocas palabras, es la tendencia del ser hablante a no soportar y, consecuentemente, rellenar los lugares vacíos con un sinfín de respuestas supeditadas al fantasma que habita en cada quien. Por ejemplo, hasta nuevo aviso los bebés no hablan. ¿Por qué lloran? Según en qué se esté embrollado, entonces será por hambre, frío o calor, la vestimenta ajusta demás, cólicos, prefiere estar en brazos de tal o cual, entre una multiplicidad de respuestas. Se percibe cómo en los momentos inaugurales de la subjetividad ser hablado por el Otro adquiere una presencia para nada metafórica. Lejos de sellar un destino, en lo sucesivo la partida continuará en función de aquellos significantes amo que el sujeto extraerá del campo del Otro y a los cuales se identificará para bien o mal. En psicoanálisis el sujeto es por definición activo, por tanto las identificaciones –por inconscientes que sean- no son menos una elección que le concierne.

En el Seminario 19,… o peor, Lacan esclarece qué entiende por sentido: “Hay sentido para quienes, frente al muro, se complacen con las manchas de moho que resultan tan propicias para ser transformadas en madonas o espaldas de atleta. Pero no podemos contentarnos, en fin, con estas sentido-confusiones” (1974). La inercia de sentido –del latín sensus, etimológicamente ‘la potencia de sentir’- hace de una mancha en la pared una figura cualquiera. 

En la década de 1980, en el barrio Villa Setúbal, de la ciudad de Santa Fe los vecinos se agrupaban frente a la fachada de una casa. Se decía que, si se observaba desde cierto ángulo una pared blanquecina –algo maltratada por el tiempo y la acción de los elementos-, tras un tiempo podía reconocerse el rostro de la Virgen María. La muchedumbre se dividía entre aquellos afortunados que percibían el fenómeno místico, una minoría jubilosa por cierto, y otros tantos incrédulos que a pesar de todo se forzaban en la observación de la mancha en cuestión.

Según sus siglas, un OVNI, es un objeto volador no identificado. En tanto no puede precisarse su naturaleza deviene un fenómeno enigmático. Como se espera ante un hipotético avistamiento, difícilmente la cuestión pueda concluir en la súbita observación. Inmediatamente el enigma convoca olas de sentido y comienzan a superponerse las más variadas teorías conspirativas.

En otros contextos, Lacan utilizó el sintagma “debilidad mental” –que no se confunde con el coeficiente intelectual (IQ) del que se ocupa la psicometría en su afán cuantitativo- para nombrar esta dimensión de lo humano, la susodicha propensión a fabricar sentido. ¿Cómo efectuarse entonces la transmisión del psicoanálisis sin degradarse en la inercia de sentido? Como se trata de un efecto de estructura, ninguna respuesta puede cerrar el problema, aunque eso no impide ni torna vano un esfuerzo de reducción del mismo.

El modelo matemático

Si el álgebra se define como una rama de la matemática que estudia la combinación de elementos de estructuras abstractas acorde a ciertas reglas, entonces dichas reglas limitan la comprensión intuitiva y restringen las interpretaciones (de sentido) posibles: “lo que la construcción científica tiene de serio es que estrictamente es imposible dar una sombra de sentido a lo que sea que se articule en términos algebraicos” (1971-72:74). 

En psicoanálisis “estamos en una posición de naturaleza diferente, más difícil” (1953-54: 400). La polisemia de la palabra o aquella distancia entre lo que se dice y lo que se escucha cada vez –tan esencial a la práctica del psicoanálisis mismo-, resulta problemática cuando se trata de la transmisión del saber analítico.

*Fragmento escogido del texto “El problema de la transmisión en Psicoanálisis”. En Analítica del litoral, n° 15/2023 Santa Fe, Argentina.