Siempre obedecí comprometiéndome con la causa en todos los vértices que el triángulo plantease; bajé la cabeza, fui nexo, fusible y pararrayos, pero idiota, se los aseguro, nunca. Hicieron de mi existencia una cabalgata de circo, un entramado con miles de extras y un único protagonista hijo de un carpintero deshonrado y a la vez bendecido. Y fue prueba de ello el último pichón de paloma saliendo de su vara. Supe, a muy temprana edad, que desde archones a arcángeles y de laicos a prelados hablaban por mí. Estoy harto de no poder manifestarme de manera concisa, clara, contundente. En otras palabras, voy a dejar de sembrar metáforas que me han deparado muy abundantes cosechas de estúpidos para decir las cosas de una manera tan literal que sentirán calambres al pie de la letra.

En esta estancia he recorrido el abrasivo interior de las intrigas y al ser hijo de hombre recibí el beso que fue precio de sangre. Adiós; renuncio a cobrar derechos, cedo el nombre y cualquier futura entelequia que se relacione a mi entidad. No está en la voluntad de éste híbrido forjar fieles incapaces de imaginarme como mejor les convenga. Solo un pedido, que descuento me será concedido en virtud de lo que de mí han recibido y a partir de ahora recibirán, yo adoraría entrar a la posteridad en minifalda, mis piernas han sido siempre bonitas y bueno, a todos nos agrada agradar. Es tan poco lo que pido tras una vida entera surfeando injurias y esquivando piedras, aturdido por voces de diferentes registros pidiendo beneficios para sí, porqué uno, divino aunque también humano, está moralmente obligado a actuar frente a seres poseídos por demonios y enfermedades. Exorcicé y administré salud las veces en que tales servicios fueron solicitados, dí asistencia a muchos para que no errasen en la fe; más la cantidad de egos acudiendo a mí rogando por réditos fariseos, superfluos e indignantes, agotó todo atisbo de misericordia. Nada jamás habrá de ser tan pesado como el sentir permanentes demandadas sobre uno, abalanzándose en forma física o, peor aún, cayendo cuan alud telepático vía pía oración. Hubiese fulminando a varios durante los rezos. Niños siniestros, ancianos melifluos y madres, creo que, en particular, me hubiese ensañado con ellas.

Yo, el punto de convergencia de cohortes de asnos rebuznando salmos, edictos y perdón, esperando que una piedra brotara desde mi vejiga. A propósito, Padre Eterno, en primer lugar, gracias por tu bondad al momento de impedir que los asesinos quebrasen mis piernas. Creo, digo esto y me sonrojo, que son realmente esbeltas. Segundo, ya tuvieron show, desde las luces que anunciaron el alumbramiento celeste hasta el chorro de sangre como agua danzante al ritmo del viento del Gólgota, entonces, por favor, no me sigas dando en espectáculo.

¿Mis hermosas piernas podrían competir con las de Tina? ¿Seré qué? ¿Qué he sido?

Pueden caberme miles de finales y un mismo modo de comenzar. El comienzo es a partir de la muerte. Parábola de la abstracción invertida, un estigma asentado por el Inefable en la frente de la lógica.

Llegar a conceptos tan tensionados entre sí; recurrir a blanco o negro es quemar pólvora en chimangos cuando la perturbación puede lograrse mediante unos pocos cartuchos de fuegos de artificio. Rango cromático no nos ha de faltar. Ni dulces y rimados versos con los que contar esos deseos de escrutar que tanta realidad existe tras cada milagro. Salomé dudó de María y el Señor de la Luz y los Misterios permitió que el ojo y el tacto tuvieran un peso mayor al de la fe, más, pobre infeliz, al instante aulló con dolor desgarrado la total quemadura de su mano. Comprobó Salomé que pocas cosas ante el Altísimo son gratis. Ejemplos hay por cientos.

Continuará.

@dr.homs