Haedo, Ramos Mejia, Quilmes, Olivos, San Isidro, son algunos de los lugares por donde Patricio encontró sus autores dilectos o impensados. “Recuerdo una gran compra que hice en una casa enorme de una mujer en Olivos. Generalmente son bibliotecas de gente que se muda o que se murió. Hay personas que leyeron toda su vida, y esos libros son tantos que no se pueden llevar todo a veces los herederos. Y ahí te llaman, es un boca en boca, una especie de cita a ciegas, voy como un desconocido a la casa de una desconocida a comprar los libros de su familia. Llegas para llevarte una cosa muy preciada, tenés que inspirar confianza”, dice Rago. En las bilbliotecas no sólo encuentra ediciones viejas: “Lo que me pasa cuando los abro y me voy fijando qué tienen, es como un ritual. Vuelvo con las veinte bolsas de consorcio con libros y las abro como si fuera navidad. Y cuando reviso a ver si están rotos, si los tengo que reparar encuentro de todo: un austral, recortes de diario del momento en el que se publicó, cartas de amor, boletos de tranvía, dedicatorias, flores secas…”.

El subrayado es mío, se tituló la autobiografía de la escritora Nina Berberova, y en esa línea lo que se encuentra en los libros usados son pequeñas biografías de lectores: “se genera una conexión con alguien que no conocés, no sabés si es mujer, hombre, viejo, joven, también te preguntas por qué subrayó lo que subrayó. A veces te encontrás con alguien que subrayó exactamente lo mismo que vos, y se genera como un vínculo, como un alma gemela que leyó el libro de la misma manera que estás leyéndolo vos. El día que te mueras, salvo que te entierren con tu biblioteca, tus libros van a sobrevivir: nosotros nunca compramos un libro, en realidad lo estamos alquilando el tiempo que estamos vivos. Después siempre llega a otro. Eso es muy poderoso, tiene la capacidad de generar emociones a muchísimas personas, el libro no es monogámico”, comenta Patricio.

¿Estamos seguros de que sabemos cuáles son todos los personajes que habitan en un texto? ¿O se nos escapan los diálogos de nuestros propios ojos? “Al final de cada libro suelo poner opiniones, con qué escritores dialoga, incluso a veces me peleo y pongo maldades. Esto no suelo decirlo, pero si no me gustó mucho a veces lo pongo en venta en Aristipo y la gente no sabe que fui yo quien escribió esas maldades en el libro”, dice Patricio con una risa de complicidad.

¿Qué es lo que diferencia a un libro usado de uno nuevo? Más allá de las obvias características, el desgaste o la originalidad, para Rago se juegan otras cosas: “En el libro usado hay una épica de la búsqueda, te acordás del día que te fuiste al Parque Centenario y encontraste ese libro que tanto buscabas. Ese libro no arranca en el momento que lo leíste, sino en el momento donde lo estuviste buscando y el momento en que lo encontraste. Vos te encontrás con el libro, pero el momento que lo lees ya interviene esa edición, el estado en el que se encuentra, quien te lo recomendó. Incluso el olor, esa oxidación de las hojas, el polvo, ese olor de vainilla. Hay editoriales que también tienen su mística como Sur, la vieja Losada, Emecé, Jorge Alvarez, ediciones o traducciones que tienen su historia”.

Si dialogamos sin saber con el subrayado de otros, la lectura nos puede llevar a otros encuentros? Quizás las hojas también nos sirven de escudos, “hay personas que cuando están con un desconocido se animan a contarle cosas que no le han dicho a nadie. Y eso pasa en la librería: la gente se sienta en el sillón y me empieza a contar cosas. A veces noto que necesitan hablar y yo las escucho; debería cobrar la consulta en mi librería Aristipo, ¡las confesiones que he escuchado en ese sillón! no te podés imaginar – y su risa continúa acompañando las historias de los libros y de la gente que tanto le gusta contar. “Hay gente que está muy sola, y tiene su vínculo con los libros y se encuentra con otras en la librería y se hacen amigos, hay una especie de tertulias. Yo siempre digo que Aristipo es el club donde van los que no fueron aceptados en los otros clubes”.

Ni los masones, ni los illuminati, para Patricio “hay como una sociedad oculta entre los lectores. El libro es un objeto que tiene un carácter mágico, no solo por la capacidad que tiene de contar historias, sino por su carácter evocativo; cada vez que vemos un libro sabemos que nos lo regaló un novio, en tal año, y siempre que lo veamos sabemos de dónde viene, es un vínculo emocional. Los libros tienen esa capacidad de convocar a las personas y hacer que se encuentren. Si ves a alguien en el colectivo leyendo, te fijás que es y le haces quizás un comentario. Dice mucho de la persona que está leyendo”.

Escribir puede ser una linda consecuencia después de tanta lectura, tal como le pasó a Patricio que se convirtió en escritor. En sus libros deja un souvenir: pequeños fragmentos de lo que va encontrando en los libros usados. Cartas, recortes de diario que funcionan como objetos casi astrológicos, “el papel que encuentran a veces los interpela directamente, como una especie de oráculo. Yo no sé quién se comprará ese libro, y quizá puse un poema de Pizarnik, y ese poema hace alusión a una situación que el lector está atravesando. Y eso me pasa a diario, hay un orden que nosotros no conocemos, y los libros operan como portales de ese orden. No lo puedo entender pero sé que existe”.

¿Cuándo uno se da cuenta de que es lector? ¿O acaso existe el “ser” del lector? “Yo no crecí en una casa con libros, no había bibliotecas, no leí ni de chico. Si bien mi viejo no leía, tenía algunos libros de psicoanálisis, y un día me habló de Nietzsche. No sabía nada y me enganché. Tuve una crisis de valores, porque en ese momento estaba en tercer año del secundario y venía de colegio religioso, de repente era como dejar de creer en Papá Noel. Ahí empecé a leer filosofía, entré en la narrativa por los filósofos más existencialistas como Sartre. Fui directo a lo más duro, no tengo un vínculo con la literatura infantil, esos los leí de grande”, comenta Rago.

De la curiosidad de un joven religioso puede surgir un escritor, Patricio publicó las novelas Una tumba sin aire, Silenzio y el libro de cuentos Ejemplares Únicos -en caso de que alguien quiera leerlos, subrayarlos y esperar que lleguen a otras manos.