Hablar de Villa San Antonio es hablar de fútbol, de arrabal, de periferia, de márgenes, del “bajo” citadino; de todo aquello que conjuga historia de las clases trabajadoras en las orillas de la ciudad.
En este conglomerado territorial también se supieron conjugar el malevaje y diversas actividades “fuera de la ley”. Por esta razón, San Antonio fue y es estigmatizado en su totalidad. Sin embargo, quien recorre sus calles, mira, pregunta y observa, puede reconocer a familias orgullosas de sus historias, que defienden y aportan comunitariamente al bienestar general desde diferentes aristas.
Una historia para armar
“El nacimiento de San Antonio todavía es una gran pregunta. Han existido trabajos y crónicas barriales que intentaron reconstruir el inicio; también trabajos de extensión universitaria que fueron reconstruyendo la historia de San Antonio”. Quien relata es Facundo Maiza, docente universitario de historia y vecino de Villa San Antonio.
Maiza comienza dándole un contexto histórico a la barriada que adoptó como fecha de fundación el 5 de febrero de 1940. “Conjugando los trabajos existentes y la oralidad de los vecinos, se puede decir que San Antonio nace a partir de la década de 1940. Primero como una necesidad de la ciudad de expandir sus extramuros por fuera de lo que es el barrio centro, como consecuencia de que la población se fue expandiendo. Sumado a esto también para 1940 se fue loteando lo que se llamaba Finca El Recreo. Allí la gente se fue asentando”.
Como un proceso natural de expansión territorial de la ciudad de Salta, lo que hasta entonces eran fincas poco a poco comenzó a ser un incipiente nuevo territorio habitado. “Se empezó a poblar mayoritariamente con trabajadores de la construcción y la minería que empiezan a emplazarse en esta finca. Empieza poco a poco la construcción de casas y luego el Estado se hace presente y empieza a comprar la totalidad de las tierras para poder poblarlas. Ahí el nacimiento de la Villa, porque no somos barrio, ya que originalmente nuestro espacio no estaba pensado para una locación urbana, y eso se puede ver como hasta el día de hoy en la traza irregular, no tenemos la típica formación de cuadrícula”.
La década que va entre 1940 y 1950 será determinante para la génesis de San Antonio. “Empieza a tener una densidad demográfica bastante grande. Los censos de la época van teniendo una consideración poblacional bastante importante y eso genera en la población la necesidad de organizarse. Primero nace un Centro Vecinal, luego el Club y luego aparece lo que hoy es la Vicaría de San Antonio de Padua. Son tres instituciones que históricamente están desde el inicio hasta la actualidad”, comenta el historiador Facundo Maiza.
A estas tres instituciones, con más a menos formalidad pero vitales para la socialización barrial, se le suma una expresión de Carnaval, algo típico e identitario de la salteñidad obrera. “Algo muy importante es que con el tiempo empiezan a aparecer prácticas culturales del Carnaval mediante la manifestación de una comparsa que históricamente, junto con otras de la ciudad, resultan de las primeras que aparecen en los corsos salteños: ellos son Los Teucos”, resalta Maiza dándole marco inmejorable a la descripción que fue conformando la barriada.
El Club del barrio
Como uno de los pilares fundamentales en tierras futboleras y deportivas, aparece el club del barrio como lugar de socialización, identificación y espacio para contener amores y pasiones. Villa San Antonio no juega en las primeras categorías del fútbol profesional, sin embargo, el empuje de toda La Villa lo hace parecer mucho más grande de lo que cosecha en lo deportivo.
Gabriel Zambrano es el actual presidente del Club; no solo se desempeña como dirigente, sino que fundamentalmente es vecino. “Soy dirigente desde el año 2007, desde muy joven participé en varias comisiones directivas. Luego de un periodo con inconvenientes institucionales, me convencieron unos chicos que me acompañan en la comisión y me decidí. Esta es la primer elección que hay en la historia del Club y tengo la suerte y el orgullo de ser el primer presidente electo por los votos”.
“Nuestros pilares eran reencauzar lo institucional, que haya elecciones y que la familia vuelva. Lo estamos logrando así que ahora seguimos planteándonos objetivos mas grandes: volver a disputar un torneo nacional, agrandar y construir un gimnasio que nos genere fondos, primero con la gente que asista y segundo para que lo ocupe toda la gente que entrena en el Club”, comenta con orgullo Zambrano.
El presidente de la institución remarca que con el apoyo de la nueva comisión se están logrando objetivos impensados años antes: “Hay mucha gente joven, es necesario el recambio generacional, y también sumar a los grupos femeninos. La vicepresidenta, la secretaria y la tesorera son mujeres, algo que antes estaba muy limitado, no existía casi participación femenina en los lugares de decisión del Club”.
Desde otra perspectiva, Martín, hincha fanático de La Villa, opina desde el corazón. “La relación entre el barrio y el Club son los colores. Es muy loco porque la biblioteca ya adoptó el azul y rojo, cualquier festival que hagás adopta el azul y rojo, el centro vecinal azul y rojo. O sea, esos dos colores son el barrio y el Club, es una simbiosis que no se separa más. El barrio y el Club es una sola cosa, así como también el Club es el reflejo del barrio y el barrio es el reflejo del Club”.
Martín se regocija al contar una anécdota vinculada al Club de sus amores con ribetes cinematográficos: “Jugábamos una semifinal contra Villa Primavera en 2018. Yo estaba en el lugar de siempre y viene mi amigo Ariel y me dice ‘si ganamos el partido de vuelta nos vamos en bici a donde sea’. Podía ser en Orán o en Tucumán, en Alberdi, al sur. Y en el partido de vuelta yo no me acordaba, íbamos ganando tranquilos y Ariel me dice ‘hay que cumplir con la promesa’, y claro... preparamos la bici y salimos un martes para llegar el domingo antes del partido”.
Martín continúa relatando la hazaña que suscitó el viaje, más pensando en personas que no son profesionales de las carreras ciclísticas, “el viaje fue impresionante... se nos pinchó la bici, los bomberos voluntarios en todos lados nos dieron lugar, vimos el paisaje de otra manera… muchas emociones. Cuando íbamos llegando, la gente nos daba aliento. Es una cosa que solo repetiría por San Antonio, no iría por otra cosa. Pasaron 5 años y todavía no caigo lo que hice por San Antonio”.
Convivir con el estigma social
Nacer y vivir en La Villa es convivir constantemente con el estigma social de ser un lugar peligroso, donde todo aquel que transite sus calles es motivo de cuidado. Sin embargo, son muchos los vecinos y vecinas que día a día aportan su cuota para mostrar hacia el afuera que en aquel lugar suceden muchas cosas positivas.
“Se habla de La Villa desde un sentido peyorativo. Sin embargo, desde muchas instituciones tratamos de desterrarlo, de mostrar la positividad que tiene el barrio. El estigma es consecuencia de los asentamientos periféricos donde hubo prácticas que se le han asignado el barrio: se lo caracterizó por la prostitución, la venta de drogas, y algún otro tipo de práctica delictiva”, comenta Facundo Maiza.
Sin embargo, el historiador comenta: “recientemente, hace unos 10 o 20 años, la realidad del barrio ha cambiado. El estigma se lo ha dado gente de fuera de La Villa o por aquellos que no viven adentro. Pero de a poco se va disipando y van apareciendo las buenas prácticas y bondades, como las que se que se dan a partir del deporte y la cultura”.
“Me ha pasado de salir del Hospital del Milagro con mi madre que estaba internada, y en la parada de taxis y nos preguntan ‘¿a donde vas?’, cuando contestas ‘a San Antonio’, no te quieren llevar. Me pasa siempre. Ahora se lo relaciona mucho con la droga, antes se relacionaba con la prostitución... si sos de ahí sos drogadicto, si sos de ahí vendés droga, y la mayoría de la gente que viene a consumir es gente de afuera del barrio, la gente de barrio es gente trabajadora”, relata Martín, vecino e hincha de La Villa.
En tanto, Gabriel Zambrano, presidente del Club, agrega en relación a la fama que tanto los persigue: “Nosotros luchamos por revertir el estigma que tiene el barrio. Sabemos de los antecedentes, por así decirlo, había mucho malevaje como se llamaba antes, pero el paso del tiempo mejoró muchos aspectos, y desde el Club peleamos por el cambio cultural en la cabeza de los chicos”.
En este sentido, Zambrano remarca la cantidad de acciones que se llevan adelante. “Contenemos a más de 600 chicos entre niños y adolescentes, la mayoría federados de las diferentes asociaciones que los nuclean: fútbol, voley, basket y hockey, que creció mucho y es increíble ver la cantidad chicas que participan ahora. Realmente es un espacio muy lindo”.
Más allá de todas las miradas esquivas que puedan surgir, desde diferentes ámbitos de la cultura, el deporte y el devenir diario, a vecinas y vecinos de Villa San Antonio los une el orgullo territorial. “Tanto mi papá como yo, nacimos y vamos a morir en San Antonio. Mi papá vivió acá toda su vida y yo compré una casa a unos 50 metros de la de él. San Antonio es una ciudad dentro de Salta. Nosotros tenemos en nuestro radio estación de servicio, banco, iglesia, Anses... tenemos todo, así que nos podemos independizar, por algo somos la República de San Antonio”, comenta Zambrano entre risas.
En tanto, Martín, desde su sentimiento futbolero y vivencial, agrega: “La Villa significa para mi el lugar donde nací y donde voy a morir. Es toda mi vida, es un lugar que te da sentido de pertenencia... por ejemplo, yo soy hincha de San Antonio y de nadie más, no tengo otros colores en mi vida, y me da mucho orgullo ser de La Villa, es lo que más orgullo me da en la vida”.
El historiador Facundo Maiza, ya despojado de investidura universitaria y opinando como vecino agrega: “Toda la gente que se crió en San Antonio sigue teniendo ese sentido de pertenencia que lo hace único, y que de alguna forma lo transmiten y siguen de generación de generación”.
Visto está que La Villa no es cualquier territorio dentro de la Ciudad de Salta. Sus vecinas y vecinos saben y remarcan la historia, inflando el pecho de orgullo y rebatiendo uno a uno los argumentos que los tildan de todo aquello que la sociedad no quiere mirar.
Ser de San Antonio es llevar un nombre y un apellido propio, que inclusive con los perjuicios sociales que esto puede traer, nadie lo niega y las y los vecinos lo muestran como un carnet de identidad, como el DNI de aquellos que viven y respiran el aire del bajo salteño.
Bienvenidos, esto es Villa San Antonio.