El próximo 24 de febrero se cumplen dos años del inicio de la Operación Militar Especial de la Federación Rusa, el conflicto bélico que ha originado profundos cambios en las relaciones políticas internacionales. La guerra que continúa desarrollándose en Europa Oriental tiene la originalidad de revestir un triple carácter: por un lado es el resultado de una guerra civil promovida por el gobierno de Kiev contra los ruso-hablantes del Donbas; en segundo término es una conflagración interestatal entre Rusia y Ucrania; y por último es una confrontación bélica proxy de los 31 países miembros de la OTAN contra Moscú con el claro objetivo de debilitar la soberanía rusa y socavar la alianza multilateral expresada en los BRICS. En ese sentido, es un tiro por elevación contra Xi-Jinping, quien vio incrementarse –durante el último bienio– la hostilidad en torno a Taiwán.
En términos operativos la guerra se ha convertido en una cotidiana batalla de desgaste con indudables ventajas militares de Moscú que se suman a una escasez de tropas ucranianas y una asunción disimulada de la sociedad ucraniana de que es imposible la derrota de Moscú. En noviembre del año pasado, quien se desempeñaba hasta el último jueves como el comandante en jefe de Fuerzas Armadas ucranianas, Valeri Zaluzhni, concedió una entrevista a The Economist en la que admitió que su contraofensiva había fracasado, que la situación en el frente se encontraba estancada y que vislumbraba graves restricciones en el reclutamiento, dificultad atribuida a la mala gestión de Zelensky. Tres meses después de estas declaraciones el mandatario ucraniano decide desplazar a Zaluzhni nombrando en su lugar al jefe del ejército, el general Oleksandr Sirski.
A las declaraciones desanimadas de Zaluzhni se le sumaron las del jefe de asesores de la oficina presidencial ucraniana, Mykhailo Podolyak quien reclamó ayuda de Occidente dado que “las tropas rusas estaban usando alrededor de 10 mil proyectiles de artillería por día a lo largo de la línea del frente, mientras que las tropas ucranianas estaban restringidas a usar alrededor de 2 mil en respuesta”. Los analistas militares del pentágono, además, son pesimistas respecto a las capacidades de Kiev para repeler los continuos ataques misilísticos. Según un informe del servicio de inteligencia británico, Rusia produce casi 100 tanques mensuales, número que quintuplica lo que recibe Ucrania durante el mismo periodo.
Según el ministro de defensa de Dinamarca, el general Flemming Lentfer, Rusia ha demostrado ser "más fuerte de lo esperado” y ha aprovechado el conflicto para instaurar una “economía de guerra, condición que le permite regenerar su poder de combate y reponer sus reservas mucho más rápido de lo que pensábamos”. Una derrota de Kiev sería utilizada –subrayó Lentfer– para que “Rusia utilice su fuerza militar para desafiar a la OTAN”. Si esto sucede, señaló Moscú “controlaría el 35 por ciento de todos los mercados mundiales de trigo”. En la última semana el canciller alemán, Olaf Scholz, declaró antes de un viaje a Washington, que su país no podrá suministrar las armas requeridas por Zelensky, razón por la cual “tenemos que hacer todo lo posible para evitar que Rusia salga victoriosa”.
Mientras el jefe del gobierno germano se traslada a Washington para mantener conversaciones bilaterales con Joe Biden, orientadas a que el Capitolio habilite ayudas a Kiev, se difundieron datos sobre el crecimiento de la economía rusa. Durante 2023 el producto Bruto se incrementó un 3,6 por ciento empujado por el consumo, por el aumento de las exportaciones y por la industria militar. Las contradicciones internas dentro de la Unión Europea (UE) y las fallidas negociaciones dentro del Capitolio, quedaron expuestas el último jueves en la entrevista realizada por el trumpista Tucker Carlson a Vladimir Putin. El dialogo entre el líder ruso y la ex figura de Fox News se llevó a cabo en la misma semana que fracasó el acuerdo para concederle 60 mil millones de dólares en asistencia militar para Ucrania, 14 mil millones a Israel y otros 10 mil millones en asistencia humanitaria para Ucrania, Gaza y Cisjordania.
Desde que se inició el conflicto en febrero de 2022 la UE aportó a Kiev unos 100 mil millones de dólares afectando en forma directa a la economía comunitaria. En el último aporte comprometido recientemente por la UE –que tuvo al premier húngaro Viktor Orbán como su más tenaz opositor– se asegura un desembolso de otros 50 mil millones mientras aumentan las protestas del sector agrícola y se derrumba la producción industrial de Alemania. Una encuesta difundida la última semana por Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, relativa a las elecciones parlamentarias de junio, advierte sobre una posible derrota del globalismo neoliberal, representado por el grupo parlamentario más obsesionado en posponer la capitulación ucraniana.
El estancamiento bélico que beneficia a Moscú, el deterioro moral de las tropas ucranianas, las contradicciones internas en el conglomerado otantista y los potenciales triunfos de Trump y Orbán en las elecciones del 2024 –presidenciales en EE.UU. y parlamentaria en la UE– explican la despreocupación y la templanza con la que Putin recibió a Carlson.