Por Facundo de Zuviría *

Empecé a trabajar en este proyecto en abril de 2020, a los pocos días de comenzar el confinamiento por la pandemia de Covid que se desató en el mundo a principios de ese año nefasto.

La idea surgió como una respuesta casi instintiva ante la incertidumbre que nos provocaba este virus del que aún no sabíamos nada, y el proceso de su realización se transformó en una revisión de mi vida durante aquellos meses de encierro en los que convivimos con el miedo al contagio y, en definitiva, con la conciencia de la muerte.

Recurrir a mi biblioteca en busca de lecturas que me ayudasen a pasar ese tiempo fue algo natural, y me llevó a reencontrarme con libros que había leído de muy chico -mis primeras lecturas- y con otros que habían sido fundamentales en mi adolescencia.

El repaso continuó y me trajo otros libros que descubrí fascinado cuando estudiaba derecho, las novelas del boom latinoamericano, el encuentro decisivo de Borges, los ensayos sobre arte y fotografía, y otras literaturas contemporáneas.

Rescatar mi memoria a través de esas relecturas y convertirlas en imágenes anotadas fue mi manera de transformar la angustia y el encierro en un testimonio personal de ese momento.

El procedimiento era sencillo y fascinante: con los volúmenes que iba eligiendo día a día, fui haciendo cianotipos que registraban su sombra bajo la luz del sol que caía sobre el balcón de casa. Cada libro apoyado sobre esas hojas de papel emulsionado dejaba, luego de largos minutos de exposición al sol otoñal y del subsiguiente revelado, una sombra blanca que se recortaba sobre un fondo azul de Prusia donde el papel había sido quemado por la luz.

Una sombra intermedia, en tonos celestes, dejaba huella del espesor de cada volumen, y agregaba así otra referencia a su materialidad.

Esta técnica fue descubierta por William Henry Fox Talbot en Inglaterra, hacia 1840, y desarrollada un par de años más tarde por Anna Atkins para registrar las especies de algas que se encontraban en la costa inglesa. Atkins compiló y editó estas imágenes en un álbum que llamó British Algae (1843), hoy considerado el primer fotolibro del que se tiene noticia.

El cianotipo es una de las primeras formas de la fotografía y, de hecho, materializa con exactitud su definición etimológica: photo (luz) y graphos (escritura), "escrito con luz". Es el sol directo el que imprime sobre la superficie del papel la silueta del objeto ubicado encima.

Esta forma fotográfica primitiva me ofreció la posibilidad de representar, como metáfora, mi propia biblioteca, al mismo tiempo que me llevó a recorrer mi historia personal a través de los hitos que esas obras y autores significaron en mi vida.

La idea me fue conduciendo de un título a otro, y cada uno de ellos a las circunstancias y personas que rodeaban, en mi memoria, sus respectivas lecturas. Así pasé de La Ilíada, que me leyó noche tras noche mi tía Helena cuando yo tenía cinco años, a Robinson Crusoe, el primero que leí yo mismo a los seis.

Continué con libros reveladores, como la poesía de Neruda y Benedetti, o las disquisiciones filosóficas de Erich Fromm y Castaneda, hasta llegar a la novela aterradora que estaba leyendo entonces: en total, cuarenta y tres libros.

Si bien al comienzo pensé que la obra completa incluiría solamente esos cuarenta y tres volúmenes, el trabajo se fue incrementando y ramificando en los meses de confinamiento subsiguientes hasta abarcar alrededor de trescientos títulos, a los cuales he ido agregando de tanto en tanto alguno nuevo: la lista podría continuar en forma indefinida.

Los cuarenta y tres cianotipos aquí presentes conforman la obra inicial, y he querido conservarla así como testimonio de aquella primera incertidumbre en la que nos sumió a todos esa pandemia.

* Fotógrafo. Prólogo del volumen “Facundo de Zuviría - Los Libros”. Edición del autor.

Descripciones y referencias de las ediciones

Cada uno de los 43 cianotipos de los libros incluidos en este volumen cuenta con una descripción manuscrita que recupera el momento de la lectura y la referencia de la edición del libro impreso.

En el caso de La Ilíada, el primer libro de la serie, el texto descriptivo es el siguiente: “La llíada, de Homero, en una versión infantil publicada en la colección Billiken, junto con La Odisea y luego con Las aventuras de Telémaco, fueron los primeros libros que conocí en mi vida: me los leía mi tía Helena cada noche de un verano larguísimo en Miramar, cuando yo todavía no sabía leer, creo que en los primeros meses de 1960.

Cianotipo del ejemplar mío de La Ilíada, versión compendiada por Lauro Palma, 5ª edición, en Editorial Atlántida, en Buenos Aires, impresa el 10 de enero de 1958.